8. Pesadillas

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(T/N)

Por varios días, el Viajero del alba se vio azotado por una terrible tormenta. Era muy difícil encontrar algún rastro de tierra, todos ayudávamos en lo que podíamos. La tripulación estaba exausta.

Estábamos Caspian, Edmund, Drinian y yo discutiendo la situación en la oficina. No dudo de la experiencia de Drinian, pero es obstinado y algo negativo. Además, se niega a acatar alguna instrucción que venga de Edmund o de mí.

–Hay que regresar antes de que sea tarde, majestades. No hay garantía de que hallemos a la estrella azul, no en esta tormenta. Tratar de encontrar la isla de Ramandu es imposible, caeremos por el borde de la tierra antes de hallarla.

–Eso si no somos devorados por una serpiente marina. –dije.

Edmund apretó los labios para no reírse, si los ojos de Caspian mataran ya estaría muerta y Drinian me miraba sorprendido.

–Los hombres se están poniendo nerviosos –volvió a hablar Drinian–. Estas aguas son desconocidas, nunca recorrí mares como estos.

–Y supongo, capitán–dijo Caspian–, que usted quiere explicar a lord Rhince que no buscaremos más a su familia.

–Seguiremos adelante–dijo Drinian después de una pausa–. Solo una cosa:el océaño juega trucos con las mentes. –dicho ésto, se fue.

–Te pasaste. –dijo Edmund con una ligera sonrisa.

–Tú hubieras respondido igual.–dije y reímos los tres.

–Ve a descansar, (T/N) –dijo Caspian –. Te avisaré si necesitamos algo.

Le di un beso a Edmund y fui a mi camarote. En la cama cabíamos Lucy, Gael y yo. Me puse la pijama, desenredé mi cabello y me acosté.

***

El ejército calormeno parecía aumentar a cada minuto que pasaba. Estaba agotada, pero no podía rendirme. De repente, el soldado con quien estaba peleando me hirió. Estaba en el piso y vi cómo alzaba su espada, determinado a acabar conmigo... hasta que fue herido por una arma de fuego. Aquella arma provenía de mi padre.

–¡Papá! ¿Qué haces aquí?

–Tenemos que irnos, (T/a).

Papá me tomó en sus brazos y me sacó del campo de batalla. Alcancé a ver muchos soldados con el uniforme del ejército inglés peleando contra los calormenos.

–Papá... ¿dónde está Edmund? ¿Y Lucy... y Susan?

Una bomba cayó cerca de nosotros y salimos volando. El impacto contra el suelo me dejó más adolorida. Gritaba el nombre de mi padre, de mis amigas y de mi novio. Aviones de guerra empezaban a volar sobre nosotros tirando bombas.

Desperté ahogando un grito. Mi frente estaba ligeramente sudada y el sonido de los truenos era semejante al estruendo de las bombas en mi sueño. En la cama nada más estábamos Gael y yo. Tomé varias respiraciones para tranquilizarme y, con cuidado de no despertar a la niña, salí del camarote.

Toqué la puerta del camarote de Caspian y entré después de recibir un "pase" por respuesta. Edmund y Caspian estaban en sus respectivas hamacas y Lucy estaba con Caspian.

–¿Tampoco puedes dormir? –preguntó Caspian a lo que yo negué con la cabeza en respuesta.

–Únete al club. –dijo Edmund.

Me senté al lado de Edmund y platicamos de nuestras pesadillas:Caspian soñó con su padre;Lucy soñó con un hechizo que arrancó de un libro de Coriakin cuya consecuencia no fue muy agradable;Edmund ni siquiera estaba dormido cuando creyó ver a la Bruja Blanca insistiéndole en que se le uniera.

Fue un poco consolador hablar de ello. Después hablamos de lo que sea que viniera a nuestra mente. Me levanté y fui a mi camarote para ver si Gael estaba bien. Estaba sentado en la cama, abrazando sus piernas.

–¿Todo en orden? –le pregunté sentándome a su lado.

–Tuve una pesadilla.

–¿Quieres hablar de ello?

Gael soñó con su madre, soñó que no podía encontrarla. Traté de animarla diciéndole que Aslan nos ayudaría a encontrarla y a todos a los que se llevaron. Puse mi brazo alrededor de sus hombros y recargó su cabeza en mis hombros. La puerta se abrió y entró Edmund . Después de preguntarnos si estábamos bien, se sentó al lado de mí.

Gael empezó a hacernos preguntas sobre el tiempo en que reinamos y sobre nuestro mundo. Para mi sorpresa, fue Edmund el que hablaba más. Hablamos de viajes, algunas batallas, anécdotas e incluso bromas que sacaron más de una sonrisa a la niña. El silencio que vino después fue cómodo hasta que Gael bostezó y se me ocurrió una idea.

–¿Podría su majestad cantar para nosotras, por favor? –pregunté a Edmund quien sonrió apenado.

–Pero no canto bien.

–Eso es mentira.

Después de que Gael y yo le rogaramos, Edmund finalmente accedió. Mi cabeza descansaba en el pecho de Edmund mientras su brazo me rodeaba, Gael estaba acostada de tal manera que mis piernas le servían de almohada.

Días de sol en mi vida
vi que brilló.
Lo adoraba y se apagó.
Yo jamás te olvido.

Al término de la canción, Gael ya estaba dormida. Edmund acariciaba mi cabeza.

–¿Sigues soñando con ella? –le pregunté a Edmund en voz baja para no despertar a Gael y porque temía su respuesta.

–Hace mucho que no. Aunque sé que ya pasó, de vez en cuando recuerdo cómo me comporté contigo y con mis hermanos.

–Pero ya te perdonamos y te queremos.

Edmund sonrió.

–Yo también los quiero.

Me besó y nos quedamos dormidos en los brazos del otro.

Our lifetime || Edmund Pevensie x Reader Donde viven las historias. Descúbrelo ahora