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Cuando el alfa abrió sus ojos marrones se percató de que sus parpados pesaban demasiado, como si se tratasen de dos barras planas de acero. Tenía calor, demasiado calor; podía sentir claramente como sus órganos se desintegraban al quemarse dentro de su cuerpo.

Trató de enfocar un poco la vista. El techo de un auto se hizo presente, después una ventana donde ocasionalmente pasaban faroles con luz que jodían sus ojos; se quiso girar por el dolor y la anadipsia que su garganta destruida sentía, sin embargo, chocó con algo. Era algo plano pero fuerte, tenso; miró hacia aquella fuente y observó con detenimiento al omega de cabello castaño y mejillas abultadas. Sin darse cuenta, este lo tenía recostado sobre sus piernas y lo duro, plano y tenso era su abdomen; Minho quiso ponerse de pie, alejarse al instante pero, no pudo, su cansado cuerpo no se lo permitió.

—Calma. —ordenó el omega mientras lo atraía de nuevo bajo su cálido manto.

El lobo de Minho se regodeó ante el tacto, no obstante, su parte consciente quiso negarse. Porque, ¿Cómo él siendo el sujeto que era se iba dejar mimar por un niño rico al cual no conocía? Y sí, este era su predestinado pero, esto no significaba que él fuera a caer ante sus artimañas. Eso fue lo que pensó, pero su bestia y la de Han ya se habían enredado ridículamente, Minho cayó de nuevo en una especie de sueño, quizá pesadilla.

Cuando abrió de nuevo los ojos, miró las baldosas blanquecinas de su baño. El agua le llegaba hasta sus clavículas, sus largas pestañas estaban pesadas por las grandes gotas de agua contenidas ahí; se reacomodó y miró a Soon-ie el cual estaba hecho una especie de ovillo en una de las esquinas del baño, entre temeroso por ser mojado y preocupado por su padre humano.

—¿Qué sucede? —le habló al gato pardo, el cual se enroscó aún más.

Después se palpó las sienes por la jaqueca. Se puso de pie y salió de la bañera. Se miró un momento en el espejo, era un jodido desastre; nunca en toda su vida se había visto de esa manera, algunos vasos sanguíneos en sus ojos estaban rotos haciendo que la esclerótica fuera de un tono bermellón. No sabía cuánto, pero era bastante obvio que había bajado algunos kilos de su peso habitual, su piel lucía ceniza al igual que su cabello.

Salió de su baño escurriendo agua y completamente desnudo, porque estaba en su casa y no había razón alguna por la que no pudiera estar desnudo en su propio hogar. Entonces, giró el pomo de su puerta y entró en su habitación, lo primero que sintió fue ese tirón en su vientre bajo; después el calor subiendo por toda su espina dorsal transformándose así en una especie de calosfríos.

Al otro lado de la habitación Jisung cargando a Dori con una mano y en su otra mano llevando ropa que seguramente era para él. Ambos se miraron lo que pareció una eternidad, tanto que el gato gris se chocó y saltó de su refugio para esconderse bajo la cama.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Minho.

Y el omega tratando de mirar hacia cualquier parte, respondió que él había sido quien lo había llevado a su apartamento. Minho entró a su habitación y caminó hasta el de mejillas abultadas, el cual sin así desearlo comenzó a segregar un olor dulzón que hizo que el mayor se mareara, este gruñó por lo bajo y le arrebató sus ropas.

Se sentó en su cama y comenzó a vestirse, el olor enajenante de su omega lo hizo encorvarse un poco hacia delante. Era estúpido, sentirse así era realmente lo más nefasto y desagradable del mundo, porque literalmente su cuerpo se sentía como si él fuera un maldito león hambriento con una cebra sangrando esperando por él.

—Deja de hacer eso.

—¿Hacer qué? —la voz grave de Han salió como una especie de rugido tierno.

【Paraísos artificiales】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora