"El Contrato" ||GoldFred||

°24° Regalo

El camino había sido igualmente silencioso, ninguno había dicho nada sobre lo ocurrido. El mayor estacionó su auto frente a la casa del azabache. Ambos salieron y se dirigieron adentro.

Estando en la sala el pelinegro se quitó el saco del albino y se lo entregó. Gold lo tomó mientras lo miraba. Por un momento sintió que había llegado a su límite. Presionó con fuerza la prenda y la arrojó a un lado con desprecio.

Dio dos pasos acercándose al menor. Fred levantó la mirada, su rostro demostraba cansancio. Se miraron mutuamente un par de segundos, sin decir nada, solo expectantes de la situación. ¿Alguna vez se habían preguntado por qué seguían con este teatro? ¿Por qué si ambos estaban saliendo lastimados insistían en seguir? El albino meditó un poco sobre aquello, ¿acaso temía que si rompían el contrato dejarían de verse?, espera, ¿quería seguir frecuentando a su...? ¿A su qué? ¿Qué se suponían que eran?

Tomó con ambas manos el rostro del menor y se acercó lentamente, quería sacar una respuesta de una buena vez por todas.

–¿Puedo besarte? –Preguntó con voz tranquila el albino.

Fred lo observó tomando la situación con calma, a decir verdad, le parecía incómodo que el mayor le pidiera permiso para hacer tal cosa. Normalmente se dejaban llevar por impulsos, instintos de su naturaleza que les pedía tener más y más.

–Si me lo tienes que pedir, significa que lo dices en serio.

–Es mi último deseo...

–Tómalo o déjalo.

–¿Cómo las cosas pudieron terminar así? – Preguntó con melancolía el mayor.

En un movimiento tomó posesión de los labios del azabache. Cerró con fuerza sus ojos para disfrutar del sabor de sus labios, aquel contacto había creado sensaciones extrañas que se alojaron en su estómago, como un pequeño cosquilleo que no paraba de ponerle los nervios de punta. Mientras que el beso era correspondido poco a poco bajó una de sus manos a la cintura del menor la cual se encargó de acariciarle lentamente. El pelinegro acomodó su manos en los hombros del albino para sostenerse.

Ambos comenzaron a dar varios pasos hacia atrás hasta chocar con la pared, Fred soltó un pequeño quejido y de inmediato volvió a los labios de Gold, se tomaron un poco de tiempo para tomar aire de nuevo y continuar. Se suponía que debía ser un beso inocente, pero eso era lo último que era. Si sus cuerpos demandaban por más, eso tendrían. El mayor mordió con delicadeza el labio inferior del menor para adentrarse al interior de su boca. Fred pasó sus manos por detrás de la cabeza para profundizar el beso. Sus mejillas estaban coloreadas de carmesí, su cara caliente y sus piernas temblorosas.

Gold bajó más su mano para acariciar sus piernas con calma, trazando un camino de su cintura a sus muslos. Por las prisas con las que habían llegado el menor seguía vistiendo ese apretado vestido que marcaba su delgado cuerpo. El albino dejó de lado los labios del chico para bajar a su cuello donde comenzó a dejar castos besos, Fred en respuesta inclinó su cabeza para darle espacio, el mayor sintió un cosquilleo al sentir la respiración pesada del pelinegro. Su mano traviesa se coló por debajo del vestido subiendo hasta llegar a la cintura donde acarició sin pudor ni vergüenza el abdomen del chico. Fred se sobresaltó al sentir las manos frías de Gold sobre su piel, aunque en ningún momento presentó oposición al contacto y simplemente lo dejó hacer lo que quisiera.

–Vamos a mi cuarto –Musitó entre un suspiro tomando y guiando al mayor hasta su habitación.

Llegados hasta ese punto ambos se recostaron en la cama, allí el albino aprisionó al menor quien tenía debajo para besarlo efusivamente, el pelinegro tomó las mejillas del mayor con sus manos para evitar que se alejara.
No podían creer que se necesitaran tanto para encontrase en una situación donde ya no había vuelta atrás, aunque quisieran, la excitación y el ambiente los habían envuelto en una situación complicada, dónde no podían y sobre todo, no querían parar.