°11° Familia

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Un bonito amanecer para un terrible día...
Habían pasado aproximadamente dos semanas desde la desastrosa e incómoda cena en la casa de los Goldens.
No se habian visto, ni mandado mensajes, no sabían ninguno del otro en lo absoluto.

El azabache estaba de camino al hospital, recién el día de ayer se había llevado acabo la cirugía de su hermano y apenas hoy le darían resultados...

Llegó a paso apresurado al enorme edificio blanco y sin pensarlo dos veces entró deprisa hasta la recepción donde yacía nuevamente la señora amargada que los odia a todos. Preguntó lo que tenía que preguntar, esperó lo que tuvo que esperar, lo mandaron a la mierda donde tenía que estar... Espera ¿Qué?

–Joven Fazbear... –Fred inmediatamente volteó a ver al locutor y su corazón comenzó a palpitar sin control, sus manos comenzaron a sudar y tragó en seco al ver al imponente hombre de bata blanca.

–Doctor Schmidt... –Dijo con un hilo de voz, no le gustaba para nada la mirada que le proporcionaba aquel hombre... Mucho menos la voz con la que había sido llamado. Tenía un muy mal presentimiento y un mal sabor de boca.

–Acompañeme, por favor –Demandó el hombre canoso para comenzar a caminar por los pasillos del hospital. Fred sin chistar lo siguió a una distancia prudente, no le gustaba por dónde iba todo esto, pero poco podía hacer.

Al cabo de unos minutos Mike se detuvo para encarar al pelinegro.
El menor a su vez con algo de temor levantó su vista y con ojos suplicantes lo miró. Estuvieron algunos momentos en esa posición hasta que el chico de piel pálida abrió su boca para hablar, sus labios le temblaban y sus cuerdas no articulaban ninguna palabra.

–¿Freddy...? –Fue lo único que pudo pronunciar, prefirió cerrar su boca para impedir soltar algún otro sonido, el nudo en su garganta no ayudaba a la situación y el no saber que hacía allí lo ponía nervioso.

–Sé que es difícil... En realidad todo ha sido difícil para ti... –Comenzó a hablar el médico con voz rasposa y sin ninguna emoción. Fred cerró los ojos con fuerzas y esperó lo peor. –Hace tiempo te comenté que dejaras de intentar, pero hiciste oídos sordos... –Una lágrima comenzó a resbalar por la pálida mejilla del ojigris, como un tipo de reflejo llevó su mano a su boca para acallar cualquier sonido que pudiera escapar. –Yo me negué a llevar acabo esta operación porque todos mis años de experiencia me indicaban cual sería el resultado –Llevó su otra mano a su pecho y apretó con fuerza su playera, dolía, le dolía saber que después de todo lo que hizo, después de la promesa que le había hecho a su madre, no había podido salvar a su hermano. "Estúpido, tu ya lo sabías ¿No? Pero no querías aceptarlo" Pensó –Pero aún así... Después de todo seguiste intentándolo, dime Fred... ¿Ya estás satisfecho? –El menor, al no entender las palabras del doctor levantó su mirada y abrió sus ojos sin comprender, Schmidt sonrió y colocó su enorme mano sobre los cabellos azabaches de Fred y los revolvió con ternura. Dos, tres, cuatro, muchas más lágrimas traicioneras salieron de sus ojos al escuchar las últimas palabras del Doctor... –La cirugía fue un éxito...

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El albino acababa de terminar el papeleo de esa mañana y con algo de pesadez suspiró y se recargó en el respaldo de su silla, dio algunas vueltas en ella para al final volver a su posición inicial. Tomó entre sus manos una hoja que se encontraba debajo de unas carpetas en el escritorio y sonrió al leer el contenido.

–"Contrato 100% real no fake" –Musitó con una sonrisa pintada en sus labios. Esa hoja era el supuesto contrato que había pactado con Fred el día que se conocieron. Después de charlar un poco en la habitación y aceptar las condiciones de ambos chicos, Fred tomó una hoja de las cajoneras de una de la tantas habitaciones del bar e improvisadamente comenzó a escribir con su mejor letra sus condiciones, anotando todo lo que se le ocurrió en el momento. Al albino se le había hecho una tremenda tontería aquello, pero ahora se le hacía algo tierno. De pronto una calidez asechó su corazón y su sonrisa se ensanchó. –¿Qué estará haciendo? –Se preguntó a sí mismo en un susurro inaudible y su expresión volvió a ser neutral. Metió la hoja en el cajón de su escritorio y se levantó.

"El Contrato" ||GoldFred||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora