Las semanas pasaron, pero nada en la vida de la muchacha mejoraba. Aparentemente parecía feliz, tenía un nuevo grupo de amigas gracias a Sandra. La gente la respetaba y contaba con ella, sin embargo, no sabía muy bien si era por su forma de ser o por ser tan buena amiga de la "líder". Era un grupo totalmente diferente al anterior, compuesto por más gente de ambos sexos, y la forma de pasar el rato no se le parecía en nada a lo que solía hacer.
Dejó de salir por la tarde y si lo hacía era para despejarse un poco, la diversión venia por las noches. De botellón en botellón, a veces acudían a alguna discoteca. Acabó, como ella se había propuesto cambiando su imagen, dejando de lado a la inocente niña que siempre había sido. Se cortó el pelo, no mucho pero lo suficiente como para adquirir un peinado mucho más alocado. Consiguió sustituir la botella de coca cola por la de vodka, y en su mano siempre sostenía algún cigarro. Las notas fueron bajando aún más, los suspensos se duplicaron y rara vez se veía un aprobado en su Boletín.
Apenas iba a clase, y cuando iba no hacía nada, no se molestaba en hacer los deberes, mucho menos en estudiar.
Los moratones no necesitaban ser maquillados, su cuerpo estaba limpio de ellos.
Sus padres eran conscientes de la nueva vida que había escogido su hija, y estaban histéricos, ya no sabían qué hacer. Lo habían intentado todo, castigarla, quitarle todos los privilegios... pero, lo único que conseguían era que el desagradable comportamiento de la joven fuese a peor.
Pero eso no era más que una fachada, lo que ella mostraba, lo que dejaba que la gente captara.
De puertas para adentro era otra diferente. Se quitaba la máscara y la sonrisa desaparecía. Su rostro perdía ese brillo, ese color que le daba un tono alegre y volvía a convertirse en un rostro pálido y desganado.
El maquillaje tapaba las ojeras producidas por la falta de sueño.
Parecía fuerte, pero en el fondo se consideraba una de las personas más débiles que podían existir.
Que no fuese a clase no quería decir que la pesadilla hubiera terminado. Los mensajes iban a más, recibía varios al día y ya no solo mediante correo. Recibía fotos editadas en las que salían diferentes animales, todos con su cara. Otras veces recibía vídeos también editados, mensajes, indirectas metiéndose con su físico...
Le habían llamado tantas veces " gorda", " foca"... que se lo terminó creyendo. Se volvió enemiga del espejo, de la báscula, de los números que al menos durante tres, a veces en cuatro ocasiones al día, se encendían en esa pantallita.
- 46 kg, 46 asquerosos kilos - empezó a gritar. - Pero ¿cómo he podido engordar? ¿Cómo? Llevo un par de días alimentándome a base de pan y agua ¿y en vez de adelgazar, engordo? - gritaba en silencio.
Le dio una patada al aparato y se volvió a plantar frente al espejo, maldiciendo lo que veía.
Odiaba esa imagen, ese reflejo, esa silueta, su cuerpo, su cara, se odiaba de pies a cabeza.
Sintió entonces envidia de su amiga, siempre estaba rodeada de gente, siempre se la veía alegre. La gente la respetaba, nadie se atrevía a decirle nada y mucho menos a tocarla.
Ella también se sentía " querida" por su nuevo grupo, pero dudaba que fuera real, daba por sentado que solo fingían que les importaba para tener contenta a Sandra.
No era más que un cero a la izquierda, así era como se sentía, como alguien que no valía nada.
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El Juego Del Ahorcado
Teen FictionY de la noche a la mañana todo cambia, todo lo que tenías se esfuma, y tú dejas de ser. Sientes como tu vida se te escapa de las manos y no puedes hacer nada para remediarlo, sientes como a medida que el tiempo corre, te descompones y con cada respi...