Se fue a su habitación y las lágrimas le empezaron a brotar al ver la inmensidad de fotos que colgaban de su pared. Fotos en las que salía de pequeña, con diferentes personas, con sus padres, tíos, abuelos, primos, fotos familiares adornaban gran parte de la pared, pero un pequeño hueco lo había dedicado a su otra familia, los amigos. Diferentes personas de su edad, de su generación sonriendo junto a ella, chicas y chicos, abrazándola, besándola, poniendo caras… era inevitable no llorar viéndolas. Ver cómo hace apenas unos meses, se reía tanto con ellas y comparar el trato recibido con el de ese mismo día… no tenía nada que ver.
Le daba rabia, mucha rabia, que todo se acabara así sin más, ella que se imaginaba de viaje por el extranjero con ellas, que se imaginaba sacándose las mismas fotos que hasta entonces pero con diez años más… y sentía mucho odio, pero.. . ¿Odio hacia quién? Ni ella misma lo sabía. ¿Las odiaba a ellas por lo que le habían hecho, o se odiaba a ella por dejar que eso pasara?
Se tumbó en la cama y cerró los ojos haciendo un intento de dormirse, pero le fue imposible. Cerraba los ojos y lo único que se le pasaba por la cabeza eran un montón de imágenes de toda su vida, de esos años que había vivido al lado de Andrea, María, Lucía e Irene.
Recordó la primera vez que vio a Irene, fue en el instituto, el primer día, el de la presentación. Nada más entrar allí estaba ella, una chica alta, con gafas que impedían ver exactamente el color de sus ojos, de piel morena, pelo oscuro y rizado. Al parecer ambas habían llegado algo tarde, y la visita ya había comenzado, por lo que empezaron a inspeccionar el establecimiento por su cuenta. Pasillo por pasillo, planta por planta, se recorrieron todo el edificio, y cuando los profesores que se cruzaban les preguntaban que a donde iban la respuesta era la misma: Vamos al baño.
Estuvieron así durante poco más de una hora, ambas se cayeron muy bien y desde ese día se hicieron inseparables. En clase siempre se habían sentado juntas, los fines de semana los pasaban una en casa de la otra, y aunque no hacían más que hablar, siempre tenían algo nuevo que compartir la una con la otra. A pesar de que, por problemas con los estudios, Irene tuvo que cambiarse de instituto, las dos amigas seguían hablando y quedando a menudo.
Luego ese recuerdo desapareció de su mente y fue sustituido por uno nuevo: El día que conoció a María.
A María la conocía prácticamente de toda la vida, aunque hasta que no cumplió los 10 años no intercambió palabra con ella.
Ash vivía en el mismo portal que la abuela de María, lugar muy visitado por su nieta, quien a diario le hacía una visita. Se solían cruzar diariamente, pero no habían intercambiado más que un "hola". Cuando ambas tenían 10 años, María se trasladó junto con su madre a vivir a casa de su abuela por el delicado estado de salud de ésta, desde entonces como en casa se aburría y en ese barrio no conocía a nadie, pues ella era de otro barrio, bajaba sola al mismo parque en el que Ash solía jugar junto con Andrea y Lucía a las que conocía desde la guardería.
Las tres fueron de vital importancia para María que a tan temprana edad tuvo que vivir la trágica muerte de su abuela. Puede que solo tuvieran diez años y no fueran muy conscientes de las cosas que ocurrían a su alrededor, pero estando las cuatro juntas todo eran risas. Bajaban todas las tardes al parque supervisadas por alguno de sus padres, donde fantaseaban acerca de su futuro, donde dejaban de lado esa niñez y hacían de adultos, donde jugaban a imitar a sus madres. Hacer que iban al trabajo, que tenían la edad suficiente para poder conducir, era una de las cosas que más les divertía, y la hora a la que debían recoger y volver cada una a su casa, la que menos. Luego, a medida que fueron creciendo, esas ilusiones se fueron esfumando, dejaron de hacer esas cosas, pero no por ello dejaron de salir juntas. Dejaron de lado los típicos juegos a los que estaban acostumbradas a jugar y los sustituyeron por paseos por el barrio, ir a montar en bici de vez en cuando... todo era distinto menos su amistad que con el paso de los años se fue fortaleciendo.
Cuando Ash conoció a Irene no dudó en presentársela a sus amigas y estas la recibieron con los brazos abiertos. Al principio a todas les costó acostumbrarse a incluir a alguien en el grupo, pues estaban acostumbradas a ser cuatro y no cinco, pero Irene supo ganarse la confianza de todas y cada una de ellas.
Cinco amigas con ganas de crecer, planeando su futuro, hablando de chicos, bromeando, riendo, cinco chicas entre las que no había secretos.
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El Juego Del Ahorcado
Roman pour AdolescentsY de la noche a la mañana todo cambia, todo lo que tenías se esfuma, y tú dejas de ser. Sientes como tu vida se te escapa de las manos y no puedes hacer nada para remediarlo, sientes como a medida que el tiempo corre, te descompones y con cada respi...