El partido

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Eran las nueve de la noche cuando sintió que la puerta de la entrada se abría. Dio un salto levantándose de golpe del sofá dejando de prestar atención al partido de futbol que estaba viendo, y echó a correr hacia la puerta en busca de esos brazos tan fuertes que tantas veces la habían arropado.
- Vaya Ash, esto sí que es un buen recibimiento.
- ¿Qué tal papá? ¿Un día duro?
- Mmm... Si un poco.
- Bueno pues siéntate en el sofá que voy a por una de tus cervezas.
- Ash ¿te encuentras bien?
- Perfectamente.
- Ojalá fueras así siempre. ¿Cómo va el partido?
- Empate.
- ¿Y tu madre dónde anda?
- Ha ido a darle una cosa a la vecina, ahora vuelve.
- ¡Vamos a la mesa!- Se oyó una voz al fondo.
- Hoy cenamos aquí cariño, que hay fútbol - contestó con voz grave la única figura masculina de la casa.
- Para un rato que tenemos en familia y lo pasáis pegados a la caja tonta, ya os vale - se quejó la mujer.
- ¡Goooooooool! ¡Gooooool!- empezaron a gritar mientras el suelo temblaba por la inmensidad de saltos.
- Este partido es nuestro Ash.
- Eso parece papá.
- Venga Ash que la copa ya está en casa.
- Quedan cinco minutos de partido, vas a ver cómo nos metan alguno.
- Hazme caso que yo de esto entiendo, este título ya es nuestro.
- Ojalá.
Gritos, petardos, y algún que otro cohete llenaron de ruido el vecindario. La hora no les impidió festejar esa victoria. En un día normal todos estarían en la cama, pero ese día era diferente, especial ¡Habían ganado! Y estaban tan eufóricos que irse a la cama en esos momentos era como pedirle a un alcohólico que no bebiese teniendo una botella de whisky en frente.
Tardaron varios minutos en asimilar aquella noche hasta que decidieron que era ya demasiado tarde como para seguir despiertos, teniendo en cuenta que al día siguiente era jueves y debían madrugar.
- Vamos creo que ya va siendo hora de irse a dormir.
- Espera papá que te quería pedir una cosa.
- Bueno pero rapidito que tu madre ya está durmiendo y yo tengo ganas de coger la cama.
- ¿Puedes darme dinero?
- ¿Que entiendes por dinero?
- Pues dinero.
- Ya pero cuánto y para qué.
- Pues no sé...lo suficiente como para comprarme ropa nueva.
- ¿Para qué quieres más ropa? ¿No tienes suficiente con la que ya tienes?
- Necesito ropa nueva nada más, no empieces como mamá.
- ¿Y tu madre qué te ha dicho?
- Pues que no.
- Pues lo siento hija, si tu madre no está de acuerdo ya sabes la respuesta.
- ¡Es que ella no lo entiende joder! ¡Necesito ropa! Y creo que me la merezco.
- Bueno mira déjame pensarlo y hablarlo con tu madre y mañana te digo. Ahora a la cama.
- Bueno vale...
Y se marchó cabizbaja hacia su habitación. El partido, toda esa tensión, le había dejado agotada y no tardó en dormirse.

- Buenos días, te has levantado antes de lo normal que raro en ti.
- Ya, bueno es que quería hablar con papá antes de que se fuera a trabajar.
- ¿Y qué es eso tan importante de lo que tenéis que hablar?
- Cosas nuestras.
- Qué misteriosa. 
- ¿Qué está, en la ducha?
- Si, pero no creo que tarde mucho en salir. Si quieres te voy preparando las tostadas.
- Vale.
Que pocas ganas tenia de ir a clase, estaba muerta de sueño y también de miedo por lo que pudiera pasar. 
- Buenos días papá.
- Buenos días.
- ¿Has pensado en lo que te dije anoche?
- ¿Qué fue lo que me dijiste?
- Pues eso lo qué te dije antes de irnos a dormir.
- Ah vale ya me acuerdo. Pues no, todavía no lo he pensado, además primero debo de hablarlo con tu madre.
- ¿Qué es eso que tienes que hablar conmigo José?
- Esta noche te cuento que ahora tengo que irme.
- Vale.
- Ash si te das prisa te acerco a clase.
- Vale, espera que cojo la mochila.
- Adiós mamá.
- Adiós que se os de bien el día.
- Adiós cariño te veo luego. Tómate algún descanso que es malo trabajar de seguido.

- Descuida.

- ¡Ash, voy bajando! - Gritó desde la puerta.
De camino al instituto Ashley fue escuchando música mientras que su padre atendía a la radio. Si ya de por sí el trayecto era corto, yendo en coche no tardaba ni un minuto en estar delante de la puerta de entrada.
Por un instante se le pasó saltarse las clases pero... ¿A dónde iba a ir durante esas seis horas? Por lo que finalmente decidió que lo mejor era acudir a clase, total, ya estaba acostumbrada, ya era parte de su rutina y un día más un día menos no iba a cambiar nada.
Se subió el volumen de la música para evitar escuchar los murmullos y cruzó el pasillo mirando al suelo, entrando a clase de la misma manera. Siempre hacía lo mismo por lo que no necesitaba mirar por donde iba.
Mantuvo los auriculares puestos hasta que la profesora entró en clase.
- Buenos días chicos.
- Buenos días.
- Id guardando las cosas y separaros. Hay examen sorpresa.
- ¿Qué? - Gritaron desde el fondo.
- No es justo- dijo otro.
- Pero si no hemos estudiado - añadió un tercero.
- En eso consiste, en que estudiéis a diario para luego cuando se os presenten estas situaciones no tengáis problema alguno en responder a lo que se os pregunta - dijo en tono suave la profesora.
En apenas segundos la clase se llenó de ruido, voces por todos lados quejándose, y sillas y mesas arrastrándose.
De nada sirvieron las quejas, nada detuvo a la mujer a no realizar dicha prueba.
- Examen de matemáticas a primera, esto es lo que yo llamo empezar bien el día - se dijo para sí misma Ashley.
Suerte que esa asignatura se le había dado medianamente bien y sería capaz de defenderse.

Una hora es lo que duró la prueba, larga para los que no sabían que más inventarse, corta para los que llevaban al día la materia.
Finalizada la primera clase del día tenía cinco minutos hasta que empezase la siguiente, lo que la otorgaba tiempo suficiente para escuchar al menos una canción.
Puso los brazos sobre la mesa y apoyó sobre ellos la cabeza dirigiendo la mirada hacia el color verde de la madera evadiéndose por completo del exterior.
Cuando volvió a levantar la cabeza a su lado había un papel doblado varias veces ¿sería para ella? Dudó un poco en abrirlo, pero la curiosidad pudo con ella.
Cogió el papel y lo abrió lenta y cuidadosamente para evitar romperlo. Una vez lo había abierto pudo observar como en tinta roja ponía " TEN CUIDADO ASHLEY, COMO SIGAS ENGORDANDO TE TENDREMOS QUE LLEVAR AL ZOO CON TU FAMILIA, LAS FOCAS"
Se quedó perpleja, pero era una de las cosas más suaves que le habían llegado a decir. Le estaban llamando gorda ¿y qué?
 Ella sabía que no lo estaba, además pasaba de todo lo que le dijeran, por lo que arrugó el papel y lo tiró a la papelera. 
- ¡Qué patética llega a ser la gente!, demasiado valientes para decirle eso, pero demasiado cobardes como para hacerlo de forma anónima – pensó.
Las dos clases siguientes se le pasaron volando, en historia la profe iba a su bola y sólo se dedicaba a mandar ejercicios que luego nadie hacía y que corregía ella sola; mientras que en lengua estuvieron leyendo un libro durante toda la hora, lo que había acentuado el sueño en cada uno de sus compañeros.

 

El Juego Del AhorcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora