Llevaba todo el día lloviendo, por lo que todos decidieron quedarse en sus casas. Alrededor de las siete de la tarde dejó de llover, aunque el cielo seguía cubierto por nubes grises y feas. Ashley aprovechó para bajar un rato a correr, ya que por la mañana a causa de la lluvia no lo había podido hacer. Media hora de ida y otra media de vuelta, corriendo a un ritmo tranquilo, escuchando el mar de fondo, disfrutando de esa brisa. Al volver vio a Paula sentada frente al mar, con un cuaderno en el que apenas había unas páginas escritas. La saludó y se sentó junto a ella. Intentó aportarle alguna idea para su nueva entrada, pero las palabras debían tener frío, por lo que decidieron quedarse refugiadas.
- ¿Puedo preguntarte algo Paula?
- Dispara.
- No hay día que no salgas sin ese pañuelo, da igual si hace frio o calor, nunca te lo quitas ¿Por qué?
- Me siento cómoda con él.
- Trae anda quítatelo.
- No.
- Que sí, trae, dámelo - siguió insistiendo hasta que consiguió quitarle parte, dejando desnudo la mitad de su cuello.
- ¿Se puede saber qué haces? - Se enfadó Paula.
- ¿Qué es esto Paula? - Le preguntó mientras le quitaba el pañuelo por completo.
- Nada.- ¿Cómo qué nada? ¿Qué son esas marcas?
- Ya te he dicho que no es nada - respondió ariscamente mientras se volvía a enrollar el pañuelo.- ¿Quién te ha hecho eso? – Insistió.
- Déjame ¿quieres?
- No, no pienso moverme de aquí hasta que no me cuentes que es lo que sucede.- Pues nada si no te vas tú ya me voy yo.
- Paula joder que solo quiero ayudarte.
- ¿Ayudarme? Yo no necesito ayuda.
- ¿Han sido tus padres?
- ¡Qué dices!
- Si han sido ellos deberías ir a la policía.
- ¡Que no han sido ellos pesada!
- ¿Entonces quién?
- Yo, me los he hecho yo ¿contenta?
- ¿Qué?
- Pues eso.
- Estás de coña, ¿no?
- No, te estoy diciendo la verdad. Nadie lo sabe, bueno ahora lo sabes tú.
- Pero ¿por qué?
- ¿Nunca te ha pasado que sientes siempre el mismo dolor y sientes la necesidad de experimentar otro diferente, para asegurarte de que sigues viva?
- Si, constantemente.
- Pues eso.
- Mira, voy a confesarte algo que no le he contado a nadie - le dijo levantándose la manga de su camiseta, dejando al descubierto todos esos cortes.
- ¿Desde cuándo...? - quiso saber Paula intrigada por lo que le acababan de confiar.
- Unos meses.
- Sabes, yo también lo hacía, pero llegó un momento en que ya no me hacía efecto, fue entonces cuando empecé a hacerme estas marcas.- Pero ¿cómo?
- Es muy fácil, cojo un cinturón y me cuelgo con el del armario de mi habitación.
- Pero eso es muy peligroso.
- Lo sé, pero a la vez excitante. Suelo poner una banqueta debajo de mí para que no pueda pasarme nada.
- Debes tener mucho cuidado.
- Es sólo un juego.
- ¿Un juego? - Preguntó atónita.
- Exacto, "El juego del ahorcado", así es como lo he bautizado. Esa sensación que me provoca el ver que me quedo sin aire, que la vida se me escapa... Es adrenalina.
- Hay otras formas.
- Ya, y para lo tuyo también hay otras soluciones y mira.
- Supongo.
- Pues eso. Ahora prométeme que esto se quedará entre nosotras.
- Claro, sabes que puedes confiar en mí. Yo no revelare tu secreto y tú no revelas el mío.
- Lo veo justo.
- ¿Te apetece dar una vuelta por la orilla?
- Vale.
- Se me ha ocurrido una idea, podríamos escribir una historia entre las dos.
- ¿Una historia?
- Sí, se me ocurrió el otro día. Tú la escribes desde tu punto de vista y yo desde el mío.
- Suena bien.
Dieron un largo paseo por la orilla recaudando ideas para la historia que iban a escribir.
Quedaban quince días para despedir las vacaciones, por lo que a Ashey solo le quedaban quince días para volver a Málaga, pero les era suficiente como para narrar lo que querían contar.
Pasaron la tarde navegando por mundos imaginarios mientras dejaban volar su imaginación, permitiéndole a sus palabras que salieran sin pedir permiso.
Al llegar a casa se quedó pensando en lo que le había confesado Paula y tuvo curiosidad por vivir la sensación que su amiga le había relatado. No lo tenía muy claro, pero tampoco pensaba que fuera a pasar nada por probarlo. Se dirigió al armario de su tío, pues era más grande que el de su habitación, cogió uno de los cinturones y tras poner una banqueta debajo, metió la cabeza por un agujero que había dejado y se colgó. Le costaba respirar, su cara tornó en roja y cuando notaba que se estaba quedando sin aire apoyó los pies sobre la banqueta, evitando así ahogarse por completo. Se quitó el cinturón de alrededor del cuello y dio un salto. Lo recogió todo y mientras recuperaba la normalidad en su respiración se miró el cuello para comprobar si le había dejado marca.
Se sentía rara, nunca antes había experimentado esa sensación, nunca antes había rozado a la muerte. Había echado una partida al " juego del ahorcado" y no tenía claro si había perdido o había ganado. Decidió maquillarse también el cuello para evitar que los moratones que seguramente luego saldrían a tomar el sol, pudieran ser vistos por los demás. No estaba muy segura de sí contárselo a Paula, por si ésta pudiera mosquearse, por lo que decidió guardárselo para ella misma. Le quedaba muy poco tiempo de estancia allí y tenía que disfrutar de la compañía de todos a los que hasta el año que viene no creía que fuese a volver a ver.
ESTÁS LEYENDO
El Juego Del Ahorcado
Teen FictionY de la noche a la mañana todo cambia, todo lo que tenías se esfuma, y tú dejas de ser. Sientes como tu vida se te escapa de las manos y no puedes hacer nada para remediarlo, sientes como a medida que el tiempo corre, te descompones y con cada respi...