Ojalá poder detener el tiempo

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Sabía que les iba a echar mucho de menos, a todos y a cada uno de ellos; las noches alrededor de la hoguera, las tardes en la arena, las vistas desde su rincón preferido de la casa... Pero a la que más iba a echar de menos sería, sin duda, a Paula. Al principio había sido algo borde con Ashley, pero tuvo paciencia y le acabó demostrando que podía confiar en ella. Se lamentaba, se arrepentía de haber tardado tanto en atreverse a dirigirle la palabra, pero sabía que junto con la del resto, esa era una amistad para toda la vida. Nunca quiso moverse de su ciudad y ahora no quería volver a ella. Sospechaba que con su regreso la felicidad se alejaría de ella y que sus oídos volverían a estallar como consecuencia de los diversos pitidos, provocados por los insultos.

Le temía a esa despedida que, como todo en esta vida tenía que llegar algún día. Todos fueron a despedirla a la estación, abrazo tras abrazo les fue inevitable no acabar llorando. 

Al llegar a Málaga nadie excepto sus padres habían acudido a recibirla, la hubiera gustado ver a sus amigos allí, pero por algún motivo no habían ido a su encuentro.

La relación con sus padres había mejorado desde la última vez que les vio. Y su vida allí también había ido a mejor. Descubrió una forma de divertirse por la vía sana a la que ella no estaba acostumbrada, se conoció a sí misma un poco más, y por una vez actuaba acorde a sus gustos. Dejó de lado el alcohol y el tabaco y en parte fue al encuentro de la chica que antes era, con sus inseguridades y todos sus problemas respecto al físico, pero mucho menos pasota.

El barrio, su casa, seguían tal cuál los había dejado.

Deshizo la maleta y se tumbó en la cama. Ya echaba de menos esa playa, la casa de su tío, sus amigos. 

Salió a la terraza, pero el aire que se respiraba no era tan puro, las vistas eran diferentes, solo se veían edificios, coches y muchas calles. Se escuchaba un ruido insoportable provocado por los coches y la gente hablando en la calle. Todo era tan diferente que dudaba poder volver a su antigua rutina. Cogió el teléfono y llamó a Sandra para avisarla de su llegada. 

Quedaron a las cinco en su parque junto con el resto del grupo. La bienvenida fue acogedora, llena de besos, abrazos y muchos comentarios llenos de cariño.

Pasó la tarde con ellos contándoles todas las anécdotas, relatándole al dedillo su día a día, hablándoles de sus nuevos amigos y mostrándoles las diversas fotos que había sacado. Todos parecían encantados de tenerla de vuelta, y fue ahí cuando Ashley se dio cuenta que sí que encajaba. 

Al llegar a casa cenó con sus padres, no mucho, pero lo suficiente como para que ellos no se percatasen de su problema con la comida. Por la noche hizo una llamada conjunta por Skype con Eva, Eric, Ainoa, Cris y Juan, que fueron los únicos que pudieron conectarse. Hablaron durante horas, y ya a medianoche desconectaron. 

No podía dormirse, al cerrar los ojos se le venían a la mente un montón de pequeñas imágenes de su verano, y le resultaba imposible no emocionarse; por lo que accedió a su blog y empezó a escribir sobre todos esos momentos vividos.

"Ojalá poder detener el tiempo"

Sentarse en la arena, formando un círculo y dejando que la música de la guitarra llene nuestros oídos en esas frescas noches de verano.

Empezar a cantar cuando escuchas la melodía de esa canción que tanto te gusta, que tantas veces has escuchado, que tanto te ha ayudado. Poco a poco vas alzando la voz, el frío parece desaparecer, pues te sientes arropada por el calor de todas esas personas que permanecen sentadas a tu lado, haciéndote reír, haciéndote sentir que estas en el lugar correcto,  que es ahí a donde perteneces. 

El tiempo pasa rápido y al alzar la vista hacia el cielo puedes ver las estrellas brillar, y a la luna bailar al son de la música.

La hora se te ha echado encima y por desgracia debes empezar a recoger.  

Te pones en pie, al principio te cuesta caminar, las piernas se han quedado dormidas, pero eso no te impide avanzar. Cada paso que das es una nueva historia que contar,  una nueva broma, un nuevo chiste, una nueva sonrisa, un puñado de risas... y tu cada vez te encuentras mejor. Las penas que antes te acosaban, las preocupaciones, se han quedado en la arena, junto a la hoguera y no saben cómo volver. Tú no las echas de menos, estas a gusto con la nueva compañía y lo único que te gustaría hacer es detener el tiempo y vivir en ese momento eternamente.  

Por primera vez en mucho tiempo te sientes bien, sientes que encajas, y te invade la felicidad, esa que pensabas que se había ido, que había huido, que se había escondido. Y eres feliz, las sonrisas fingidas desaparecen y tú te asustas, porque para ti es algo nuevo.  

Con la despedida la tristeza te invade, pero tú sigues sonriendo, pues sabes que eso solo es el principio de algo grande.Después de publicar esa última entrada, se fue a dormir.


El Juego Del AhorcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora