Paula

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Se acercó tímidamente y sin dudarlo se sentó al lado de la adolescente.

-Hola - inició la conversación Ashley.

No obtuvo respuesta, pero no por ello dejó de intentar hablar con la adolescente.

- Yo soy Ashley ¿tú cómo te llamas? – Insistió.

- Hola - contestó al fin.

- Menos mal, ya pensaba que te había comido la lengua el gato.

- ¿Qué quieres?

- Nada, hablar.

- ¿De qué?

- No sé, de lo que te apetezca.

- ¿Qué te hace pensar que me apetece hablar contigo?

- Siempre te veo sola, sentada mientras todos estamos ahí jugando y disfrutando; pensé que no te vendría mal relacionarte un poco.

- Eso es cosa mía.

- Es verdad, mejor te dejo con tu soledad, si cambias de idea ya sabes.

Había sido un poco borde con ella, cuando no buscaba más que integrarla en el grupo. Puede que no hubiera hecho bien acercándose a ella, sin embargo, no se arrepentía de haberlo intentando.

Volvió con el resto que se quedaron boquiabiertos al ver la valentía de Ashley tras probar entablar conversación con "la marginada ", que era así como la habían apodado, y siguió jugando.

Todos los días la veía allí sola, sentada, mirando a la mar, con la mirada perdida. 

Ansiaba hablarla, pero su timidez la podía, impidiéndola así romper la barrera que muchas otras veces le había imposibilitado hacer nuevas amistades.

Dejó la pelota en el suelo y volvió a aproximarse a donde se encontraba la muchacha.

- Hola, otra vez.

- Hola.

- ¿Te importa si me quedo aquí contigo?

- ¿Por qué ibas tu a querer desperdiciar así el tiempo?

- A lo mejor para mí no es un desperdicio.

- ¿Ves toda la gente que me rodea?

- Ellos se lo pierden.

- Si tú lo dices... Sigo sin entender qué haces aquí conmigo.

- Intento que te relaciones un poco.

- Si quieres seguir perdiendo el tiempo... Allá tú.

- Bueno ¿me vas a decir cómo te llamas?

- Paula.

Paula era de su altura, pelo largo y rubio y ojos marrones. Por el físico pudo imaginarse que tendría alrededor de los 16 años, quizá 17.

- Encantada. ¿Y qué haces aquí sentada todos los días?

- ¿Me espías?

- No... Pero siempre estoy por aquí con estos y pues te veo.

- Era broma. Nada, me tranquiliza esto, me inspira.

- ¿A qué te inspira?

- A escribir.

- ¿Escribes? 

- Si bueno tengo un blog, me ayuda a desahogarme, expresarme...

- Qué envidia.

- Tú también puedes escribir.

El Juego Del AhorcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora