La última partida

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Despertó en el hospital, estaba en una cama, atada a ella, no podía moverse, se encontraba inmovilizada. Miles de tubos la rodeaban, una vía salía de uno de sus brazos que llegaba hasta un bote de suero, al que se unía el otro extremo.

Sus padres estaban allí, sentados a pie de cama, agarrándole la mano, sin soltarla.

- ¿Qué hago aquí?- preguntó atemorizada.

- Te has despertado al fin - le contestó su madre mientras sonreía contagiando a su marido con su felicidad.

- Te encontramos en el suelo de tu habitación con una... Una... Cuerda rodeando tu cuello - dijo finalmente su padre.

Un silencio inundó el ambiente, José había empezado a llorar, Ashley se giró dándoles la espalda a sus padres y su madre tan sólo se limitó a acariciarle el pelo a su hija.

- ¿En que estabas pesando? - se atrevió a preguntar la mujer

- Solo jugaba.

- ¿Sólo jugabas?

- Si, solo era un juego.

- ¿Un juego? ¡Qué estás diciendo! - Saltó alterado su padre.

- Una última partida en memoria a Paula, una última partida... que una vez más he acabado perdiendo.

Tras esas últimas palabras el padre optó por salir de la sala, bastante había escuchado, y aunque no lo pareciera, ver a su hija así le estaba matando.

- Hemos hablado con el médico y nos ha comentado que tus defensas están demasiado bajas y que tu peso está muy por debajo de lo habitual. También nos ha hablado acerca de los cortes de tus brazos y tu padre y yo hemos seguido sus recomendaciones, y nada más salir te intentaremos en un centro.

- ¿Pensáis que estoy loca, que soy un monstruo?

- No, claro que no, pero necesitas ayuda.

¿Se puede saber qué te pasa? ¿Es que hemos hecho algo mal? - Buscó una explicación la madre

- ¿Ahora te importa lo que me pase? He perdido la cuenta del tiempo que llevo así ¿y os dais cuenta ahora? 

- Siempre me has importado, tanto a mí como a tu padre.

- Ya me he dado cuenta, siempre fuera de casa, trabajando.

- ¿Te crees que me gusta pasarme día sí y día también encerrada en mi despacho?

- Déjame.

- No Ashley, me vas a contar ahora mismo que está pasando.

- ¿Por dónde empiezo, por el primer insulto, el primer mensaje, el primer día sin comer o por el primer corte?

- ¿Insultos? ¿Mensajes? ¿De qué estás hablando?

- Llevo más de un año recibiendo amenazas, mensajes anónimos. Me insultan por la calle, en el instituto. Me han llegado a poner la mano encima y nadie ha hecho nada más que reírse de mí.

El llanto de la mujer se volvió más intenso, apretándola aún más fuerte la mano, intentando asimilar la situación y todo lo que estaba escuchando que hasta entonces desconocía.

- ¿Quiénes han sido? ¿Cómo empezó? ¿Por qué no nos lo has contado?

- Todo el instituto, en el barrio, en los alrededores. Un día me levanto y las que siempre han sido mis amigas me odian. Se dedican a lanzar falsos rumores, a poner a todos en mi contra. Un día me insultan al siguiente me pegan. Empezaron siendo ellas, luego siguieron el resto.

- ¿Sandra tiene algo que ver?

- No, ella no sabe nada de esto, además es la única que me ha demostrado que la importo.

- Hay que denunciarlo Ashley. Ahora hablaré con los médicos, la policía y con quién haga falta pero esto no va a quedar así.

- ¡NO!

- Lo voy a hacer, y sabes que tu padre en cuanto se lo cuente también. Nadie tiene derecho a hacerte esto y todos los que han contribuido a esto merecen ser castigados. Esto ya no es un juego hija, has estado a punto de morir.

Acabaron las dos llorando.

Nunca antes había imaginado que sus padres llegasen a enterarse y menos así. 

Habérselo contado a su madre le había liberado, puede que así todo acabase, que esa ayuda que iba a recibir fuese la luz del final del túnel de la que tanto había oído hablar.

- ¿Le habéis dicho a Sandra que estoy hospitalizada? 

- No, ahora no estás en estado de recibir visitas.

- ¿Podéis llamarla?, decirla que venga, quiero hablar con ella, contarla todo lo sucedido.

- Está bien, pero le diré que venga en unas horas, tú ahora tienes que dormir un poco.

- Bueno, pero para cuando despierte ella tiene que estar aquí.

- Descansa, yo voy a hablar con tu padre.

Reconoció esa voz que le hablaba, que le contaba anécdotas y esperaba impaciente qué alguien la contestara. Era Sandra, estaba sentada al lado de su cama, contemplándola. Le sorprendió ver como unas pequeñas lagrimillas salían de sus ojos. Nunca antes la había visto así, llorando.

- Estoy bien Sandra, no llores más.

- Lo sé, pero no me imaginaba que lo estuvieras pasando tan mal como para llegar a esto.

- Lo siento.

- No pasa nada, pero creo que me merezco saber qué te ha llevado a acabar así.

- Está bien, pero antes prométeme que después de lo que te voy a contar no me tomarás por loca, que seguiremos siendo amigas.

- Lo prometo.

No le fue nada fácil pero consiguió contarle todo lo ocurrido, de principio a fin, sin saltarse ningún detalle. 

Se quedó en shock, no sabía que decir, que hacer. Si levantarse de la silla y darla un abrazo, si sentirse bien porque todo hubiera quedado en un susto, o si por el contrario culparse por no haberse dado cuenta de la situación en la que se encontraba su amiga.

- Lo siento - rompió el hielo.

- No lo sientas Ash, no es tú culpa. Soy yo la que te debe una disculpa.

- ¿Por qué?

- Por no darme cuenta de nada, por no... Por no impedir que eso fuese a más.

- Tú sí que no tienes la culpa, eres una de las pocas personas que siempre ha estado ahí. 

- ¿Y ahora qué va a pasar?

- Me van a internar en cuanto salga de aquí.

- Todo va a salir bien - intentó animarla esbozando una sonrisa.

- Eso espero.

- Confío en ti, te conozco y sé que saldrás de esta, eres muy fuerte y cuando salgas seguiremos haciendo locuras.

- Gracias, gracias por todo.

- No seas tonta sabes que siempre estaré dispuesta a ayudarte.

Ahora tengo que irme, pero intentaré venir mañana.

- Gracias, de verdad.

Su estado de salud mejoró notablemente, los médicos consiguieron aumentar su peso, y en tan solo dos días se encontraba internada en una clínica psiquiátrica.

El Juego Del AhorcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora