Capítulo 11

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Furioso ni siquiera puede comenzar a describir cómo me siento ahora

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Furioso ni siquiera puede comenzar a describir cómo me siento ahora. Molesto, traicionado, herido. Totalmente fuera de mí. Nunca me he sentido tan molesto en toda mi vida. Ni siquiera cuando Karime termino conmigo sin ninguna explicación en particular.

Arrastro a Jules a un pasillo poco transitado que conecta las escaleras con el comedor. Nadie suele pasear por aquí, porque nadie usa el comedor del jodido castillo. Supongo que tendremos nuestra charla aquí. Estoy demasiado molesto con él ahora mismo como para recorrer el lugar hasta nuestra habitación. Debemos tener esta maldita charla ahora.

— ¡Que mierda, Julie! —grito, cuando me enfrento a él. — Por favor, dime que solo dijiste esa mierda para tener una excusa viable cuando dejemos esta farsa y no porque realmente estés planeando en unirte a los jodidos marinos. —exhalo. Mi mandíbula esta tensa, y tengo miedo de que, si aprieto un poco más mis dientes, pueda quebrarlos. Joder, ¿Qué coño pasa con este hombre? — ¿Y bien? —exijo una respuesta de su parte.

Cuando mis ojos conectan con los suyos, la mirada culpable que recibo de sus ojos me destruye. Esto no es una farsa, no es una cortina de humo. Es real. Él realmente está pensando en enlistarse. ¿Y porque esta mierda me molesta tanto?

— ¿Qué coño te pasa, Jules? ¿Te volviste loco? ¿Por qué mierda quieres unirte a ellos?

Él se muerde el labio inferior y se lleva las manos a los bolsillos de sus jeans antes de encogerse de hombros suavemente. Dios, como quiero abofetearlo en este momento.

— Yo... —comienza mirando al suelo y dando una patada a una mota de polvo inexistente. — Es algo que he estado pensando por mucho tiempo.

— ¿Cuánto tiempo? —presiono, y me sorprende lo frío y molesto que suena mi tono. No me reconozco, no suelo enfadarme y nunca lo he hecho de esta manera. Es solo que la idea de Jules de enlistarse es tan descabellada que no puedo conectar aun los puntos de porque mierda quiere hacer eso.

— Hummm... —dice nerviosamente—. Desde que tenía como nueve, más o menos. —responde, pero esto último parece más una pregunta que una respuesta afirmativa. Es como si no supiera a qué edad se le ocurrió esta maldita idea tan descabellada.

— ¿Disculpa? —gruño, barriendo una mano por mi rostro. — ¿Cuándo coño pensabas decírmelo? Todas esas veces que te pregunte qué harías después de la universidad y respondiste que aún no estabas seguro, eran una puta mentira. Sabías desde el primer día que pisaste el maldito campus lo que harías cuando te graduaras. ¿No es así? —acuso. Me enoja el hecho de que él no ha confiado en mí lo suficiente como para contarme esta mierda que ha pasado por su cabeza.

Jules tiene por lo menos la decencia de parecer avergonzado en este momento.

— No realmente.

— ¿No realmente? —pregunto con incredulidad.

— Quiero decir... después de que papá murió fue muy difícil en casa. Y descubrí a muy temprana edad que la universidad no era una opción para mí. Estaba decidido que en cuanto terminara el instituto iba a unirme a la marina. Entonces la universidad de Johns Hopkins me ofreció una beca por el futbol. No iba a tomarla, pero mi madre descubrió la carta en algún momento y me obligo a aceptarla. Era una buena beca, pero no lo suficiente para cubrir todos los gastos que presenta la universidad. Y supe desde el principio que si quería terminar la universidad tendría que tomar préstamos estudiantiles. No era una opción que quisiera, pero sabía que sería necesario. Y entonces la idea de enlistarme volvió. No hay seguridad de encontrar un buen trabajo en cuanto termine la universidad así que los marinos vuelven a ser una opción viable para ayudarme a pagar todo ese dinero. Me estoy ahogando en deudas estudiantiles, Zev. Esta es mi mejor opción.

— ¿Hablas en serio? —Pregunto con incredulidad—. Creo que ambos sabemos una mejor manera de pagar todo ese dinero sin tener que enlistarte. —Digo refiriéndome al maldito contrato deportivo que rechazo hace un par de semanas atrás. No entendí por qué rechazar la oportunidad de jugar para un equipo profesional, ya que es una oferta por la que muchos tipos matarían. Creo que ahora puedo ver el punto de Jules. Porque el sí debería o no enlistarse nunca ha sido una opción para él. Siempre ha sabido lo que haría incluso aunque intente mentirse a sí mismo.

— No quiero hablar de esto ahora mismo. —dice.

— ¿Sí? ¿Por qué, no? Creo que es porque sabes que tengo razón. —empujo.

— Zev, no ahora. —Dice en un tono de advertencia—. ¿De acuerdo?

— ¿Entonces cuando? —gruño—. Jules, es una locura lo que piensas hacer. Escúchame, soy tu amigo y me preocupo por ti.

— ¿Una locura? ¿Por qué diablos sería una locura? Miles de hombres se enlistan a diario en las fuerzas armadas.

Y miles de hombres mueren también estando desplegados, quiero gritarle, pero no le arrojaría esas palabras crueles a la cara después de que ha desempolvado el recuerdo de su padre, no después se saber cómo se siente acerca de esto. En este momento necesito ser la voz de la razón y si arrojo un comentario como ese a su dirección jamás me perdonara, pero joder no sé cómo hacerle recapacitar.

— Sí, pero lo hacen por razones muy distintas a la tuya.

— ¿En serio? Jodidamente ilumíname para saber cuáles son las razones correctas para unirme a la puta armada.

— ¡No lo sé, Julie! Pero las tuyas no lo son. ¿Deudas estudiantiles? Joder, no. Si realmente querías pagar esa maldita montaña de deudas debiste aceptar el contrato. Una firma y dos años de carrera habrían resuelto el problema, después podrías haberlo dejado.

— No vamos a tener esta discusión ahora mismo en medio del pasillo, estamos comenzando a hablar en círculos.

Y joder, sí. Lo estamos. Pero es inevitable. Sé que esta noche no lo voy a hacer cambiar de opinión sobre esa idea estúpida que se le ha metido en la cabeza. Creo que puedo decir que conozco a este hombre mejor que nadie. Y me asusta el hecho de que cuando algo se mete bajo su piel, es demasiado difícil sacarlo. Y sobre todo será jodidamente difícil persuadirlo de que esta es una idea estúpida. Sobre todo, por el hecho de que ha estado dentro de su cabeza por tantos años. Y no sé cómo demonios tratar con un Jules decidido, nunca lo he sabido. La enorme perra Pitbull en la casa de Harry es la prueba ferviente de que nadie puede decirle que no a este chico. A Harry no le gustan los perros, porque es demasiada responsabilidad cuidar a otro ser viviente aparte de sí mismo. Sin embargo, se está haciendo cargo de Angelina mientras no estamos en casa.

Jules sabe que botones apretar para tener las respuestas positivas en las personas. No sé cómo demonios lo hace, no sé si sabe de su jodido poder de persuasión, pero joder. Lo he dejado llevar animales a casa e incluso mantener a Angelina, pero esto no es algo en lo que me voy a rendir a la primera mirada de cachorro apaleado. Si quiere luchar por esto, bien. Luchemos.

Pero no se lo voy a poner fácil.

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