Por ti, las veces que sean necesarias

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Por ti, las veces que sean necesarias





Harry regresó solo a la cueva. Se había topado con Dumbledore volviendo a su despacho pero decidió irse sin responderle ni una sola palabra. Le había prohibido buscar a Severus, y eso lo tenía realmente enfadado.


Cuando puso un pie dentro del que fuera una especie de hogar, volvió a permitir que las lágrimas salieran, pero no les hizo demasiado caso, fue hacia la colchoneta que era su cama y tomó un pergamino que tenía guardado y entonces se puso a escribir.

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Draco llegó casi dos horas después, Harry no le dio importancia a su presencia, continuó escribiendo, estaba tan concentrado que incluso había olvidado seguir llorando.


Al verlo, el rubio fue hacia él, le conmovía la tristeza que el ojiverde manifestaba aunque sus ojos ahora estuviesen secos. Y hasta podía sentirse con remordimientos ante la alegría que albergaba su corazón, era intensamente feliz al saber que iba a poder quedarse con Remus y que contarían con el apoyo de Dumbledore para que nadie les descubriese.


Draco se sentó sobre la colchoneta frente a Harry, y entonces fijó sus ojos en lo que hacía, ya tenía varios pergaminos a su alrededor, y el que ocupaba entonces tenía dibujados algunos extraños garabatos que no entendía.


— ¿Qué haces?

— Nada. —respondió secamente.

— Veo que sigues molesto conmigo.


Harry dejó de escribir una anotación junto a aquel extraño dibujo, exhaló hondo y sonriendo levantó la mirada hacia su amigo.


— No, Draco... siento mucho cómo reaccioné, reconozco mi egoísmo al intentar que seas tan infeliz como yo, pero acepta por favor mis disculpas, te aseguro que me alegra sinceramente que tú y Remus vayan a tener una oportunidad aún sin buscarla.

— ¿De verdad?

— Lo juro. —afirmó honestamente.

— Gracias. —suspiró aliviado y permitiéndose sonreír con ilusión—. Yo quisiera ayudarte, Harry, pero realmente no creo que estemos en la misma situación... por lo menos Severus debe continuar o quizá el futuro cambie demasiado.

— No es así. Ya lo he estado pensando, y quizá mi oportunidad con Severus no se dé fácilmente, pero yo la voy a buscar y te aseguro que conseguiré que podamos estar juntos.


Harry juntó todos los pergaminos en un solo montón, y sonriendo esperanzado los colocó frente a Draco, aún sabiendo que el rubio no debía entender de lo que se trataba todo aquello.


— Destruiré a Voldemort aquí. —le informó Harry al notar la expresión confundida del chico que miraba los pergaminos sin comprender.


Draco levantó la mirada, y aterrado notó que Harry hablaba en serio.


— ¡No puedes hacer eso, es imposible!

— Nada es imposible. Sigo poseyendo el mismo poder mágico que tenía cuando emprendí el viaje a este tiempo, y en cambio, Voldemort tiene una desventaja, él no sabe nada de mí, no conoce la profesía y no tiene ningún vínculo que lo una a mi persona.

— ¡El vínculo es compartido, si no lo tiene él no lo tienes tú!

— Te equivocas, soy yo quien está en un tiempo diferente... él no. —aseguró arqueando una ceja con malicia—. El tiempo es relativo, Draco, las cosas no pueden catalogarse tan lógicas como tiende a ser tu modo de pensar.

— ¡Ni tan retorcidas como te hace especular la desesperación!

— Escucha, voy a intentarlo, cueste lo que cueste, si he de morir no pasa nada... después de todo, ya lo maté en el futuro ¿no? —cuestionó irónico.


Draco no podía creer aquello, su respiración se agitaba a cada segundo temiendo que su amigo hubiese enloquecido por completo... ¿Qué debía hacer ahora? ¿Contarle a Dumbledore? ¿Apoyarlo?... No tenía idea.


¿Qué hubieran hecho Ron y Hermione en este caso? Se preguntó.

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Esa noche, Draco casi no pudo dormir, de reojo miraba como Harry continuaba haciendo sus anotaciones, ya se había enterado que lo que pretendía era unir cabos para recordar con exactitud la localización de los horrocruxes, pero ya no quiso preguntar más... el tema le daba escalofríos


Cuando por fin pudo conciliar el sueño ya era muy entrada la madrugada, así que al despertar aún se sentía cansado. Buscó a Harry en su colchoneta pero el chico brillaba por su ausencia. Bufó.


— ¿Es que no puede quedarse quieto?


Perezosamente estiró todos sus músculos, y entonces, al haber cerrado los ojos, sufrió sobresalto cuando sintió que sus labios eran apresados con suavidad.


— ¡Remus! —exclamó fingiendo molestia por el abrupto asalto.

— Te ves tan lindo cuando duermes... y cuando te enojas.


Draco sonrió, para entonces Harry había pasado al olvido y atrajo al licántropo para que se acomodara sobre él y volver a besarse.


— ¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó retozando cómodamente.

— Ni tan temprano, es casi mediodía. También acabo de despertar.

— ¿Te sientes mal? —preguntó mirándole preocupado.

— No, tan sólo algo cansado. Dumbledore dijo que era normal y me sentiré mejor para mañana.

— Eso espero. —aseguró acariciándole el rostro.

— Me agrada verte preocupado por mí.

—Sólo un poquito. —rió.


Remus se apartó para sentarse a un lado, Draco se giró de costado, apoyando su cabeza en su brazo, mirando cariñoso a quien se había convertido en su pareja definitiva.


— Hablé con Dumbledore antes de venir. —confesó Remus, y en sus labios había una hermosa sonrisa.

— Parece que traes buenas noticias.

— Sí. Me dijo que puede conseguirte la documentación para que permanezcas en este tiempo, quiere que pienses en cómo te gustaría nombrarte pues no puedes seguir usando "Draco Malfatti" ni tampoco el verdadero, por obvias razones.

— De acuerdo, lo pensaré.

— Podremos mudarnos a América en cuanto me gradúe. Dice que tiene unos conocidos en una ciudad mágica que podrían adiestrarte para el empleo que quieras, incluso para Auror... pero deberás de esconder tu apariencia. Afortunadamente no hay registros mágicos sobre Draco Malfatti, de esa forma puedes seguir con tu vida sin preocupaciones.

— ¿Y tus amigos? ¿No han preguntado nada?

— Muchas cosas, les intriga que me les he desaparecido más tiempo de lo normal pero confían en mí. Será triste dejar de verlos, pero creo que valdrá la pena. Al único de quien no me imagino separado es a ti.


Draco asintió confirmando que pensaba lo mismo, y volvieron a besarse.

Destellos de ternuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora