21 latidos

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Mis amigos siempre solían bromear con que los 365 días del año yo era el centro de atención, sin embargo había ese día en el que no lo era y ese era en el partido de americano de mi moreno, no cualquier juego las finales

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Mis amigos siempre solían bromear con que los 365 días del año yo era el centro de atención, sin embargo había ese día en el que no lo era y ese era en el partido de americano de mi moreno, no cualquier juego las finales.

El Backyordigan era ganador nacional por tres años consecutivos, todo un récord claro esta y el partido final iba a llevar a muchos reclutadores.

El día del partido era importante y mi amigo al ser súper supersticioso nos hacía cumplir un régimen estricto de reglas.

—Dyre se te hará tarde come ya —me apuró mi hermano.

—Tenias que hacer el desayuno especial de partido —mire el huevo sobre mi plato.

—Perdón amor se me olvidó, si lo comes no pasara nada —señaló restándole importancia.

Me crucé de brazos, tal vez no pero no arriesgaría la tradición del partido.

—Ty no se enterará —prometió mamá.

—No puedo vivir con la traición a mi amigo —insistí.

Mamá negó para ceder y prepararme el desayuno rápido que era cereal con mucha azúcar y una dona, mi hermano bajo con Alex, sería su último día pues se iba en la noche de regreso a su país.

—Por fin volveré a verlo jugar —dijo emocionado el rubio.

—Nada de quitarse la playera he —advertí, se emocionaba de más.

—Ya veremos —dijo sorbiendo su jugo.

Dami solo negó para vernos.

—Niños —murmuró irritado.

Una de las reglas era ponernos los calzoncillos rojos de la suerte, únicos para estas situaciones.

Me puse la playera de mi moreno que me quedaba como vestido pero teníamos que estar en actitud todo el día, mi hermano me llevó a la escuela pues mi moreno seguramente estaba dando sus cien saltos de la suerte al igual que Nadi.

—Llevaré a los niños al partido pero no haré de niñera —sentenció— tengo una cita.

—Ah solo una y ese milagro —me burlé.

Dedri negó divertido para mirarme emocionado.

—Está vez si va en serio —sonrió— creo que encontré a la indicada.

—Me alegro por ti —afirmé ya le hacía falta— así dejas de ser tan sobre protector conmigo.

—Eso nunca —negó burlón revolviendo mi cabello.

Al llegar ya me esperaba mi ruso en la puerta.

—Hola Dedri —saludó mi ruso.

Mi hermano sólo lo miró entré cerrando los ojos haciendo la seña de que lo estaba vigilando... hermanos solo sirven para ponerte en vergüenza.

Hasta el último latir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora