18 latidos

125 21 9
                                    

Ese silencio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ese silencio... no hacían falta palabras para entender lo que pasaba.

—No —dije frustrado.

—Lo siento Dyre —suspiró mi doctor— mientras realizaban la extracción notaron que había una tumoracion en el corazón, de esa manera ya no es viable.

Sentía como ese nudo se formaba en mi garganta ahogándome.

—Pero pueden quitarlo no —se aferró mi hermano— una cirugía a y listo, será mejor que el que tiene y...

Mi papá puso su mano en su hombro para calmarlo, atrayéndolo en un abrazo.

—No es posible, lo siento —confirmo lo que ya sabíamos— ya llegará otro, solo hay que esperar y tener fe.

Mi papá salió para hablar con mi doctor.

—Dy...

—Quiero estar a solas —me adelanté sin poder mirar a nadie a la cara.

—Cariño no creo... —insistió mamá.

—Por favor mamá —pedí— quiero estar a solas.

Mamá asintió dejándome a solas, quería llorar... gritar y desahogarme pero lo único que pude hacer fue quedarme ahí sin decir nada.

Dedri entró para sentarse a mi lado un par de minutos después.

—Te mandaron de carnada no es así —mencione mirándole.

—Bueno era entre Dami y yo, pero coincidimos que si le gritabas a él bueno... ya sabes es Damian —explicó lo razonable.

Asentí, con Dami se aplicaba la segunda ley de newton lo que le dabas lo recibías al doble y eso incluían golpes y gritos.

—El doctor dice que ya te puedes ir a casa —informó— quieres quedarte otro rato o...

—Llévame a casi si —me apresure— no hay que arruinar más el día.

Mi hermano me abrazó para besar mi frente.

—Siempre puedo matar a alguien para conseguirte un corazón —bromeó para animarme.

—No digas estupideces Dedri —interrumpió mamá regañándolo al entrar.

Quería estar a solas así que mis amigos se fueron poco después de que me dieran el alta, al llegar a casa solo me tiré en la ventana.

Chetito entró por esa ventana para acercar su cabeza a mi para que lo acariciara.

—Estoy bien amigo —lo acaricie calmándolo.

Así como los animales huelen el miedo también huelen la desesperación, mi caballo empezó a pedirme caricias a las que correspondí.

—No es justo... —susurré— No lo es, no lo es...

Hasta el último latir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora