27 Latidos

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9 horas

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9 horas... 9 horas fue lo que duró mi cirugía de transplante de corazón, hubo un par de complicaciones pero al final fueron nueve horas en las que mi familia viví un infierno con esperanza.

—Familia Lambert —llamó mi doctor— fue difícil pero acabamos.

—Gracias doctor, gracias —dijo mi mamá respirando por fin como no lo había hecho en meses.

—Ya hice todo lo que estaba en mis manos, ahora todo esta en Dyre —expresó— porque lo fácil ya ocurrió la recuperación y todo lo demás... va a ser difícil.

—Mi hijo es fuerte doctor —asintió mi padre— tiene ganas de vivir así que estoy seguro de que podrá con esto.

Mi doctor asintió cansado, claro nueve horas de pie no es por nada pero por eso era mi héroe.

Me pusieron en cuidados intensivos pues si bien la cirugía ya había terminado mi cuerpo se tenía que adaptar, las setenta y dos horas siguientes eran críticas.

Había estado muchas veces de este lado, cuidados intensivos... era aterrador, ir despertando de la cirugía en esa fría sala, con voces tan distorsionadas que aterraban, sentirte solo y aterrado con mucho dolor.

En mi caso había estado casi dos semanas enteras en cuidados intensivos pues había pescado una bacteria que al menos no me mato pero si me dejo demasiado débil.

—Dyre... Dyre me oyes muchacho —escuché la voz de mi doctor.

—Aún... es hora de... la siesta —pronuncie débil.

—Ya veo que tu humor sigue intacto —dijo riendo— ¿Cómo te sientes?

—Me duele —dije cansado.

—Es porque vas despertando, te daremos más morfina de acuerdo —me calmó— te subiremos a piso, estás haciendo un gran trabajo amigo.

—Lo... sé —susurre.

Estaba agotado, físicas y mental y aún con eso... estaba muy feliz.

El señor me engaño y me metieron en aislamiento, un cuarto sellado por todos lados como si fuera radioactivo, nadie entraba más que mis doctores con trajes especiales, habían una especie de guantes y tubos que me permitían el contacto al exterior pero lejos de eso era todo lo que tenía.

Como los días pasaban y la anestesia me iba bajando empezaba a estar más consciente, tenía muchos tubos por todos lados y aún dependía del oxígeno pero respirar era más fácil.

—Buenos días dormilón —dijo mi madre tomando mi mano con esos guantes a travez de ese muro transparente.

—Mamá —dije despertando.

Ella me miró, estaba igual de cubierta como los doctores apesar de estar del otro lado.

—Mi niño —me llamó presionando mi mano— como te sientes.

Hasta el último latir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora