Septimo latido

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Por mucho tiempo yo era el bebito de la familia, hasta que mis padres decidieron no usar protección y tener a mi hermaninto ahí se cayó mi reino

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Por mucho tiempo yo era el bebito de la familia, hasta que mis padres decidieron no usar protección y tener a mi hermaninto ahí se cayó mi reino.

Sin embargo tener un hermano mayor podía ser tan genial o una agonía total.

Mi hermano iba de esos dos en minutos varias veces al día, eso si siempre se había tomado su papel de hermano mayor muy en serio, siempre defendiéndome ante cualquiera, presumiéndome con sus amigas para ver si así tenía novia... tiempo después solo cambió su técnica presumiéndome con algunos de sus amigo pues es muy selectivo.

Mientras me llevabas no dejaba de hablar como era común en él.

—Quieres ir a comer después de tu cita con el doctor —agregó divertido.

—Solo si tú invitas —acepté, andaba corto de fondos por la última vaca de peluche que me había comprado.

—Invita mamá —señaló divertido.

Acepté pues hace tiempo que no pasábamos tiempo juntos.

Al llegar se dió la casualidad de que nos encontramos a mi chico entrando.

—Bas —saludé feliz.

El chico llegó a nosotros con esa sonrisita.

—Hola Dy —dijo besando mi mejilla.

—Él es mi hermano —lo presenté.

Dedri se bajó del auto para saludarlo, sacando los músculos para verse más rudo.

—Dedrick —saludó dándole la mano.

—Bastian —se presentó, pude notar como mi hermano le apretaba la mano con fuerza.

—Un gusto —sonrió— dime cuáles son tus intenciones con mi hermano.

—¿Intenciones? —preguntó confundido.

—Si, buscas algo serio o sólo lo quieres para cojer —señaló.

—¡Oye no! —regañe— largo que ya vas tarde.

Mi hermano besó mi frente para mirar feo al chico e irse.

—Que vergüenza yo... lo siento —me disculpé.

—No te preocupes —me calmó riendo— yo hubiera querido tener un hermano así, pero ya sabes fui el accidente.

Negué divertido, el chico revolvió mi cabello para sonreír.

—Es comprensible nunca he tenido novio, tu debes tener algo de experiencia no —introduje el tema mientras íbamos a nuestros salones.

—Am si, algo —asintió confundido.

—¿Y cuánto tiempo anduvieron antes de ser novios? —pregunté nervioso.

—Un par de meses supongo —mencionó recordando.

Hasta el último latir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora