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El 88% de las personas que reciben un transplante de corazón sobreviven en su primer año, el 75% sobrevivirá en los 5 años y sólo el 56% a los diez años del transplante

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El 88% de las personas que reciben un transplante de corazón sobreviven en su primer año, el 75% sobrevivirá en los 5 años y sólo el 56% a los diez años del transplante... en pocas palabra este corazón no me iba a durar toda la vida... y en este momento por mi estaba bien si era el 22% de los que mueren en el primer año.

Dos meses y medio fue lo que pasé en el hospital y hoy me darían el alta por fin.

—Listo para ir a casa —me dijo mi doctor revisándome.

—Como sea —susurré— estaré rodeado de hipócritas mentirosos en todos lados de todas formas.

Mi doctor suspiró para sentarse frente a mi.

—Sé que estas enojado...

—Usted no sabe como me siento así que no traté de averiguarlo —gruñi.

Mi docto asintió, se levantó para llevarme afuera con mi silla.

—Si quieres estar enojado conmigo esta bien —me permitió— proyecta todo tu enojo en mi si es lo que quieres, pero no lo hagas con tu familia, lo único que hicieron fue protegerme.

—¿Protegerme? —le miré incrédulo— no decirme que mi novio estaba muerte y llevo su corazón es protegerme.

—Lo es, lo es en tu situación —aclaró— y un día lo entenderás, hasta entonces no seas duro con ellos... han pasado por mucho como tú.

No dije nada, mi madre y mi padre ya me esperaban afuera para llevarme a casa.

—Vamos cariño —acarició mi cabello.

Suspiré para asentir y subirme al auto... no recordaba la ligeresa de caminar desde hace años

Durante el camino iban hablando y hablando como si nada pasara y claro que pasaba... pasaba demasiado.

Llegamos a casa para ver a mi Vaca esperándome, con un cartel de bienvenida y muchos globos.

—Quieres acariciarla... te extraño mucho —dijo papá nervioso.

—No... tal vez más tarde —susurré.

Mamá asintió, al entrar por la puerta mis hermanos estaban ahí para irme abrazar, un fugaz abrazo y los aparte.

—Estoy cansado me puedo ir a mi habitación —insistí.

—Claro que si cariño —me sonrió— tu cuarto...

—No... no quiero entrar ahí —me negué— mi viejo cuarto.

Mamá me miró para asentir.

—Deja cambió las sábanas y listo —subió enseguida.

Subí con calma y es que lo odiaba... odiaba sentirme bien.

Me acosté en esa cama, una cama normal con un papel tapiz de Vaca pues desde pequeño me encantaban.

Hasta el último latir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora