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Miré atónita las bolsas frente a mi.

Oliver dijo que enviaría todo lo necesario para la cita, pero no me esperaba esto.

Bolsas que contenían cajas con nombres de diseñadores que ni en mis más grades sueños podría costear.

Abrí la caja más grande y ahogué un chillido al ver su contenido.

Era el vestido más hermoso del mundo, de color rosa, ceñido en la cintura, la falda y sus holanes caían como una bella cascada de seda, las costuras eran imperceptibles, una obra de arte del diseño de modas.

La segunda caja contenía unos tacones bajos blancos con pequeños detalles dorados, sumamente elegantes y hermosos, los tacones más bonitos del universo.

Agradecí que Lydia no hubiese vuelto a casa anoche, así podía disfrutar de aquel hermoso vestido sin tener que contestar sus preguntas de cómo lo había obtenido.

Pegada al interior de la tapa se encontraba una nota.

"Pasaré por ti a las 3:30, iremos a almorzar"

Que demandante.

Miré el reloj, 12:20 p.m.

Perfecta hora para comenzar a arreglarme.

Después de una ducha rápida, me detuve a mirarme al espejo, debo tener confianza en mi misma, mi mamá solía decirme que la confianza hace relucir la belleza, y yo le creo.

Me coloqué con cuidado aquel bello vestido y no pude evitar chillar de lo hermoso que era, me quedaba perfecto, como si lo hubiesen hecho a la medida.

Los zapatos eran increíblemente cómodos, parecía una princesa.

Me arreglé el cabello, crema, maquillaje, perfume, lista.

O, casi lista.

No encontraba entre mis accesorios algo que combinara, todos se veían muy pequeños al lado de tremendo vestido. Y la pulsera costosa que Carter me dió era plateada.

Tal vez Lydia tendría algo.

Caminé apresuradamente a la habitación de Lydia, nada, Lydia amaba tanto el plateado que todos sus collares y aretes eran de ese tono, que desesperación.

Miré la hora en el celular, 3:25, llegaría en cualquier momento.

Me resigné a no llevar nada, menos es más ¿Verdad?

Tomé una pequeña bolsa y metí el celular, labial y un par de billetes (por cualquier cosa).

El bolso era muy pequeño, entonces tuve que decirle adiós al monedero de perrito.

Tomé las cajas y bolsas, las metí en mi habitación, tomé la llave y cerré la puerta con seguro, no podía arriesgarme a que Lydia las viera.

Salí del departamento y bajé las escaleras cuidadosamente, no quería que el vestido o los zapatos se arruinasen.

— ¿A dónde tan arreglada princesa? — preguntó la portera apenas me vió, esta vez leía una revista reciente.

— Eh...yo, saldré, tengo una...cita— contesté atropellando las palabras.

— ¿Una cita? Que milagro — regresó la vista a su lectura — ¿Con el perdedor de tu ex novio? ¿O le aceptaste la cita al primero que te dijo bonita? — se rió por lo bajo.

Recuerdo que cuando llegué aquí, una vez, algo ebria, le ventilé todo el asunto de Henry, desearía no poder recordarlo.

— No...yo.

Novia a DomicilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora