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Nunca he sido fan de los hospitales, pero tampoco los detesto, sus pasillos me generan sentimientos encontrados, el aroma a limpio y los blancos pasillos inmaculados me generan una extraña sensación de paz, sin embargo, estos mismos pasillos han sido testigos de innumerables tragedias, sentimientos encontrados.

La sala de espera del ala psicológica no se parecía a ninguna que hubiera visto antes.

Los hospitales que visitaba cuando niña solían ser un poco fríos, con sillas de metal o plástico en la sala de espera, un aroma a antiscéptico y pósters algo descarapelados de campañas de salud de varios años atrás.

Esta sala en cambio, tenía sillones comodísimos, el aire acondicionado no es insufrible, incluso huele costoso. ¿Eso es un olor?

— ¿Señorita Emma Peterson? — dijo la enfermera con voz gangosa que miraba desinteresadamente la pantallaa de su computadora, uno creería que al ser un hospital prestigioso el personal sería más amable, supongo que hay de todo en cada lugar.

— Es, uhm, Peters —  dije titubeante.

La señora levantó la mirada desinteresada y la sostuvo unos segundos sobre mi, haciéndome sentir bastante pequeña.

— El doctor Jameson la recibirá ahora.

Miré  a Oliver suplicante, por favor que no me diga que tengo que entrar sola. Me dió una mirada llena de confianza, esperanza y justo cuando iba a decir algo, su teléfono sonó.

— Disculpa querida, debo atender esta llamada, es mi padre, entra, estoy seguro de que te irá de maravilla.

Me dió un beso en la frente y salió de la sala con el teléfono fusionado a la oreja.

Respiré hondo, uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos y ya estaba dentro de la oficina del Psicólogo Jameson.

Una sala mediana con un par de sillones beige, una alfombra blanca descansaba sobre el piso de madera, al fondo un escritorio de madera algo desgastado pero con un toque clásico y  una silla negra de escritorio de aspecto cómodo. 

La habitación despedía u agradable aroma a cedro y vainilla, aromas contrarios pero que juntos lograban armonizar a la perfección. 

— Bienvenida señorita Emma Peterson — dijo el doctor Jameson saliendo de una puerta a la cual no le había prestado atención, tal ez es un armario, o el baño.

El doctor parecía medir 1.80, un poco más tal vez, joven a mi percepción, aunque la gran cantidad de diplomas adornando la pared podrían indicarme lo contrario, complexión media, un poco delgado, tez olivacea, ojos marrones cubiertos por unos lentes redondos y cabello de un castaño claro acogedor, vestía una camiseta de mangas largas beige, un chaleco verde oscuro y una corbata a café, pantalones rectos del mismo tono y, quien lo diría,  sorpresa, zapatos del mismo tono café, encima la típica bata blanca con el logo del hospital y su nombre bordados.

Lucía una barba con bigote bastante peculiares, artísticos diría yo. Detrás de ellos se asomaba un cálida sonrisa. Dejó la carpeta que sostenía sobre el escritorio.

— De hecho es Peters.

— Oh, mis disculpas, el sistema debió capturarlo mal, lo corregiremos de inmediato.

Anotó algo en un post it amarillo y lo colocó encima de la carpeta.

Me indicó uno de los sofás con las manos, tomé asiento.

— ¿Cómo le gustaría que la llamara?

— Emma está bien.

— Perfecto Emma, empecemos

Novia a DomicilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora