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La casa de los padres de Oliver es precisamente lo que uno esperaría de la casa de uno de los magnates más importantes del mundo.

Una mansión enorme, con jardines gigantescos repletos de arboles, fuentes estatuas, un lago artificial, todo rodeado por bardas de máxima seguridad, una lujosa fortaleza impenetrable.

Oliver me sostuvo la mano todo el camino, pero sin dirigirme la palabra.

La ley del hielo, Henry solía aplicarla cuando se enojaba conmigo, temblé un poco pensando que tal vez Oliver ocultaba algo así en su interior. Que no tendría sentido, pareció muy disgustado al enterarse de las actitudes de Henry, prometió ayudarme a sanar, no podría ser igual a el.

Mi temblor debió llegar a Oliver, pues volteó a verme, la primera vez que me veía desde que salimos de casa, su rostro era serio, pero sus ojos desbordaban emociones, se veían tristes y a la vez nerviosos, parecía querer decir algo.

— Llegamos señor Oliver - habló el chófer.

- Gracias George - contestó Oliver rompiendo la conexión de nuestras miradas.

Bajó del auto, sus pisadas sonaban contra los pequeños charcos del suelo, remanentes de la lluvia ocurrida hace unas horas.

Abrió la puerta y me ayudó a bajar, la enorme puerta principal se erguia amenazante ante mi.

Entramos recibidos por un mayordomo, que no dijo mucho, nos dió la bienvenida y con un gesto nos indicó que ya nos esperaban en el enorme comedor. Contrario a lo que esperaba, la casa es de un blanco totalmente puro, con pequeños detalles de color negro en muebles y decoraciones, tal vez la madre de Oliver estuvo a cargo de la decoración.

Entrando al comedor nos topamos de frente con Erika, quien vestía un traje formal y apretaba una carpeta contra su pecho, me barrió con la mirada, saludó a Oliver y se fué. Extraño.

- Bienvenidos - dijo el padre de Oliver levantándose de su asiento.

El comedor era precioso, una mesa larga de cristal y a su alrededor 10 sillas, en casa lugar había un mantel negro, platos blancos, cubiertos y copas doradas. Un ventanal justo en la cabecera de la mesa le daba un aire de poder extraño al padre de Oliver supongo que se pensó para dar ese efecto.

A su izquierda se encontraba la madre de Oliver, una mujer preciosa.

De tez pálida y mejillas rosadas, complexión delgada, cabello rubio y lacio que caía como cascada en su espalda y hombros, ojos azules como zafiros, su mirada pacífica dirigida hacia sus manos, honestamente se veía bastante joven para su edad, beneficios de ser una esposa trofeo ¿No?

El señor Black nos indicó con las manos nuestros asientos, Oliver acomodó mi silla para que pudiera sentarme, posteriormente él se sentó a mi lado, tomó mi mano por encima de la mesa.

— Gracias por venir a la velada Emma, no imagino con que habrás tenido que chantajear a mi hijo para convencerlo de venir, Oliver, nos encanta tenerte de vuelta en casa — dijo el señor Black tomando su asiento nuevamente.

La madre de Oliver solo nos miró con una sonrisa.

— Si padre.

¿Debería decir algo? No venía nada del ambiente familiar en la carpeta.

— Me alegra mucho poder conocerla señora Black — dije intentando no sonar extremadamente nerviosa.

— A mi me alegra poder conocer a la mujer que le robó el corazón a mi Ollie.

Su voz era suave y tersa, tranquila y pacífica, la voz de alguien que vive sin preocupaciones. Sin embargo, algo en el como dijo esa frase me hizo dudar de si realmente le alegraba conocerme.

Novia a DomicilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora