Capitulo 16:

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Ginny permaneció sentada en su puesto. Sus oídos estaban aturdidos por un chillido horrible y casi infinito que no cesaba. Repentinamente comenzó a sudar frio, y su cabeza era un completo caos. Tal vez había escuchado mal. Tal vez sus oídos le engañaron. O tal vez todo aquello era un simple sueño del que pronto despertaría, (aunque no tenía demasiada fe).

Ya ni siquiera podía sentir la madera de su asiento debajo de ella, ni la mano de Harry tomando la suya aunque aún lo estuviera haciendo, pero algo que si se le hacía evidente, eran las miradas de todos los presentes en el Gran Comedor puestas como dagas en ella, una sensación horrible que le heló la sangre.

Nadie aplaudía, y un zumbido que se asemejaba a unas abejas enfurecidas empezó a llenar el salón. Algunos alumnos hasta se levantaban para ver mejor a Ginny y a Harry.

En la mesa de los profesores, la profesora Mcgonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo.

Por fin reaccionando, Ginny miró a Harry sintiendo los latidos de su corazón en la garganta. El azabache tenía un rostro inexpresivo cuando le devolvió la mirada, hasta que pareció notar el miedo en los ojos de Ginny, porque le dirigió entonces una mirada tranquilizadora (que en realidad no surtió ningún efecto). Más allá de ellos, Ginny vio que todos los demás ocupantes de la mesa de Gryffindor los miraban con la boca abierta. Hermione y Ron le dirigían miradas aturdidas, y también sorprendidas.

En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora Mcgonagall.

--¡Harry y Ginny!-- llamó con voz fuerte --¡Harry y Ginny! ¡Levántense y vengan aquí, por favor!

--Vamos-- susurró Harry con decisión, levantándose y apretando la mano de Ginny para que hiciera lo mismo

Ginny se puso de pie. Pisó sin querer el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco, pero Harry tomaba fuertemente su mano e impidió la caída. Avanzaron por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. A Ginny el camino le parecía interminable. La mesa de los profesores no parecía hallarse más cerca de ellos aunque caminaran hacia ella, y lo peor era que notaban la mirada de cientos y cientos de ojos, como si cada uno de ellos fuera un reflector. Ginny tenía un expresión de puro terror y confusión, mientras Harry tensaba su mandíbula con valentía, jalando a la pelirroja y lanzándole de cierta forma, la seguridad que ella no podía atrapar.

El chillido en los oídos de Ginny se hacía cada vez más fuerte, y sentía el cuerpo levemente adormecido como si la hubieran torturado con la maldición cruciatus. Después de lo que le pareció una hora, se hallaron delante de Dumbledore y notaron las miradas de todos los profesores.

--Bueno... crucen la puerta, chicos-- dijo Dumbledore, sin sonreír

Harry apretó la mano de Ginny y pasaron juntos por la mesa de profesores. Hagrid, sentado justo en un extremo, no les guiñó un ojo, ni levantó la mano, ni hizo ninguna de sus habituales señas de saludo. Parecía completamente aturdido y, al pasar Harry y Ginny, los miró como hacían todos los demás.

Ginny observó con horror, como la puerta de madera se cerraba detrás de ella, y pronto, se encontraba junto a Harry, fuera del Gran Comedor, en una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas. Delante de ellos, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor.

Cuando entraron, las caras de los retratados se volvieron hacia ellos. Ginny vio que una bruja con el rostro lleno de arrugas salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.

Nuevo Comienzo (4 Libro) (Hinny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora