Jade
Lanzo mi teléfono celular contra la almohada. ¿Acaso he dejado algo de valor allá? Hago un repaso mental y llego a la conclusión de que Bill solo hizo la llamada para fastidiarme. Él no sería incapaz de tocar a la Nana. Me dijo que no se refería a ella, ¿entonces a quién?
Me levanto con pesadez de la cama, enseguida los vellos de mis brazos se erizan al respirar un aroma varonil en el ambiente. Para despejar las dudas vuelvo a tomar el celular y le marco a mi padre.
—Cariño, ¿sucede algo? —Cuestiona intranquilo una vez contesta la llamada.
—No, solo quería saber si has pasado por mi cuarto hace un par de minutos. —Respondo con voz tranquila.
—Oh sí. Fue de pasada, terminó mi jornada por hoy y antes de marcharme decidí visitarte, pero estabas dormida. Te dejé la comida encima del escritorio.
—Está bien, me hubieras despertado. —Me escucho desconcertada, golpeo mi frente con mi mano ante ese tono.
—No quise, te veías muy tierna. ¿Estás bien, te escuchas extraña, tuviste un mal sueño? —Pregunta al ver que me quedo en silencio.
Recuerdo el sueño con Adán y en seguida un calor abrasador me recorre. Rasco mi nuca y aprieto los ojos en señal de desaprobación.
—La verdad es que sí, fue una pesadilla. —Una voz interna me acusa de mentirosa
—Oh, tranquila amor. De haberlo sabido te hubiera levantado y comíamos juntos, pero debía corregir unos exámenes... —Mientras habla camino hacia el espejo que tengo colgado en la pared y me dispongo en arreglar mi cabello—. Aunque, no parecías tener un mal sueño.
Pongo los ojos en blanco, observo mi rostro en el espejo. En milésima de segundos el color pálido es sustituido por rojo. Siento vergüenza y en seguida me pongo nerviosa. Comienzo a tartamudear palabras incoherentes, en respuesta mi padre suelta una carcajada. Bufo y maldigo en voz alta para luego ganarme un regaño por parte de él.
—Debo colgar. —Suelto de golpe.
—Claro, nos vemos. Por cierto, mañana no hay clases, puedes descansar—Dice en un tono gracioso.
—Ajá. —Pronuncio con desánimo demostrándole que no me interesa la razón por la cual no hay clases.
—Un beso, hasta luego. —Añade luego de lanzarme un reguero de besos por teléfono.
—Adiós papá, te quiero.
Luego de finalizar la llamada la duda vuelve a mí. No solo mi padre estuvo aquí, mi sombra ha vuelto, pienso. Siento la cara pegajosa, como si hubiera llorado, extraño. Observo de nuevo la habitación y vuelvo a pensar en lo mismo.
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Cambiando al enemigo [En Edición]
Misterio / Suspenso¿Quién dice que el amor no es capaz de cambiar un corazón maligno? Se cuenta que es un sentimiento tan poderoso que incluso puede traer a alguien de la muerte. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la misión importa más que un mero sentir? Los caminos de...