Capítulo 23

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Jade

Llego a mi cuarto y me sorprendo al ver a mi padre esperar fuera de la puerta. Cuando escucha mis pisadas voltea a verme. Su ceño se relaja, y su semblante serio cambia a uno aliviado. Cruza sus brazos y espera a que hable.

No sé porqué me siento como si hubiera hecho algo malo, cuando no lo hice... ¿o sí? Mi subconsciente ríe ante mi absurdo pensamiento y me acusa de traviesa.

-¿Se puede saber en dónde has estado? -Pregunta intentando disimular su enfado.

-Con Sebastián. Lo acompañé desde temprano a hacer unas diligencias.

Digo lo primero que pienso. Soy una mala mentirosa.

-¿Ah sí? -Asiento ante su tono sarcástico-. ¿Y se puede saber en dónde te dejó tirada que regresó en tu auto y sin ti?

Oh-oh... ¡Mierda! Estás en problemas, me dice mi subconsciente. Abro mis ojos más grande de lo normal, y siento que la sangre abandona mi rostro. Me mantengo en silencio; avergonzada, sin saber que decir.

-Estoy esperando una respuesta cierta. -Dice con tono hosco-. ¿Tanto te cuesta ser sincera con tu padre? -Pregunta dolido luego de un minuto en el que no dije nada-. No sabes lo preocupado que me tenías...

Continúa, y yo soy incapaz de mirarle a la cara. Sé que no es justo para él, pero no sé cómo explicarle con quién estuve y lo que hacía.

Mi padre pasa por mi lado para marcharse. Tomo valor y lo detengo tomando su mano.

-Estaba saliendo con alguien. -Digo en tono bajo, aún sin mirarle.

-¿Puedo al menos saber con quién? -Pregunta con seriedad.

Asiento nerviosa... ¿y si le digo? No puede tomárselo tan mal. Inhalo el aire y luego lo exhalo. Nerviosa, pincho con mis dientes mi labio inferior, y cierro los ojos al recordarme de Adán cuando me pidió ser su novia.

-¡Tengo novio, papá! -Lo digo tan rápido y sin abrir los ojos.

Silencio. Un maldito e incómodo silencio nos envuelve. Abro despacio un ojo para mirarle. Su cara parece... ¿perturbada?

Bien, -carraspea la garganta y mira un punto fijo en la pared-. Ehhh... solo espero que estén usando protección.

Siento que mi cara se torna en distintos colores, empezando por el rojo, y terminando por el pálido.

-¡Papá! -Exclamo avergonzada, tapando mi rostros con ambas manos.

-¿Qué? No esperes una charla sobre sexo, porque no te la daré. -Contesta con humor. Claramente burlándose de mí.

-¡Por Dios! -Susurro en voz baja.

Mi padre se acerca. Aparta mis manos de mi cara. Toma mis mejillas en sus manos y besa mi frente. Sonrío y lo abrazo.

-No te avergüences. Eres una joven hermosa e inteligente. Ya se me hacía raro que no tuvieras novio... eres muy atractiva, como que heredaste mis genes. -Comenta con orgullo haciéndome soltar una risotada-. ¿Y bien, puedo saber quién es el afortundado?

-Luego te lo presentaré. -Le digo deshaciendo el abrazo para mirarlo con una sonrisa.

-Eso espero. -Murmura acariciando mi mejilla-. Yo sé que no tengo el derecho de cuestionarte, ni de juzgarte por lo que haces porque no me siento el indicado para eso. Me he perdido tantos años de tu vida, pero agradezco ésta oportunidad que me has dado. Me lleno de alegría al escucharte llamarme papá, y más que confíes en mí como para contarme detalles que te hacen feliz. Pero al menos espero que me comuniques cuando vayas a salir, porque el no saber de ti me asusta... temo que te pase algo y que yo... -Le corto cuando su voz comienza a escucharse atropellada.

Cambiando al enemigo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora