Jade
Abro mis ojos, parpadeo repetidas veces para acostumbrarme a la claridad del día. Observo el reloj, y suspiro. Ya han pasado varios días y no he sabido nada de Adán. Hoy es lunes; mi cumpleaños. El dolor en mi pecho hace su aparición hoy otra vez. Me acompaña desde aquella noche en la que lo llamé, y le confesé lo que sentía. Siento que ya no quedan lágrimas en mis ojos de tanto llorar. Creía que con soltar de una vez esas palabra que tanto miedo me daban, él me perdonaría, se aparecería aquí en mi habitación, pero eso no pasó. Me quedé esperándolo el día siguiente, y el otro. No he asistido a las clases, y el fin de semana lo pasé encerrada; ni los libros consiguieron distraerme. Mi padre anda preocupado, al igual que Sebastián.
En uno de esos días vino a mi habitación, y al ver mi estado se sintió peor que yo. Le comenté porque estaba así, y le dije que Adán me había pedido ser su novia y que yo había aceptado.
-¿Qué sientes por él? -Recuerdo que me preguntó sin mirarme a la cara.
-Lo quiero. -Fue mi respuesta, luego rompí a llorar.
-Tranquila, solucionaré este problema. -Me dijo. Se levantó, y se fue.
Desde ese día no lo he vuelto a ver. Estaba sola, y la realidad era que quería estarlo.
Suelto un bostezo, y con pesar me levanto de la cama. Hago la misma rutina de los días anteriores; ir al baño, cepillarme, y bañarme con agua caliente para que el vapor me arrope y nuble mis pensamientos. Luego de eso salgo con una toalla cubriendo mi cuerpo, me dirijo a mi armario, y busco algo cómodo. Opto por unos shorts, botas planas de color crema, y un sueter holgado color negro. A pesar de no querer ir a clases debo asistir. Necesito distraerme, y estar encerrada en mi habitación no me ayuda. Decido llevar mi cabello suelto y ondulado. Me maquillo un poco para no verme tan destrozada. Disimulo una sonrisa frente al espejo.
-Bien, esto funcionará para tranquilizar a mi padre. -Murmuro.
Puede que le sonría mostrando una felicidad fingida, pero por dentro estoy rota. Me pongo unas gafas, tomo mi bolso, y salgo dispuesta a pasar otro día gris.
Voy al estacionamiento. Localizo mi auto, me monto, y me dirijo a un Starbucks cerca del campus para desayunar algo. Al entrar hago turno detrás de una pareja. Los minutos pasan y la fila no avanza. De pronto la pareja de enfrente comienza a hacerse mimos. No pierdo de vista sus miradas y el intenso brillo que desprenden. Sonríen con ternura y se olvidan del lugar en donde se encuentran, y de las personas. Escucho como él le susurra un te amo cargado de amor. Ella lo abraza y permanecen un rato así. Mis ojos se empañan al desear lo que ellos tienen, pero con Adán. Me pierdo en los recuerdos que no me doy cuenta de que el tiempo avanza. Un carraspeo me hace aterrizar de nuevo. Observo al frente y la pareja a desaparecido, y es mi turno.
-¿Qué desea ordenar? -Pregunta la chica con una sonrisa.
Seguro parezco tonta. No le devuelvo la sonrisa, y sin deseos de comer algo me limito a pedir un café.
Al llegar al campus bajo de mi auto con un poco de energía; gracias al café. A medida que avanzo no disimulo y miro por todos los lados, deseando verlo, pero no lo encuentro. Entro al salón de clases de mi padre. Lo observo mientras organiza unos libros. En el salón hay dos estudiantes, incluyéndome yo. Toco con mis nudillos la puerta; llamando su atención.
-¡Hola! -Exclama emocionado al verme. Viene hacia mí y me da un abrazo. Suspiro, sintiéndome bien. Esto es lo que necesito-. Pensaba que hoy no te presentarías en clase, ¿ya te sientes mejor? -Pregunta deshaciendo el abrazo.
-Sí, papá. -Le digo y muestro mi ensayada sonrisa.
-Por cierto... tengo algo para ti. -Dice mientras camina hacia su escritorio. Lo observo rebuscar en las gavetas hasta que saca una caja envuelta en papel rosa. La toma en sus manos y con una sonrisa en sus labios me la entrega-. ¡Feliz cumpleaños, mi amor!
ESTÁS LEYENDO
Cambiando al enemigo [En Edición]
Misteri / Thriller¿Quién dice que el amor no es capaz de cambiar un corazón maligno? Se cuenta que es un sentimiento tan poderoso que incluso puede traer a alguien de la muerte. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la misión importa más que un mero sentir? Los caminos de...