Capítulo 4

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Jade

Al entrar en el despacho de Bill siento la falta de oxigeno, por lo que inhalo profundamente y luego dejo escapar el aire. Observo los cuadros de pintura mientras camino hasta detenerme frente a su escritorio. Bill ni siquiera pestañea. Tiene la mirada fija en la pantalla de su ordenador. Por su cara deduzco que está concentrado, pero también furioso. Luego de una eternidad, en la que el cansancio parece querer vencerme, volteo los ojos, y le doy la espalda a mi padrastro para largarme a mi habitación.

—¡¿Adonde crees que vas?! —Me pregunta con voz altiva y yo detengo mi paso. Su voz gruesa hace eco en las cuatro paredes, erizando los vellos de mis brazos.

Trago con dificultad y me volteo. Bill se levanta y se dirige hasta la pequeña mesa, llena de botellas de licores para servirse una copa de whisky.

—¿Para qué me pediste que bajara si estás ocupado? —Le respondo con una pregunta, llena de irritación.

Bill da un último trago y me fulmina con la mirada.

—¿Es que no sabes esperar, estúpida? —Vuelve a servirse otro trago y se lo bebe en un abrir y cerrar de ojos—. Acabo de revisar unos documentos importantes, y tú tienes que ver con ellos. Así que deja de quejarte, toma asiento y mantén la boca cerrada.

Le obedezco y hago lo que me pide para no enfadarlo más. Arrugo mi nariz con asco al ver que vuelve a beber otra copa de whisky ¿Por qué está bebiendo tanto?

—No deberías beber tanto... No es bueno que.. —Bill lanza la copa contra la pared. Me cubro cuando se hace añicos y pequeños cristales vuelan por la habitación—. ¡¿Es que acaso perdiste la cabeza?!

—Te dije que mantuvieras la boca cerrada. —Masculla con los dientes apretados mientras se dirige nuevamente a su sillón—. Te mandé a llamar para informarte que al finalizar el verano ingresarás a una de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos.

Mientras habla evita mirarme. Le observo y cuando nota que mi mirada lo escruta, se remueve un poco inquieto.

—Que casualidad Bill... —Empiezo a decir con ironía.

Bill se queda callado y con su mirada me pide que prosiga. Empiezo a sospechar de todo, y algo me dice que él ya ha movido las fichas en su tablero, dejándome en jaque. Su seguridad y su mirada penetrante no reflejan la duda de lo que diré, más bien me acusan de que perderé mi tiempo y que él ya ha decidido por mí, como siempre.

—Justo antes tenía pensado decirte que quiero estudiar.

—Muy bien. No me gusta verte todos los días malgastando el tiempo en esos tontos libros que lees. Te pasas los días y las horas metida en la biblioteca. La vida sigue Jade, no puedes pasar el resto de tus días escondiéndote detrás de los libros. Me preocupas y quiero ayudarte. 

Arqueo mi ceja cuando escucho su tono de preocupación, claramente fingido. Bill me muestra una sonrisa socarrona al ver que lo miro con desconfianza. Antes de que se me adelante debo mover ficha. Para Bill es todo un juego, y en la mayoría siempre gana. No obstante, no me rindo ante las derrotas. Puede ser arrogante, dominante, pero sabe que no se la dejo fácil. Así pasamos nuestro diario vivir, jugando con un imaginario tablero.

—Agradezco todo lo que estás haciendo, pero no necesito de tu ayuda. 

Nuestras miradas se cruzan. Me sostiene la mía, retándome. No parpadea y yo no me quedo atrás. Intento mostrarme decidida y no dejo que me intimide. Tardamos varios segundos, en lo que el silencio reina en el despacho, para luego ser interrumpido por una estruendosa carcajada de parte de Bill.

Cambiando al enemigo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora