Jade
Cruzamos tomados de la mano por las grandes puertas de la Universidad. No se me ha borrado la sonrisa de enamorada desde que salimos a desayunar. Observo a Adán con detenimiento y mi felicidad aumenta. Realmente ha cambiado de estilo, pues ya no trae la típica chaqueta negra de cuero y los pantalones rasgados al estilo de chico malo. Me sorprendió ver que hasta sus botas de motorista no se puso. Unos simples jeans azules, camisa de cuadros blancos y rayas azules, tenis color negros y el cabello despeinado hacen que se vea más juvenil, menos rudo.
Varias miradas se posan en nosotros. Por el rabillo del ojo veo a las chicas murmurar entre ellas mientras me dedican una mirada llena de envidia. Poco a poco mi sonrisa se apaga, agacho mi cabeza y sigo andando queriendo llegar al salón cuanto antes. Un apretón de mano me hace elevar la mirada hacia el chico que hace latir mi corazón con más fuerza en milésima de segundos.
-¿Por qué ese cambio tan drástico? -Pregunta con tranquilidad mientras avanzamos. Niego con mi cabeza y le sigo el paso-. Que no te incomoden. -Murmura al darse cuenta de las personas que nos observan.
-No suelo llamar la atención. Es por eso mi incomodidad. -Comento sin despegar la vista del frente.
Adán suelta una risita. Lleva mi mano a sus labios y deposita un tierno beso, provocando que mi sonrisa vuelva a aparecer.
-Haz como yo, nena. Me olvido de todos y me ocupo en mirarte, pensarte y a la vez extrañarte. Tanto que me olvido hasta de quién soy. -Mi sonrisa se ensancha más al escuchar la dulzura en su voz-. Eso es sonríe, te ves mucho más hermosa.
-Estás bien romántico.
-¿Ves? Te lo dije, -ríe-. Cuando se trata de ti, me olvido de todo y hasta un cursi me vuelvo. ¿Dónde aprendiste a hacer magia?
Mis pasos se detienen bruscamente y lo miro con los ojos bien abiertos. Adán me observa divertido, pincha sus labios y a la vez infla sus cachetes para aguantar la risa. Perdida de tiempo porque termina riéndose. Pongo mi mano en su frente y arqueo una ceja.
-Estás caliente y creo tienes fiebre porque andas diciendo disparates.
Adán aparta mi mano con delicadeza, toma la otra y las lleva hasta sus hombros, luego coloca sus manos en mi cintura y pega su frente a la mía. Nuestras narices chocan y Adán acaricia la suya con la mía haciéndome cosquillas. Cierro mis ojos, sonrío y disfruto el tierno gesto. Adán dirige su boca a mi oído y en un sensual tono de voz, murmura:
-Estoy caliente porque tu me provocas con tan sólo una mirada y una sonrisa.
Nuestras miradas se encuentran. Nuestros labios se reclaman y a gritos piden estar unidos. Antes de sentir un leve roce el timbre suena, trayéndonos a la realidad.
-¡Ups! Creo que no hay tiempo para un beso. -Le digo mientras le dedico una mirada travieza.
Adán hace un puchero, y entre risas empiezo a caminar hacia la clase que me toca. Justo antes de pisar un pie dentro del salón Adán toma mi mano, me atrae a él en un rápido movimiento, coloca sus dedos en mi barbilla y besa mis labios con dulzura. Nos separamos cuando el profesor carraspea.
-Nos vemos en la siguiente clase. -Me dice al tiempo que me da un beso de pico. Asiento, nos miramos y sonreímos como dos tontos enamorados.
Bajo de la nube cuando volteo y veo caras raras, incluyendo la del profesor. Siento mis mejillas arder de vergüenza y me dirijo a mi asiento. Mi mirada busca a Sebastián, pero su asiento está vacío. A mi mente llega el recuerdo de la noche anterior y decido no preocuparme. Luego hablaremos, supongo. Durante la clase hago anotaciones, me enfoco en las palabras del profesor y me entrego por completo a la materia. Mi concentración es interrumpida por la vibración de mi teléfono. Sin que el profesor me pille, desbloqueo el celular y leo el mensaje de Sebastián.
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Cambiando al enemigo [En Edición]
Mistério / Suspense¿Quién dice que el amor no es capaz de cambiar un corazón maligno? Se cuenta que es un sentimiento tan poderoso que incluso puede traer a alguien de la muerte. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la misión importa más que un mero sentir? Los caminos de...