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Bobby llegó al lugar sin quitar su eterna sonrisa, observando con cuidado todo a su alrededor: se trataba de un antiguo castillo feudal, o al menos lo que quedaba de él luego de tanto tiempo

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Bobby llegó al lugar sin quitar su eterna sonrisa, observando con cuidado todo a su alrededor: se trataba de un antiguo castillo feudal, o al menos lo que quedaba de él luego de tanto tiempo. Aunque las paredes parecían ser bastante sólidas el lugar en sí parecía algo sucio, abandonado en su gran tamaño.

Avanzó hasta el gran salón en el cual podía percibir la presencia del anfitrión. Lo que anteriormente había sido alguna especie de salón de baile para entonces era una gran habitación vacía, sin ventanas e iluminada apenas por algunas velas sueltas. Al otro lado había un gran trono, el único mueble que había sobrevivido al paso del tiempo gracias a que estaba hecho con la misma piedra maciza que las paredes.

Y justo sobre aquel trono estaba su antiguo amigo, aquel hermano con quien había pasado tantas noches de diversión y desenfreno hacía muchos años, antes de que tuvieran que separarse.

Mino seguía siendo igual que entonces, aquella sonrisa confiada y algo altiva con la que lo recibió era tal cual como la recordaba. Parecía, sin embargo, más fuerte que antes, sus ojos tenían un brillo aún más poderoso en medio de toda esa húmeda oscuridad, aún así Bobby no se amilanó y sonrió como si nada.

—Ey bro, me alegra ver que no has perdido el gusto por la teatralidad —se burló, acercándose un poco a él.

—Oye, ¿puedes culparme por mantener mi esnobismo de antaño? —se defendió con un gesto lánguido de la mano.

—Ja, no, no puedo culparte. Y vaya castillito que te conseguiste ¿eh? ¿Te recuerda a tu antigua vida?

Bobby supo que se había equivocado de tema al ver la mirada peligrosa de su amigo perder algo de su brillo, había olvidado que era un tema algo delicado para Mino.

—¿Y qué hay de tí, mi pequeño hermano? Supe que tuviste algunos problemas luego de que nos separamos.

Bobby se encogió de hombros, sin dejar que su sonrisa se modificara en lo más mínimo, incluso rio un poco como si todo se hubiera tratado de una travesura.

—Algo así, una vez que nos separamos intenté emular nuestra pandilla, como cuando solo estábamos tú, yo y Tablo-hyung. Pero ninguno de esos chiquillos lograba seguirme el ritmo así que solo los dejé.

Mino rio ante aquello.

—Tú tampoco has cambiado, eres un desvergonzado.

—¿Qué te digo? Es mi naturaleza, ¿por qué habría de cambiarla?

De pronto los ojos del mayor se achicaron.

—Y, sin embargo, aquí estás de nuevo, frente a mí.

—Pues claro, supe que habías pasado cerca de mi territorio y me diste la oportunidad perfecta para escapar y venir.

Mino levantó un ceja, parte de su ser quería confiar en aquello, quería creer que podía tener de regreso a su antiguo compañero de fiesta para poder retomar ese ritmo de vida que añoraba, quería eliminar el aburrimiento y la soledad que sentía. Sin embargo, tampoco podía confiar del todo, no hasta descubrir qué era lo que realmente quería su dongsaeng.

—¿Crees que no olí tu sangre, tu esencia, en aquel chiquillo al que le robé mi bocadillo?

De nuevo, Bobby contestó con una risotada.

—¿Y cuándo lo negué? ¿Cómo crees que me enteré de que acudiste a mi territorio?

—¿Y no quieres recuperar a la presa de tu creación?

El menor hizo un gesto algo despectivo con la boca.

—Ag, claro que no, ¿por qué querría algo así, si él no tuvo la fuerza para defenderlo? Además, lo dejaste bastante herido, en este momento está bajo el cuidado de BI, lo cual me permitió por fin escapar de su vigilancia.

Mino suspiró, aquello parecía tener sentido.

—Entonces, ¿en verdad quieres volver al mismo ritmo de vida que llevábamos?

—Es lo que planeo, y sería mucho más divertido si pudiera tener a mi hyung a mi lado de nuevo.

Aquello fue suficiente, la sospecha desapareció de los ojos de Mino para convertirse en diversión y un poco de bravuconería.

—Así que... ¿quieres ver el bocadillo que me robe?

—Eres malvado, anda muéstramelo.

Mino se estiró para golpear con los dedos una pequeña campanita que había a un lado. Al inicio pareció que nada había cambiado luego del tintineo agudo y Bobby estaba a punto de burlarse cuando lo percibió.

Algo se acercaba, alguien con una esencia débil que avanzaba con paso tambaleante hacia el salón en el que estaban. Por algunos momentos le pareció reconocer el olor de Jay, pero había algo diferente...

Cuando la puerta se abrió fue que Bobby lo pudo ver, en efecto se trataba de Jay, pero parecía estar sumamente ebrio, incluso podía oler el alcohol en su sangre a pesar de la distancia.

Jay se tambaleaba a causa de la borrachera y su piel parecía pálida y sudorosa, sus ojos brillaban como si tuviera fiebre y se mantenían entrecerrados, Bobby se pudo dar cuenta que intentaba enfocarlo hasta que sus labios resecos formaron su nombre sin pronunciarlo, lo había reconocido.

Antes de que ninguno de los dos pudiera despegar la mirada del otro Mino tronó los dedos, logrando que el peliblanco brincara en su lugar y volviera la atención a él. La criatura de mayor edad hizo un gesto para que se acercara.

Con ese mismo paso tambaleante se acercó para quedar junto al trono de piedra, hasta tomar la mano que Mino mantenía en alto para él, como si se tratara de una invitación. Una vez sujeto la criatura lo jaló hasta que quedó sentado sobre su regazo, con la espalda pegada a su pecho.

—¿Qué te parece, Bobby-ah? He convertido a este bocadillo en un delicioso cóctel.

—Ya veo, y en uno muy curioso al parecer —señaló hacia el hombro de Jay— un cóctel directo "del regazo de Dios" —comentó con voz burlona.

Mino rio también, estiró la mano derecha para rodear a Jay y pasar la punta de los dedos sobre el tatuaje allí marcado.

—Cierto, "En el regazo de Dios" pero ahora está en mi regazo —rio bastante—, aunque tiene sentido, porque ahora yo soy tu Dios, ¿no es así?

—Sí, amo —contestó Jay con la voz baja y aguardentosa.

Bobby apenas pudo contener un quejido, aunque lo ocultó bien con un bufido de diversión.

—Vaya que lo hiciste bien, Mino hyung.

—¿Qué dices, Bobby-ah? ¿Quisieras probarlo?

El menor le miró algo sorprendido.

—¿En serio compartirías la mesa conmigo?

—Claro que sí, este es especialmente delicioso, y con el alcohol que le he hecho beber creo que será un buen punto para comenzar a divertirnos, ¿no te parece?

Empujó el brazo de Jay para levantarlo y extenderlo hacia Bobby.

—Anda, creo recordar que tenías un gusto especial por los jovencitos —dijo con tal malicia que el peliblanco comenzó a temblar de nuevo.

Bobby sonrió con la misma perversidad, ignorando por completo la mirada de súplica que Jay le dedicó, mordió con fuerza la tierna carne de su antebrazo.

Sacrificio feérico (JunHwan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora