La mayoría de las personas suelen decir que los lunes debían de ser días llenos de energía, puesto que es el primero de muchos y el inicio de toda la semana, otros tal vez, pensaban y suponían que era un día más, un día en el cual debían dar todo de sí mismos para seguir adelante y ser algo más que un cuerpo andante en la vida.
Y justo dentro de las últimas opciones estoy yo, una simple y rara humana, cuya odia la mayoría de las semanas, pero por alguna y muy extraña razón hoy se había levantado con un poco más de ánimo que otros días, y un nuevo propósito por delante.
'No recaer en el intento '
— ¿Tomaste tu medicamento?— la voz de mi padre me hizo parpadear, a la vez que veía frente mi, el cuenco de avena que hace poco había puesto sobre la mesa. Los trozos de nueces sobresalían desde el fondo, mientras que a ambos costados un vaso de leche y pan tostado me daban la cara.
La avena lucía horrible, y estaba segura que sabía tres veces peor de lo que aparentaba. Miré una vez más las tostadas de pan con mantequilla y no pude evitar arrugar la nariz al notar los bordes quemados de ella, bien sabía que mi padre no era un experto en la cocina, y que todos estos años habíamos sobrevivido a base de comidas simples y rápidas de cocinar, pero el olor que desprendía la leche a mi lado, aseguraba todas y cada una de mis sospechas: Ya era hora de hacer la compra.
— ¿Estás seguro que estos es cien por cierto comestible?— evité la primera pregunta— creo que deberíamos ir al supermercado.
La cara de mi padre fue de ofensa, en cuanto él mismo se dedicaba a echarle una mirada rápida a la comida que había preparado para mí, sus cejas pobladas se fruncieron un poco, y justo en este momento estaba segura que su cabeza estaba pensando y procesando todo con rapidez, como siempre ideando un plan que solucionará todos sus problemas. Aún no sé cuantos minutos habían pasado, cuando me dispuse a levantarme de la mesa y encerrarme en mi habitación, pero de un momento a otro, lo observé como se ponía de pie e iba por sus llaves, y supe exactamente en el momento en que se detuvo en la puerta y volvió a mirarme con una pequeña sonrisa que nada de esto saldría bien.
— Vístete, iremos a dar un paseo.
Mi cuerpo se detuvo, y de pronto quise decir algo que hiciera hacerle cambiar de opinión, pero poco después como si pudiera leer mis pensamientos dijo con fuerza: Y esto no es discutible, es una orden.
En ese momento de mi vida suponía que ese día iba a ser un infierno, que nada bueno y beneficiario saldría de todo esto, e incluso daba por seguro, en cuanto caminaba con molestia a mi habitación que aquella visita a ese lugar desconocido, cambiaría mi vida para siempre.
En cierta parte estaba en lo correcto, pero más del 25% gritaba problemas y eso era igual a: Ansiedad.
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Mientras subía y bajaba la ventana del auto, mentalmente "Zapatos rojos" de Sebastián Yatra se repetía una y otra vez en mi cabeza, en cuanto veía como nos íbamos acercando sabrá Dios a dónde.
La mirada de mi padre de vez en cuando se cruzaba con la mía, a la vez que intentaba hacerle saber cuánto me molestaba este cambio de planes, es decir, se suponía que hoy sería un día para no hacer nada, solo yo y una buena película, la calidez de mi habitación y mi sábana de Victorious, listo, felicidad completa, pero al parecer mi progenitor le pareció una gran idea ignorar cada uno de mis planes, puesto que en cuanto ví a los lejos el gran letrero con las letras en negro de "Colegio Mario L..."
Sentí de pronto como los auriculares caían con libertad hasta hasta mi clavícula y frenéticamente mi corazón empezó a golpear mi pecho.Esto tiene que ser una broma.
Poco a poco sentí como el auto se detenía, y como si todo hubiera ocurrido en cámara lenta, observé como mi padre desprendía la llave del contacto y volvía a verme con una sonrisa.
En ese momento solo podía sentir dos cosas, y una de ellas era vomitar a lo grande.
— Lo que ves frente a tí, es el colegio en el cual pronto formarás parte, y lo sé, se que es muy pronto, pero no te asustes, ¿Vale?, Lo tengo todo controlado— cada una de mis extremidades se congelaron, en cuanto me detuve a mirar cada espacio, cada ventana, cada punto de salida dentro de aquellas cuatro paradas. Por dentro podía escuchar el eco de la voz de mi padre, pero siendo honesta no estaba escuchando ni la cuarta parte de lo que decía, puesto que mis ojos estaban fijos en un solo lugar, un objetivo justo que tenía por nombre como personas, muchas, muchas personas, cuyas no hacían más que salir y entrar de las puertas corredizas del centro. El edificio era extenso a simple vista, y asfixiante si te ponías a contar cada una de sus diminutas ventanas. El color beige me daba la cara nuevamente, mientras que el rojo en medio de sus bordes hacía todo lo posible para provocarme un ataque de ansiedad, ¿De verdad él creía que estaba preparada?
¿Acaso lo estaba?
— No estoy segura de poder hacerlo— dije más para mí misma que para él. Por dentro sentía que todo a mi alrededor me daba vueltas, casi podía sentir mi pulso tocar mi piel con desesperación, parte de mi cuerpo se hallaba sudoroso, y las ganas de vomitar al parecer habían decidido no irse jamás. Una parte de mi ansiaba hacerlo, pero otro mucho más fuerte, quería solo desaparecer.
Mordí mis labios con fuerza deseando que todo se detuviera, mientras que a su vez, imaginaba otro escenario distinto al primero.
Uno en el no hubiera personas...
Uno en el cual solo pudiera estar yo y talvez...— ¿Lista?— la pregunta de mi padre casi hacía que me echará a llorar, ¿Es que acaso visiblemente me veía lista?
— Espera, solo..., Espera un segundo.
Respiré hondo por un par veces pese que solo quería que la tierra me succionará y me expulsará a un lugar muy muy lejano. Mentalmente me repetía una y otra vez que podía hacerlo, que era hora de hacer un cambio, puesto que, si quería avanzar en mi vida, debía arriesgarme algunas veces, y soltarlo todo.
Una última me mirada de mi padre me basto como para ponerme de pie, volver a ajustar mis auriculares en mis oídos. Una de sus manos tomaba de la mía con fuerza al cabo que ambos caminábamos directo hacia las puertas corredizas.
Aún no sabía que cosas pasarían de ahora en adelante, si quizás serían de mi agrado o no, si talvez llegaría a colapsarme y todo lo poco que había construído se vendría abajo, pero mientras cruzaba hacia el otro lado no pude enviar recordar aquellas palabras que Júp me había dicho el otro día: Solo sabrás si eres capaz de algo si lo intentas.
Así que me dije que era cuestión de tiempo, solo debía vivirlo, y de esa forma sabría si luego de eso lograría volver hacerlo.
Después de todo, Júp tenía razón.
•••
Solo sabrás si eres capaz de algo si lo intentas.
| C.M ÉlmerAquí Lux.M
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°Si tan solo fuera cierto°
Teen FictionElla no sabía nada sobre él, solo que cada día que ella decidía faltar a su sesión de grupo de apoyo, él estaría esperándola en la azotea. ¿Razón? No lo sabía. Sin duda alguna era un misterio, pero aún así ese misterio inquietaba su pequeña e inesta...