— Estás raro.
Júp me miró con esa típica sonrisa que al parecer tenía todos los días tatuada en el rostro.
— ¿Por qué lo dices, Line?— arqueó una de cejas.
— Porque he estado observándote, y desde hace media hora no has parado de sonreír como si tuvieras pagamento en los labios, ¿Qué te traes entre manos Mister filosófico?— arrugué la mirada con falsa desconfianza, a lo que él soltó una carcajada.
Hace más de una hora que habíamos decidido venir al centro comercial, y justo ahora ambos nos encontrábamos tumbados sobre nuestros bolsos en la azotea. Faltaban menos de dos días para el gran día y estaría mintiendo si no sentía ni un poco de nervios, en realidad estaba aterrada, tenía dos noches que no dormía por la anticipación de imaginar cientos de escenarios donde me incluía a mi rodeada de molestos adolescentes quienes solo se dedicaban a burlarse de mi, mientras la mayoría de las veces me veía a mi misma llorando y presa del pánico sin tener la mínima idea de que hacer, sola, y desorientada, sintiendo la mirada de todos en la nuca y sus comentarios penetrando con fuerza mis oídos. Tenía miedo, quería solo retroceder el tiempo y volver a empezar de nuevo, pero estaba segura que esa no era la solución, y la verdad era, que en realidad debía ir y enfrentar todo mis demonios, y retenerlos una vez por todas.
— Entonces...., ¿Has estado observándome, eh?— Júp me miró con el característico aire seductor que sueles ver en las revistas o en las películas. Mentalmente me reí al verlo emplear el típico guiño de un ojo, y la boca de pato que los chicos de mi antiguo liceo implementaban porque los hacía sentirse sexis, cuando en realidad visiblemente se podía ver los tontos que eran.
Hice el intento de darle un golpe en el hombro pero poco después sus manos sostuvieron mi mano con fuerza, mientras que sus ojos me sostenían firmemente la mirada. Quería decir algo, quería tan solo gesticular cualquier insulto o cualquier cosa que me haría verme menos estúpida de como me sentía, estaba nerviosa, el tacto de sus manos hacia que miles de corrientes de electricidad me recorriera el cuerpo entero, ocasionando que en momentos como este perdiera completamente la capacidad del habla. Noté que sus ojos bajaban por pocos segundos a mis labios y no sabía si era yo o una bomba de tiempo lo que escuchaba en mi cabeza, pero podía sentir el golpear de mi corazón en mis oídos, la boca ligeramente seca, y mis manos cosquillar con necesidad a mis costados.
¿Era esto lo que los adolescentes solían sentir a menudo?
¿El deseo de tocar algo, pero a la vez tener una pequeña vocecita que te gritará que estaba mal? Porque justo ahora no sabía qué hacer, y sí en serio lo sabía, no estaba segura de ser correspondida.
En ese momento deseé más que nada estar enrollada en mis sábanas de Victorious.
—¿Qué tal si jugamos un juego?— preguntó, en el momento en que soltó mi mano y recobró su posición como si no estuve a punto de tener un paro cardíaco.
— ¿Un juego?— pregunté confundida, agradeciendo al cielo y a todas las estrellas por haber recuperado la voz.
Tu puedes Line, solo es un chico, solo es el míster filosófico. Puedes con esto. Me repetí, como si luego de tantos días se hubiera convertido en mi mantra.
La sonrisa en el rostro de Júp de golpe me hizo pensar que estaba acabada. Estaba segura que nada bueno saldría de todo esto.
— ¿Alguna vez haz jugado verdad o reto, Line?— su voz pronunció con suavidad y sus ojos oscuros buscaron los míos.
— Yo..., bueno, creo que sí— dudé— ¿Por qué?
— Porque te propongo algo— dijo animado, mientras se incorporaba y buscaba con rapidez un par de cosas dentro de su bolso, quien hasta ahora jamás hubiera pensando que tendría un agujero negro dentro, puesto que poco después comenzó a sacar diferentes envoltorios repletos de dulces..., bolsas de Doritos, sándwiches de mermelada de fresa y un par de refrescos, estuve a punto de preguntar a qué se debía todo esto, pero al ver el destello que emanaba sus ojos, supe exactamente lo que pensaba hacer.
ESTÁS LEYENDO
°Si tan solo fuera cierto°
Teen FictionElla no sabía nada sobre él, solo que cada día que ella decidía faltar a su sesión de grupo de apoyo, él estaría esperándola en la azotea. ¿Razón? No lo sabía. Sin duda alguna era un misterio, pero aún así ese misterio inquietaba su pequeña e inesta...