°Capítulo 24°

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Hacía frío, mucho, mucho frío para estas épocas del año, y el aire acondicionado de mi habitación estaba intentando que tomará una segunda Loratadina , la televisión sonaba con fuerza frente a mis narices pero hacía rato que no encontraba nada entretenido para ver, mi serie favorita había terminado hace más de tres horas y ver de nuevo una maratón de I Carly no estaba en mis planes, debía encontrar algo que hacer..., ¿Pero qué?

Salté de la cama  y me dispuse hacer un recorrido por la casa, papá estaba ocupado terminando su novela puesto que ir a interrumpir y llenarme de miles de suposiciones y posibles capítulos justo ahora no era la mejor opción.

Crucé por la sala de estar y tomé en brazos a Willy quien no paraba de seguirme a todos lados cuando de repente escuché gritos, y golpes sonoros contra la pared desde la otra habitación.

Mi cuerpo se paralizó y por instinto me aferré a Willy con fuerza, me giré hacia el estudio de papá esperando que pudiera ayudarme, pero estaba tan aterrada que no fui capaz de gritar en busca de ayuda, a los lejos podía oír los gritos y la voz rota de una persona, estaba llorando, y de alguna forma su voz se mezclaba con el sonido de la música que provenía de la habitación.

Una parte de mi solo quería salir corriendo y esconderme dentro del armario, pero otra,  la más curiosa, quería saber porque lloraba con tanto dolor, y sin pensármelo dos veces caminé lentamente hacia la puerta de color violeta, podía sentir los pies pesados en cada paso, y mis manos a estas alturas no dejaban de temblar, tenía miedo, mi corazón latía con rapidez y por alguna razón algo me arrastraba cada vez más hacia el pomo.

No estaba segura de que esperar pero de seguro no esperaba encontrar la mirada perdida de mi madre, arrodillada frente a una estatua de porcelana con el retrato de Dios en ella. Sus manos se mantenían juntas bajo su mentón, y podía notar como frías lágrimas se deslizaban sobre la curvatura de su rostro.

Su cuerpo había cambiado los últimos meses, estaba delgada, y su tez blanquecina estaba más pálida de lo normal, quise preguntar o decir algo, quise solo gritarle que estaba ocurriendo, pero sin saber por qué solo me mantuve en silencio y las piernas me flaquearon hasta que caí al suelo.

Ella volteó a verme pero tuve miedo de acercarme, quise creer que siempre había sido ella, pero sus ojos cafés me miraban con un fuego interno que jamás había visto en ellos. Me arrastré hacia atrás y sentí como mi espalda chocaba contra la puerta, el viento la había cerrado de nuevo, y por dentro me sentí acorralada.

Ayuda, dije en voz baja, pero sabía que nadie podía oírme.

— Ma-mamá— dije mirándola a los ojos, y al fijarme en las marcas que cubrían sus muñecas supe que nada de esto saldría bien.

Y poco tiempo después la oscuridad se sumió ante nosotras.

— ¡No!

Me levanté asustada de la cama sintiendo el sudor bañar toda mi espalda y mi frente, mis manos temblaban al igual que mi labio inferior, y por un momento pensé siquiera que llegaría a desmayarme, quise gritar o salir corriendo, pero sentí mi cuerpo demasiado pesado para hacerlo, mi cabeza daba vueltas y sentí los ojos arder por la presión al contener las lágrimas. Había tenido una pesadilla, como las otras tantas que había tenido lugar hace un par de meses, pero jamás habían ocurrido con tanta intensidad, cerré los ojos con el miedo latente de tener un ataque de pánico—no, por favor, por favor no— dije entre susurro a nadie a mi alrededor. Miré hacia a mi ventana y noté que aún era de noche, ¿Qué hora sería?, me pregunté pero aún así no me atreví a moverme y comprobarlo, estaba acaba, no podía moverme, nadie vendría ayudarme, estaba de alguna extra forma paralizada.

°Si tan solo fuera cierto°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora