°Capítulo 26°

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Aún era domingo y todavía me hacía la pregunta estúpida, que alguna vez muchos debimos preguntarnos: ¿Por qué no se acaba el día, ya?

Mi cabeza era un torbellino, habían pasado dos días y no podía sacarme de la mente las palabras de la carta, ¿Qué debería hacer?, me pregunté por enésima vez, había pensado en hablar con mi padre, pero sabía perfectamente que sería un estúpido plan, él era el ser más cerrado de la faz de la tierra, no me diría nada o al menos no me diría algo que fuera deberás importante, y sus palabras a medias en estos momentos no me era de mucha ayuda.

En conclusión: No tenía idea de nada.

Todo era tan raro, no podía creer que mamá hubiera escrito siquiera esa carta, aún no comprendía que quería decir, ¿Acaso...?

No, no lo creía.
Mis padres se amaban, nosotros éramos una familia, no creía que mi madre hubiera huido, no la creía capaz de marcharse.

Algo que tuvo que haber pasado, pero... ¿Qué?

— ¿Cómo vas con tu parte de tu ensayo?— De repente papá apareció por la puerta, y cualquier indicio de querer decir algo se esfumaron al ver lo que traía en sus manos.

— ¿Qué es eso?— Miré la caja de color violeta con flores bordadas que traía en las manos. Mi padre se sentó a mi lado, y me la tendió como si una parte de él se sintiera mejor consigo mismo desde la discusión de ayer.

Alcé una ceja sin dejar de ver el obsequio.

— Era de tu madre, a ella también le gustaba mucho la música, pero sobretodo los libros, al igual que a mí — sonrió como si lo recordará— ella hubiera querido que lo tuvieras.

Sostuve la caja sobre mis piernas, a la vez que mi lado curioso intentaba no retirar el lazo que la mantenía cerrada y descubrir lo que guardaba dentro. Miré a mi padre y luego me volví de nuevo a la caja cuando la voz de mi padre me hizo detenerme.

— ¿Me recuerdas mucho a ella sabes? aunque es raro, porque físicamente te pareces mucho más a mi, pero ustedes son... exactamente iguales cuando se trata de esa extrovertida pero a la vez introvertida personalidad— sus ojos conectaron con los míos, y ese frío azul que mucho antes había visto en sus ojos se suavizó y me hizo tragar cuando vi que una débil lágrima se deslizaba por su mejilla. Tuve el impulso de retirarla pero me contuve, aún tenía muchas preguntas que hacerle, y no sabía si estaba dispuesto a contestarlas, por lo que guarde silencio aunque eso suponiera  llenarme cada vez más de dudas— ella solía llevarme la contraria muchas veces, era muy testaruda, y solía decir algunas palabrotas que me sacaban sonrisas, casi siempre se empeñan en tener la razón en todo, aunque muchas veces yo le hacía creer que si, aunque sabía que no lo era, pero me gustaba hacerla feliz.

— Ella tenía una forma de ser muy peculiar — recuerdo con pesadez. Cierro los ojos por unos instantes, y estaba segura que podía incluso imaginarla en la cocina, o hablando con papá de sus tantas novelas, o  fingiendo que no me miraba al pie de la puerta.

La extrañaba. La extrañaba tanto que  dolía.

— Aún recuerdo cuando le dije que quería escribir mi primera novela, aún no sabía de que iría, pero quería escribir algo, algo que fuera mío, estaba cansado de leer cientos de libros e imaginarme lo que sería plantear mis ideas en un papel y no tener el valor para hacerlo, ese día tomé una taza cargada de café y me fui al estudio, y no salí de esa habitación sino hasta que pude escribir el primer capítulo, y dije que quería dedicarme eso, estaba tan feliz...

— ¿Y que dijo ella?

Se tomó un tiempo para pensar hasta que al final dijo:

Espero que no enloquezcas, tu hija y yo te necesitamos con tus cinco sentidos.

°Si tan solo fuera cierto°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora