°Capítulo 1°

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Tu puedes hacerlo, Line.

Me repetí por sexta vez, al mismo tiempo que sostenía en la palma de mi mano mi medicamento para mí ansiedad.

Hace un par de meses la doctora Natalia—quien es amiga de papá y desde hace años llevaba mi caso— me había sugerido dejarlas, ella suponía que llegaría ese momento en donde debía tomar el control de la situación en vez de ser está quien me controlará, y de este modo afrontar los episodios sin la medicación, ya que poco a poco mi cuerpo se desprendería de ellos y volvería a su estado normal, pero por más que quisiera no me sentía capaz de hacerlo.

Desde que fui diagnóstica a los 14 años, toda mi vida he vivido a base de ellas, en cada episodio las he tomado sin falta, sin importar las consecuencias o los efectos secundarios, yo solamente quería paz, quería sentirme relajada, sentir ese aire de libertad que todas las personas sentían la mayoría del tiempo, pero que yo podía conocer solo por unos segundos. A veces sentía que no era normal a diferencia de otras personas, mi mente pensaba que me estaba volviendo loca y eso para mí era más que  suficiente para considerarme diferente, y realmente lo odiaba, ya que no podía evitarlo, ellos solo llegaban a mi cuerpo y al parecer para fastidiar mi existencia.

Y justo hoy había tenido uno de ellos, no era tan fuerte como los demás cuyos llegaba a pensar que en cualquier instante moriría de un paro cardíaco, sino un poco más leve, apenas mi respiración se entrecortó y el sudor cruzó por mi frente, mi pulso se elevó al igual que otros días pero era tolerable, al menos no sentía que el corazón se me saldría del pecho, o quizás solo dejaría de golpear con fuerza hasta detenerse, mi cabeza ardía a niveles extraordinarios y aunque no pudiera ver mi rostro estaba segura que mis mejillas estabas rosadas. Para muchos quizás un momento como este calificaría por un nivel extremo de estrés, el cual era normal, solo tenía 17 años aún cursaba mi último año de bachillerato, mis hormonas estabas estaban más que alborotadas, tenía complicaciones como cualquier adolescente, quizás alguna deficiencia con una asignatura, o simplemente algo que había en mi vida que tal vez no era para definirse como el fin del mundo, pero lo era, es decir, muchas para mencionar a todas las personas, pensaban que mi problema se debía a eso, cuando en realidad ni yo misma sabía o trataba de negar la verdadera razón, y día tras día solo deseaba levantarme  y desear que todo esto no fuera más que un sueño; que no fuera cierto.

Pero la vida era una porquería algunas veces.

—¡CAROLINE!— escuché la voz de mi padre llamarme desde el otro lado de la puerta.

Eran un poco más de las 3 pm, así que era obvio que llegaría tarde a una de las secciones que el me había obligado a asistir con aquel grupo de apoyo.

Aún no me acostumbrada mucho a la idea de ir cuatro veces por semana al centro comercial, es más, hace dos días había sido mi primer día y ya estaba harta de todo esto, si fuera por mi, me quedaría así por el resto de mi vida, pero por ahora no podía tomar ciertas decisiones, no cuando mi padre pensaba que por mi condición no estaba preparada para ello.

Así que mencionar que don Pasifista era sobreprotector, era quedarse corto.

— ¿Si eres conciente de la hora que es, no es así?— su voz no dejaba de reñirme en cuanto salí de mi habitación— ¡No puede ser que siempre llegues tarde a todos lados, Line!

El sol brillaba con intensidad a través de las persianas semitransparente que se ubicaban en los extremos de las paredes, al mismo tiempo que sentía el cuerpo peludo de Willy, mi perro, pasar por el centro de mis piernas y dirigirse con ánimo a su dueño, cuyo con tanto estrés sobrecargado no hizo más que rechazarlo. Los gritos de mi padre cesaron al ver que no le prestaban ni el mínimo de atención, y con éste sus pasos se dirigieron a toda velocidad a coger las llaves del auto, ya que haga lo que haga, aunque busque millones de formas de aplazar el tiempo, él aún así me llevaría.

°Si tan solo fuera cierto°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora