Contemos de nuevo una vieja historia para ver que tan bien la conoces.
Maleficent, herido, traicionado y sin alas por culpa Stephan, en quien había confiado pagando muy caro por confiar en un humano, se encuentra en un campo donde ve a un cuervo atr...
El príncipe Phillip regresaba al castillo con sus guardias y el general Percival.
—Dígame la verdad, señor... ¿Seré el padrino de bodas o eligió una criatura del Páramo? —preguntó Percival.
—General, si es tu modo de preguntarme si dijo que sí, entonces yo, eh…
—Ya sé que ella dijo que sí, señor. ¿Qué humano no querría dejar ese paraje?
—¿No te agradan lo párameños , ¿Percival?
—¿Parameños? ¿Ahora así los llaman? Bestias que vuelan, árboles asesinos. Mujeres que pueden cambiar de forma…
—Cuida tu lengua, general. Hay cosas que no sabes —defendió Phillip.
—Sé que Maleficent es asesino de hombres… destructor de tropas y esa mujer siempre le ronda dándole ideas para matar. O eso es lo que cuentan.
Phillip se detuvo y lo miró.
—Él no es así y T/n tampoco.
—Es mi deber proteger el reino. Y es lo que haré, viejo amigo... Y nunca dudaré —le dijo Percival mientras empujaba a su caballo.
Philip se quedó atrás, pensando en las palabras de su amigo antes de caminar hacia las puertas del castillo.
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—Majestad, llegó el botín por la incorporación de las tierras medias —informó Grenda al Rey, que estaba terminando su pintura.
—Armas.
—¡Oh! No necesitamos armas —el Rey John dijo mientras miraba la espada en su mano—. Nuestros días de guerra se acabaron.
Un gato maulló mientras caminaban por el pasillo.
—Ingrith... Ya viste tu lugar en la pintura. Justo detrás de mí —dijo el Rey.
—Y ahí es donde siempre estaré —respondió Ingrith mientras miraba las armas y tomaba una ballesta completamente armada.
—Ingrith, te dije que no necesitamos armas —el rey dijo con firmeza.
—Hay que estar preparados siempre —explicó mientras movía la ballesta hasta que enfrentó a Grenda.
—La ballesta está cargada —le informó Grenda.
—¿En serio?
De repente empezaron a sonar las trompetas provocando que Ingrith arrojara la ballesta a Grenda, quien la atrapa cuando dispara accidentalmente una flecha en una estatua.
Las puertas se abrieron revelando a un emocionado Phillip.
—Padre, madre —llamó mientras entraba.
—¿Y bien? ¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó el rey mientras se levantaba para encontrarse con su hijo.
—Dijo que sí —respondió mientras abrazaba a su padre.
