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No podía evitar sentirlo.
Ella se está regocijando en todo lo que alguna vez había soñando y aún peor, con el hombre que amaba.
No podía hacer más que desearle la muerte, y estaba muy enojada porque su religión y creencias le prohiben pensar en aquel destino sobre alguien. Pero su hermana lo merecía y su ahora esposo también.

Mikasa trata todo lo que puede de reprimir sus lágrimas y fingir que esto no le duele, que esta traición solo fue una tontería y que mañana estará como si nada. Sorbió discretamente por la nariz y parpadeó un par de veces para tratar de eliminar esos inicios de sus lágrimas. Cuando cree que lo ha logrado se gira hacia la derecha y su vista se va hacia aquella persona que quizás se sienta igual que ella en ese preciso momento. Observa como el hombre tiene una copa de licor en la mano y mira a los novios justo como ella lo hizo hace unos instantes.

La traición se siente tan fresca y dañina.

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Cinco semanas antes

Lo había visto en sus padres, lo había visto en su hermana y solo rezaba para que ella también obtuviera un amor como todos ellos.

Un hombre atento, caballeroso, que la respetara pero sobre todas las cosas que la amara como a nadie más.

Hay más cosas en la vida, lamentablemente Mikasa como mujer no puede aspirar mucho más que a casarse y tener hijos, admite que a veces tiene inconveniente con ese plan pero con suerte podrá convencer a su esposo de llevarla a conocer el mundo o tan siquiera salir a las afueras de Shiganshina.

Encontraría una manera de no aburrirse, quizá hasta podría aprender cosas nuevas. Le gusta imaginar que el amor de su vida será una persona aventurera y si no lo es, bueno, podrán crear aventuras juntas. Quizás él sea estudiado así que podrá enseñarle cosas.

Se muerde su labio inferior. Debería de dejar de soñar despierta. Pero no puede evitarlo, justo hoy saldrá con su hermana mayor y su cortejante (su pareja más bien aunque todavía no esté dicho por la iglesia). Pieck luce muy enamorada del señor Jaeger y a la inversa. Son tan adorables y por eso ella quiere algo así.
Culpa completamente a su hermana por esto.

—Mikasa es hora de irnos —le anuncia Pieck del otro lado de la puerta de su cuarto.

La azabache se da una última mirada en el espejo, le gusta lo que ve: labios levemente rosados, se ha puesto un poco de polvo en las mejillas solo para darle un poco de vida a su piel lechosa. No le molesta su cicatriz en la mejilla que tiene desde los ocho años, de hecho, jamás lo ha hecho. Su cabello está más arriba de sus hombros y eso si le fastidia un poco, pero no fue su culpa que la 'esencia' viscosa de un árbol le haya caído por accidente mientras su familia y ella daban un paseo por el bosque.
Qué desafortunado.

Su vestido azul le queda muy bien, es uno nuevo que mando a confeccionar su madre y le encanta mucho, no es muy distinto a los demás, quizás algunos detalles brillosos hacen la diferencia. Mikasa baja las escalabres con toda la paciencia y elegancia del mundo, no ha llegado al final cuando deslumbra al señor Jeager a unos pasos de distancia.

Tiene que admitir que se ve bien, muy guapo y eso que solo le ha visto la espalda. Pero ese traje azul oscuro le queda excelente. Su cabello castaño está atado en un moño y un par de mechones sobre salen de el, apuesta que también los tiene sobre su frente. Últimamente el señor Jaeger opta por este estilo más rebelde.

Casi se ríe de ello.
Muy pocas veces ha hablado con él, puesto a la que siempre va a ver es a Pieck. Mikasa solo ha salidos con ellos unas cuatro o cinco veces, va de compañía como si fuera una chaperona y general siempre va atrás de ellos. Lo cual le parece ridículo, ella es la menor de los tres en dado caso ellos deberían de cuidarla.
Ahora solo unos cuantos centímetros la separan del señor Jaeger, y de nuevo se quiere reír. Ha estado poco en su presencia pero eso le ha bastado para saber cuando ama a su hermana, solo hay que verlo a los ojos cuando toda su atención está en Pieck.

Este es el porque no podemos tener cosas lindasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora