Las rosas se tornaron en espinas

439 34 13
                                    

Pieck tenía casi veintitrés años cuando conoció al amor de su vida.

Fue en un baile en donde ella tenía la fe en alto, había pedido mucho por un buen hombre, alguien bueno, que la quisiera de verdad y si esta persona venía con una buena fortuna, que mejor.

Y cuando lo vio entre la multitud, no pudo negar lo hermoso que era. Su cabello castaño solo unos centímetros más largo de lo normal, alto y moreno, su fachada imponente. Pieck desvió su vista sonrojada, investigaría quién era pero en ese preciso momento tenía otros planes.

Su madre le presentó a varias personas buscándole un buen partido. Pieck puede contar las veces que sonrió y después de dieciséis, sus mejillas dolían. Akiho la dejó a solas cuando por un momento perdió a Mikasa de vista, Pieck insistió que debía estar con Annie y que no era de preocuparse pero su madre era así.

Su hermana en estos eventos normalmente se dedicaba a pasear por ahí y juzgar a los demás. Sentía pena por ella, lo único bueno de esto es que mientras ella estuviera ocupada jugando a ser diferente, Pieck tendría más tiempo y caballeros que observar y analizar. Aún así, la mayor estaba comenzando a cansarse de conocer a personas y que ninguno llamara su atención.

—¿Cuántas veces puede sonreír alguien antes de que sus mejillas se entuman?

Esa era la voz de un hombre, Pieck se giró despacio porque no sabía si le hablaban a ella o alguien más. Y en efecto, era a ella. Este hombre era el mismo al que vio cuando recién llegó.

—No lo sé —respondió Pieck después de unos segundos de salir del asombroso. No iba a decirle la verdad—. Yo llevo mucho rato haciéndolo y todo va bien hasta ahora.

Estoy hizo sonreír al muchacho, Pieck calcula que están alrededor de la misma edad.

—Eso veo, tiene una capacidad asombrosa para extender esa sonrisa cada vez que conoce a alguien —él se acercó a ella y se quedó a un lado, eso le agradó en el fondo a Pieck.

—Bueno y a todo esto ¿con quien tengo el placer de hablar sobre sonrisas falsas? —ahora fue el turno de ella de preguntar.

—Nunca dije que fueran falsas —dijo él—. Mi nombre es Eren Jaeger —procedió hacer el típico saludo en esa época.

Y Pieck no recordaba nada sobre el apellido Jaeger. Quizás alguna vez escucho algo sobre la boca de alguien más, pero eso era sobre cómo un doctor salvo muchas vidas no muy lejos de Shinganshina. Si, fue admirable pero eso no le abrió más puertas.

—¿Tendré el placer de que usted me diga el suyo? —sus ojos turquesa son muy bonitos.

Ella sonrió.

—Pieck Ackerman.

Él pareció pensarlo.

—¿Es familiar de Levi Ackerman?

Todos han escuchado cosas de él, no hay ninguna excepción.

—Es mi tío.

—Vaya —el señor Jaeger estaba sorprendido—Ese hombre es de armas tomar —hizo una pausa— ¿usted también lo es?

Casi quiso reírse de ese comentario.

—Solo a veces.

Lo que siguió esa noche fue que no se despegaron uno del otro y Pieck estaba segura de que había encontrado al hombre perfecto, solo tenía que preguntar casualmente sobre su fortuna, un pequeño pero importante detalle para ella. Pero el señor Jaeger estuvo hablando de otras cosas, haciéndole preguntas porque quería conocer más de ella y Pieck estaba contenta, no era tonta ni ciega. Todo eso significaba que le gustó al señor Jaeger.

Este es el porque no podemos tener cosas lindasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora