Guiso

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Detuvimos el viaje por la noche. El aroma a carne guisada fue llevado por el viento de la llanura. Con gusto acepte un poco ofrecido por una amable señora en agradecimiento por entretener a sus niños pequeños con muñecos de nieve. Luego de llenar mi estomago, devolvi el cuenco de madera despues de limpiarlo y me fui a dar una vuelta sin saber que mas hacer.

Descubri a  Eowyn de pie frente a una olla profunda, dubitativa sobre que hechar en su interior. Me acerque por detras y en un rapido mobimiento evite que agregara una pata de gallo. No soy una experta en la cocina, pero estoy segura de que eso no va en el guiso. 

—Oh Augen—exclamo Eowyn sorprendida. Le sonrei, señalando las hierbas disponibes en un pequeño saco.

—Pon un poco de romero y laurel. Y esto—sacudi la pata de gallo y la tire lejos ante sus ojos—no es comestible.

Con una exprecion avergonzada, Eowyn hizo caso de mi consejo y agrego un poco de hierbas aromaticas al guiso. Heche un vistado al interior de la olla y frunci un poco el seño. Aunque llegue a tiempo para evitar una calamidad, ya ocurrieron otras.

—Toma, agrega esto tambien—le ofreci a la princesa un puñado abundante de Athelas.

Estoy segura de que el sabor no sera muy bueno, pero al menos no provocara indigestion.

—Gracias, es mi primera vez—sonrio Eowyn con las mejillas algo sonrojadas. El viento sacudio sus rizos dorados. Su rostro se transformo en otro por un momento.

El recuerdo fue tan repentino que perdi todo rastro de felicidad de mi rostro.

—¿Estas bien?¿Que sucede?—Eowyn noto el radical cambio en mi exprecion.

Suspire, pintando una sonrisa triste en mi cara.

—No es nada, solo...me recordaste a alguien. En realidad...te pareces mucho a ella.

—¿Oh?¿Quien era ella?

—Se llamaba Bormira, de Gondor. Fue parte de este largo viaje—mire a Legolas y Gimli conversar algo alejados del campamento—una compañera que nos dejo demasiado rapido.

—Lo lamento—expreso Eowyn con empatia.

Sacudi la cabeza.

—Gracias. Ella fue una gran guerrera que se sacrifico para proteger a sus amigos. Me recuerdas a ella porque tienen un porte muy similar. Su aura y la tuya son casi identicas.

—¿Porte?¿Aura? ¿Que es eso?

Sonriendo, mobi mis manos señalando todo su cuerpo.

—Ambas tinenen el espiritu de un guerrero. Valiente, perceberante, fuerte e inquebrantable ante la adversidad.

Eowyn se sonrojo y una timida sonrisa florecio en sus labios.

—¿Me veo asi?

—Mm—asenti con efusividad—Lo es.

Converse un rato mas con la princesa, asegurandome que no le hechara nada raro al guiso. Cuando termino, me ofrecio un plato pero me nege asegurando que ya habia comido mucho. Luego ella se despidio, rumbo a ofrecer su plato a algun pobre desafortunado. Encedi una vela por el o ella, rezando que mis esfuerzos aplaquen un poco su estomago.

Entonces camine hacia el elfo y el enano. Legolas limpiaba y prepraba sus flechas mientras que el enano asaba dos conejos en la fogata. El aroma a la carne asada desperto mi apetito a pesar de ya haber comido un buen plato de guiso.

—¡Augen!—me llamo Gimli con una enorme sonrisa medio escondida entre su tupida barba—¿Te apete un poco de carne?

Con ojos brillantes de anhelo no rechace su amable ofrecimiento. Gimli se burlo de mi cara.

—Tanto tiempo comiendo ese pan me va a atrofiar el sentido del gusto—gruño, lanzando una mirada fugaz al elfo, esperando a que este respondiera a su pulla.

Con el tiempo me rendi en sus peleas, comprendiendo que en ellas consiste su amistad. Legolas le respondio, con su abitual calma y comportamiento elegante que tanto fastidia al ruidoso enanano. Las dagas fueron y vinieron entre ellos, y por mi parte me quede sentada en silencio a su lado saborrando la pata de conejo que amablemente me fue obsequiada.

En eso llego Aragorn con el rostro terrible. Los tres nos centramos en el, que agarro un pedazo de carne de conejo y se lo metio en la boca casi con desesperacion. Cuando trago, me miro con rencor.

—¿Que hice?

—¿Le diste Athelas a la princesa para que pusiera en el guiso?

—Oh—contuve mi risa—Asi que fuiste tu el pobre desgraciado. Deberias darme las gracias Aragorn, tu boca sabra amarga pero tu estomago no sera destruido.

El montaraz hizo una mueca.

—¿Que paso?—pregunto curioso el enano chismoso.

Les conte mi encuentro con la princesa y el poco apetitoso guiso que preparaba.

—Hice todo lo que pude para que no lo empeorara.

Sabiendo que casi come pata de gallo con grasa de cerdo hervido, Aragorn ya no me guardo rencor.

—¡Deberias decirle que no le cocine a su futuro esposo!—se carcajeo Gimli sin filtro.

—¿Por que yo?—salte enseguida.

Gimli me lanzo una mirada cargada de obviedad. Sin embargo, no me contesto. Al contrario, miro a Legolas esperando que fuera el quien me diera una buena razon. Sus cejas de arrugaron un poco y delibero por un largo segundo su respuesta.

—Ambas son mujeres, viniendo de una conpañera sera mejor recibido—respondio.

—¡Eso no tiene nada que ver!—negue con una sonrisa—El mensaje no importa de quien viene, lastimare los sentimientos de la otra persona y me enfrentare a su furia sin importar si es un hombre o una mujer.

—Pues yo lo decia porque eres crudamente honesta—espeto en enano—Cuando llegaste a Erebor por primera vez exclamaste a los cuatro vientos los pequeñitos y redondos que heramos—conto Gimli con una risotada y con gracia le conto a los otros dos mis vergonzosas acciones—ofendio a media montaña en menos de lo que canta un gallo.

Decidi mantener mi boca bien cerrada. Era verdad que me fui de la lengua en esa ocacion.

—¿Cuales fueron tus palabras exactas?

—Son como pequeñas bolas de nieve parlantes—suspire, rendida, y repeti mis fatidicas palabras de aquella vez.

Aragorn se atraganto con la carne de conejo y Legolas resplo, una pequeña risa dejo sus labios.
Comimos en paz, contando anecdotas entre nosotros hasta que la noche fue profunda y nos fuimos a descansar.

Desee en lo profundo de mi corazón que el tiempo se detubiera y el agradable y feliz momemento de risa y paz entre amigos ante la calidez de una fogata nunca terminara.

Pero el tiempo siguio corriendo, demaciado veloz para nuestros corazones reticentes. Y la realidad de la guerra pronto nos abofeteo la cara sin compación.

La Dama de ForodwaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora