Sin esperanza

214 28 3
                                    

Una locura.

Años mas tarde, los relatos contaran esa noche como la mas oscura, las horas mas inciertas y con los guerreros mas desquiciados.

En los cuentos, una mujer extraña luchara contra los orcos desde el muro con una espada de hielo, cada movimiento congelara el suelo y convertirá a sus enemigos en estatuas de hielo, mientras su cabello tan oscuro como la misma noche poco a poco se volvía blanco como nieve. La dama de hielo, la llaman las abuelas que cuentan la historia a sus nietos.

Otro fue un elfo, que con su arco y flechas brinco sobre las cabezas mientras lanzaba sus certeras flechas a las cabezas de los orcos y estos caían como moscas. La danza del elfo, cantaron los bardos. Sin embargo las historias embellecieron la realidad. El elfo se movió por los muros, comandando las tropas élficas, desesperado por salvar a todos y al mismo tiempo llegar a ella, quien poco a poco se perdía en el frio de su magia.

Pero los mas locos fueron el enano y el montaraz, quienes saltaron del muro frente a las puertas cerradas enfrentando solos con una espada y un hacha un ejercito completo de hijos del mal.



Se oyó un grito. Un grito que salió de mi propia boca, desgarrando mi garganta y mi corazón. Mi sable cayo inerte al suelo, mis manos rodearon el cuerpo caliente de Habicht. Sus ojos están abiertos, pero no me miran. Su boca no sonríe. Su corazon...su corazón no late.

La sangre de mi hermano se derrama entre mis dedos alimentando la tierra, mezclándose con el agua y el barro. Tapo su herida, hago presión pero la sangre sigue brotando, no se detiene y su pecho ya no se mueve. No respira. 

Habicht esta muerto. Mi hermano esta muerto. Mi mejor amigo murió por mi. Es mi culpa. Es mi culpa. Si no me hubiera distraído. Sino hubiera dudado desde el principio.

No te contengas, dijo Gandalf. Y me contuve, por eso esta... muerto.

Un sollozo se escapa de mi sin poder evitarlo y lagrimas saldas ruedan por mis mejillas, convirtiéndose en hielo a medida que se deslizan por mi piel helada.

No te contengas, dijo Gandalf.

El barro se cubre de escarcha a mi alrededor. El hielo se extiende por la tierra y mas allá de mi. La magia tira de mi dolorosamente, cobrando su precio por exceder de ella. Toma de mi energía, de la vida en mi sangre, de los latidos de mi corazón. Duele mas y mas cuan mas fuerte el frio de la magia de hielo tira de mi. Pero no es nada, no es lo suficientemente doloroso. Me merezco mas...por cobarde.

Grito de dolor y furia.

No te contengas.

No te contengas.

NO TE CONTENGAS.

Ya no lo hago.

La magia estalla en un rayo blanco que ilumina la noche oscura y las nubes tormentosas sobre nuestras cabezas. El frio del invierno del norte se adueña del campo de batalla, congelado a orcos y provocando escalofríos a los elfos, cubriendo de nieve y escarcha a los muertos. 

Con lo ultimo de mi razón, extiendo mis manos obligando a la magia errática que libere de mi cuerpo a ir en una sola dirección. Apunto al agujero en el muro y el rayo blanco colisiona contra los escombros. Una pared de hielo se alza uniendo los dos pedazos del muro separados, enterrando dentro de ella a todos aquellos demasiado cerca, cortándole el paso al ejercito de orcos.

Y la magia siguió y siguió, tomando de mi y yo lo permití. Mas allá del muro el hielo se expandió sin detenerse, sumiendo el el frio eterno a todo el que se interpusiera en su camino. Y yo lo guie, persiguiendo a todos los orcos y huruk-hai, para congelar a las diez mil cabezas repugnantes a costa de mi vida.

La Dama de ForodwaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora