Las puertas al pie de la montaña

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Hace muchos años atrás le dije a mi padre que tome la decisión de ser una maestra de hielo, como el.  Padre acepto, y comenzó a prepararme para la gran prueba que todo aquel que desee ser un maestro debe pasar. Meses después el me llevo a la entrada del bosque de hielo, y me dejo allí sola. Vi como desaparecía entre la tormenta rumbo a casa, mientras yo debía meterme al bosque desconocido donde podía morir. 

Andes de entrar tuve que quitarme toda la ropa. Y allí, en el bosque, pase semanas completamente desnuda. Durmiendo sobre la nieve, comiendo la corteza congelada de los arboles. 

Jamás sentí tanto frio como aquellos días. 

Ahora, atrapada bajo la avalancha de nieve producida por la voz maldita de Saruman, mi cuerpo congelado recuerda aquellos días. El frio que siento, lo agotada que estoy por la cantidad de fuerzas que use para crear espacios entre el hielo para que puedan escapar, hace que sienta tanto frio como aquella vez. Como si los carámbanos de los arboles volvieran a caer y clavarse en mi piel, en mis huesos y luego extender su hielo por todo mi cuerpo. 

Pero no estoy en el bosque de hielo. Y esta vez no estoy sola. Preocuparme por mi bienestar es egoísta, lo primordial es que el resto de la compañía este a salvo para seguir con la misión. Espero que mis esfuerzos hallan valido la pena.

¿Elrond lo sabia?¿Por eso me dijo aquellas cosas?

Estoy consiente, enterrada bajo mucha nieve. Aun no entiendo como es que sigo viva. La nieve es mi amiga, soy su maestra. Eso no me vuelve inmune a su peso, a la asfixia, al agotamiento de mi energía.

Poco a poco, siento como la nieve a mi alrededor va desapareciendo. Y de repente, algo me sujeta los hombros y tira de mi hacia arriba. El aire llega a mi en cuanto la nieve deja de encerrarme.

-¡AGUEN!-¿Oigo bien? ¿Son las voces de los hobbits?

Me esfuerzo por abrir los ojos. Pude una vez con el frio, podre otra vez con el. Abro los ojos encontrándome con el rostro de Legolas a escasos centímetros de mi, con su ceño fruncido por la preocupación. Hago esfuerzos para sonreír y quitar esa expresión de su bello rostro. ¿Qué tan hermosa seria una sonrisa suya? Probablemente me daría un ataque o algo si la viera.

-Estoy bien-Digo, pero mi voz sale baja, débil. Arrastro las palabras como un borracho.

-Iremos por las minas de Moria-dice Gandalf, apareciendo en mi linea de visión. 

Cierro los ojos un segundo, aun sujetándome de Legolas para no perder el equilibrio. Levanto los parpados y ya no veo borroso. Suelto mi agarre, decepcionante, y trato de ubicar la situación en la que nos encontramos. Entonces me percato de que todos estamos enterrados, muy enterrados en la nieve. Creo que...si, aun puedo...aun tengo algo de energía. Respiro profundo, tragando copos de nieve, y soplo.

Un camino se abre a medida que el aire me abandona. Un camino solido de roca, sin nieve de por medio. La espesa blancura que nos atrapa desaparece llevada por mi aliento. 

-¡Rápido!-presiono-El camino no durara mucho.

Los hobbits, seguido de los humanos empiezan a correr por la roca. Gandalf le sigue y yo estoy por correr también, pero mis piernas me fallan y caigo de rodillas.

- ¡Augen!-Exclama el elfo, cogiéndome otra vez. Intento ponerme de pie, pero me es imposible. Mi visión vuelve a fallar, puntos negros nublando mi vista. Abro la boca para advertirle que se apure, pero no solo llego a decir su nombre.

-Legolas.

Y el agotamiento me supera.

[***]

La Dama de ForodwaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora