Amanecer del quinto día

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—Augen—me habla Aragorn, quien a tomado el mando de los hombres cuando el rey se rindió—hay un pasadizo que lleva a las montañas, ve y guía a las mujeres y los niños a través de  el.

—¿Quieres que me valla?—espeto, sorprendida.

El montaraz me mira, luego a algo detrás de mi y su mano agarra el collar que cuelga de su cuello sin falta.

—Necesitan que los protejan.

—¿Y como lo hare sola, cuando los orcos os maten a todos vosotros y vallan tras nosotros?—gruño enojada—me quedare aquí y luchare a tu lado. Ëa thalion—repetí. 

Un golpe en la puerta nos alerto. Los hombres y los elfos que quedan se apresuraron aun mas en construir una barricada.

—Aragorn, se que me perdí allá atrás. Pero estoy de vuelta y no pienso dejar el lado de mis amigos otra vez.

El rostro de Aragorn es grave, pero asiente de acuerdo. Envía a los mas jóvenes para llevar a los refugiados a través del pasaje a las montañas, mientras que ordena a los elfos traer a los caballos. Habla con el rey, y lo que sea que le dijo parece despertar su espíritu de lucha otra vez. 

—Esta saliendo el sol—dice Gimli.

Volteo hacia la pequeña ventana en el muro, por donde la luz dorada del sol comienza a entrar. Un nuevo día. Un futuro. La oscuridad no es eterna, aun hay esperanza.

—El cuerno de Helm resonara en el abismo una ultima vez—anuncia el rey vigorizado.

—¡Si!—Gimli alza su hacha contagiado por el poder que parece vibrar del rey, luego corre hacia un pasillo con unas pequeñas escaleras caracol. 

Un golpe en la puerta derriba a los hombres que intentan sostener la barricada. Legolas prepara su arco, los elfos regresan con los caballos.

—Ha llegado la hora de empuñar juntos el acero—oigo que dice Theoden a Aragorn. 

Subimos a los caballos, asustados y agitados animales. Los elfos controlan a los suyos con palabras suaves, los rohirim, experimentados jinetes, acarician las melenas prometiendo jugosas manzanas. 

—Coraje ¡despierta!—dice el rey, montando su caballo a la cabeza del grupo, Aragorn a su lado—¡Ahora por ira, holocausto y rojo amanecer!—la madera que traba las puertas se dobla hasta quebrarse con cada empuje de los orcos. El cuerno de Helm resuena por el abismo y las puertas se rompen—¡¡Forð Eorlingas!!

Clavo los talones a los costados de mi caballo y desenfundo mi daga-la katana demasiado difícil de manejar sobre un caballo- guiando al animal contra la horda de orcos. 

Cabalgamos por los salones y los pasillos, cortando y apuñalando a cualquier orco que se ponga al alcance de nuestro filo. No nos detenemos. Marchamos hacia adelante con los ojos fijos el el cielo despejado y los primeros rayos rojos del amanecer. 

Bajamos escaleras, con mi daga desgarro gargantas, apuñalo ojos o simplemente golpeo con fuerza en los cascos hasta que estos se hunden en los créanos de los monstruos o solo los aturden. Por la derecha avanzado eliminando a todos los que pueda, y los soldados detrás de mi acaban con aquellos a los que no llego. Cuando salimos afuera y corremos por el puente, los orcos son tantos que muchos quedan atrás y se regresan tras nosotros. Estamos rodeados, en un ultimo movimiento desesperado. Heridos, agotados, cabalgamos hacia adelante sin parar.

Esquivo una lanza que apunta a mi cabeza. Legolas aparta de una patada a un huruk-hai que se trepo sobre otro y salto sobre mi. Tome el ultimo cuchillo que aun escondo entre mi ropa y lo lanzo contra un orco, clavándolo profundamente en su ojo y cráneo, el cual estaba por cortar las patas del caballo de Legolas. 

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2023 ⏰

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La Dama de ForodwaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora