El rey enfermo

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El trono lo ocupaba un anciano de piel arrugada y enfermiza, que variaba del color amarillo al pálido azul de los fantasmas. Su cabello es largo, blanco y descuidado. Sus dedos se curvaban como garras, sus uñas largas y sucias, los huesos remarcando como los de un cadáver en un cuerpo olvidado. Y su mirada...ojos enrojecidos y pupilas blanquecinas... esa mirada es la de una marioneta.

Es una imagen lamentable.

A su lado un sujeto pálido, cubierto por ropas negras y cabello negro le susurraba al oído como la voz del mal que incita a los hombres a cometer actos terribles. Había algo raro en ese sujeto, además del aura oscura que lo rodeaba. Cuando dejó de susurrar al rey y nos enfrentó en su nombre, descubrí que era.

No tenía cejas.

-La cortesia de tu castillo a disminuido últimamente rey Théoden-hablo Gandalf, su voz llenando el salón del trono.

-¿Por qué habría de darte la bienvenida Gandalf, cuervo de la tempestad?-habló el rey, forzando salir su voz débil y agrietada, como si tomara todo de si decir ello, parecía decir sus últimas palabras. 

-Una justa cuestión, mi rey-habló el hombre a su lado. Se puso de pie y miró a su alrededor, proclamando a viva voz:-¡Tardía es la hora en que decide aparecer el conjurador! ¡Te nombro malas lenguas de un indeseado!

El hombre repugnante se acercó hasta estar a menos de dos metros de nosotros.

-¡Silencio! Mantén tu lengua bífida detrás de los colmillos-rugió Gandalf, mirándolo con una mirada que habría hecho llorar a muchos.-No he vencido al fuego y a la muerte para intercambiar falacias con un gusano sarnoso.

Mire asombrada al mago, no crei que seria capaz de decir tales palabras. Aunque con un ser como ese frente a mi, incluso con toda la educación que mi madre y los elfos me enseñaron, no podría evitar dedicarle los insultos más fieros que conozco.

Gandalf apunto a ese hombre, Grima, con su vara; y este retrocedió asustado.

-La v-vara-tartamudeo-¡Les dije que le quitarán la vara!

Y con su grito, un grupo de hombres se lanzó sobre nosotros, sus ojos puestos en el mago. 

Aragorn y Legolas fueron los primeros en reaccionar. Aragorn le dio un puñetazo a uno de los hombres que seguramente le rompió la nariz. El elfo no se quedo atrás. Y yo tampoco lo haría.

Tome del cuello a un hombre que iba a atacar por detrás, cerré mi puño sobre su cabello y tiré su cabeza hacia atrás. Pateé detrás de sus rodillas obligándolo a caer y con un empujón lo saque del camino. Un segundo sujeto se lanzó sobre mi. Esquive su puño. Extendí mi mano y golpe en un punto de su cuello tal como mi padre me enseñó; el sujeto cayó inocente. 

Gimli se hizo cargo de Grima, golpeándolo hasta que cayó al suelo y luego se sentó sobre él para evitar que escapara. 

Vi de reojo un destello plateado y esquive por los pelos el filo de una daga. Di media vuelta, levantando mi pierna recta en alto, clavando mi talón en su cabeza. Mi hermano llamo a se mobimiento patada giratoria. En ese momento me pareció gracioso, pero ahora lo considero apropiado. 

Aragorn y Legolas acabaron con los otros hombres y el resto de soldados eran leales al rey, por lo que no se interpusieron en el camino del único que podía salvarlo. Legolas se acercó a mí y miró a los tres hombres que yacían en el suelo, luego regresó sus ojos azules a los míos y me sonrió. Creo que note un ligero rastro de orgullo en sus ojos.


-Del hechizo yo te libero-dijo Gandalf concentrado en el rey. Y todos pusimos nuestra atención en ellos.

Sin embargo, el rey enfermo empezo a reir. Una risa seca y fea que me causó una desagradable sensación como insectos deslizándose por mi piel. Sus dientes podridos quedaron a la vista de todos y me causaron nauseas.

-No tienes poder aqui-se burló el rey-Gandalf el gris.


Entonces el mago se quitó la capa gris que lo cubría y su túnica blanca que desprendía luz iluminó el salón, clavándose en el rey enfermo como agujas. El rey gritó, entre sorprendido y adolorida, su vista perdida.

-Te sacare Saruman, como se saca el veneno de la mordedura-Gandalf apuntó con su vara al rey.

El rey se retorció en el trono, gruñendo como una bestia salvaje en un vano intento de sobrevivir al ser atrapada. Su mirada se volvió más salvaje y sus rostro se retorció en una expresión enferma y malvada que recordaré hasta en mis últimos dias.

De repente una chica apareció en el salon y corrió hacia el rey. Aragorn la tomó del brazo y ella le clavó el codo en el estómago. Me apresure a detenerla y ayudar un poco a mi compañero. Ella se detuvo un segundo al verme, mas sorprendida por mi presencia que por haberla convencido.

-Si salgo-hablo Saruman dentro del cuerpo del rey-Théoden caerá.

La chica se asusto. 

-Espera-volvió a detenerla Aragorn. 

Al ver que ella no ponia mas resistencia ni tenía intenciones de volver a golpear al montaraz, solté su brazo y di un paso atrás, quedando a la par del elfo.

Gandalf ignoró las palabras del otro mago y volvió a apuntar su vara al rey, quien se fue hacia atrás como si una fuerza invisible a mis ojos lo golpeara.

-No me mataste, ni le mataras a el.

-Rohan es mioo-gruñó Saruman.

-¡Sal de él!-cuando dijo estas palabras, el rey enloqueció y se lanzó sobre el mago, pero Gandalf golpeo su frente con la vara y el rey cayó sobre el trono vencido.

La joven corrió hacia el rey que se inclinaba sobre si mismo y amenazaba con caer de su asiento. Con su ayuda, lo acomodo en el trono. Vi con mis propios ojos como el cabello blanco tomaba color y vida, como la piel regresaba a ser la de una persona sana y madura, no como la de un anciano humano de cien años. Sus ojos recuperaron el brillo y el enfoque. Y ante nosotros el rey Théoden apareció, con la fuerza de un hombre sano, sus cabellos dorados y libre de toda presencia del mal.

Solo su mente estaba algo confusa.

-Reconozco tu rostro, Eowyn-oi que dijo a la joven. Luego su mirada cayó en el mago y la confusión apareció-¿Gandalf?

-Vuelve a respirar aire libre, amigo-respondió el mago.

El rey sano se puso de pie con ayuda de la joven, su cuerpo aún algo débil. 

-Mis sueños han sido sombríos-dijo, mirando distraído sus manos.

-Vuestros dedos recordarían mejor su fuerza si empuñarán una espada-dijo Gandalf. Y con sus palabras, el soldado pelirrojo que nos detubo en las puertas se acercó y le ofreció una espada con la empuñadura de oro al rey.

Théoden cerró su mano sobre la empuñadura y desenfundó la espada. El brillo del acero destello bajo la luz de las velas.

Pude sentir la felicidad de los hombres presentes en ese salón al ver a su rey de pie, sano, sosteniendo otra vez la espada que protegería su hogar.




La Dama de ForodwaithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora