Él

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En algún lugar del norte de Jhaustender.

El Rey camina de un lado al otro en la habitación.

Él lleva dos días desparecido.

Dos días que no ha vuelto a casa.

Y todo por mi culpa.

—¡Vas a tráeme devuelta a mi hijo! — ordena furioso.

No lo culpo.

Yo también lo estaba.

— Su majestad por favor — suplicó ella — no es su culpa. El soló. . .—

— ¡Deja de defenderlo! — le espeta.

— ¡Es muy peligroso! — exclama ella.

Oh mamá, defendiendo lo indefendible.

¡No quiero perderlo a él también! ¿¡No entiendes!? — la suplica, el dolor,  la desesperación en cada una de sus palabras.

Oh mamá.

Siempre tan humana.

Se preocupa por mi, aunque no debería.

Yo soy el causante de que él haya desaparecido.

Tengo que traerlo de vuelta.

Tengo que hacerlo.

Tengo que dar la cara.

El hace el ademán de responder, y para sorpresa de todos, el qué habló en ese momento fui yo.

— Lo haré.

Ambos me miran.

Él con incredulidad.

Ella con preocupación.

Aparto la mirada de ella. Me enfocó en el, quien me observa expectante.

— Lo traeré de vuelta.

Sus ojos escrutaron mi rostro en busca de algo que nunca iba a encontrar.

— ¿Lo juras?

Y eso es verdad.

No había mentiras en lo que decía:

Lo traeré a casa. Sin importar lo que cueste.

Pero lo que no sabía era que iba a costar tanto.

No sabía que rescatar a mí hermano, traería problemas graves que cambiarían el curso de una historia.

Mi historia.

Nuestra historia.

Porque ambos teníamos los caminos escritos.

Y nunca pensamos que, en algún momento,  ambos caminos se unirían.

Para el bien de una era y para el mal de la otra.


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ŲłþīMœ ÆMÆŇĔ§ĔŘ

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