Epílogo: Último Amanecer

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Narrador Omnisciente

Ellos correan entre los arbustos del jardín de rosas rojas.

Él y ella.

La razón por la que valía la pena sobrevivir.

La verdadera razón de la existencia en el mundo.

Ellos, simplemente ellos.

El sol y la luna y su universo las estrellas, llenos posibilidades, llenos de vida y de luz.

Pero también de oscuridad.

Y ella lo sabe.

Lo sabe, mientras los ve jugar desde la distancia se pregunta internamente:

《¿Y que será de ellos cuando llegue el final?》

Y él le responde:

— Solo el destino lo sabrá.

Ella se voltea con una sonrisa enamorada hacia el chico inmortal y apoya sus manos en sus hombros.

— No escuches mis pensamientos — le reprocha sin quitar la sonrisa.

— Es interesante lo que piensas, alteza — se excusa.

Ella rueda los ojos.

— Majestad — lo corrige por enésima vez.

— Pueden existir mil reinas en el mundo, pues es enorme, pero para mi tú siempre serás mi princesa — le asegura con ojos brillantes.

Se observan enamorados.

Ella ahora es reina, los vampiros han tomado las ciudades y sus hijos han traído la paz Jhaustender, pero no todos estuvieron de acuerdo con los nuevos tratados y fueron ejecutados.

Entre ellos estaban sus padres, la reina Vhalenia y el rey Crayrus, quiénes trataron de matar a sus nietos forjando una alianza con los licantropos, lo cuál llamó la atención de la Emperatriz de los Nueve Mundos y ella bajó de su trono para solucionar la masacre.

Muchas criaturas atacaron a la Emperatriz, pero los pequeños hijos de actual reina la protegieron y acabaron el Amanecer de Sangre y la dieron la libertad a la emperatriz.

Vuelve, nosotros nos haremos cargo— le dijo la niña de cabello rubio. Tenía las pupilas heterocromaticas de color cristalino.

Nos salvaste una vez, ahora es nuestro turno — le dijo el mellizo de la niña antes extender una de sus pequeñas manos hacia la emperatriz —. Nosotros tomaremos tú lugar en el trono de los Nueve Mundos, seremos tús sucesores y gobernaremos por ti.

Ya se ha cumplido tú tiempo, reina Janasha — le dijo la niña con su voz suave y cegada —. Puedes volver a casa — le concedió y los lazos que unían la emperatriz con los Nueve Mundos salieron de ella en hileras doradas —. Solo han pasado días, no siglos, solo has estado de vacaciones, no reinando en mundos mágicos, solo serás una persona normal — después agregó con rotundidad —. Y, desde luego, ya no serás una emperatriz.

Nadie en ningún rincón de los universos se dio cuenta de ése intercambio.

Nadie nunca recordó jamás a la emperatriz, salvo la dos personas que la otorgaron una libertad diferente a la que, en su momento, le concedieron sus padres.

Y solamente los chicos de la siguiente profecía saben la verdad sobre la leyenda de los Nueve Mundos.

Pero ésa será otra leyenda que contar, pues está termina cuando el pequeño ángel le ofrece una rosa blanca a su madre.

— Toma mamá — le dice con una sonrisa infantil —. Es la única en el rosal, al igual que tú en el mundo.

FIN

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ŲłþīMœ ÆMÆŇĔ§ĔŘ.

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