Mevely Lamar'knory
Mi cuello tiene moratones enormes, como si me hubiesen estado agarrando con fuerza. No recuerdo nada después de haberme dormido, así que supongo que son un efecto secundario de las medicinas nuevas que están probando en el palacio.
Pero el ardor de mi garganta es demasiado fuerte para que sea tal cosa.
No lo es.
Dice la voz de mi cabeza, aquella que de asemeja más a mi conciencia, no es como aquella grutal que aparece en mis pesadillas.
Los pequeños seres se remueven en mi vientre de manera casi impredecible. Por poco se me olvida que tengo dentro de mi a dos niños que serán igual de rubios que mi príncipe sin nombre.
Sonrío de solo pensarlo. Si mis hijos son iguales a los de mis sueños, serán más parecidos a Drastyan que a mi. Y sorprendentemente eso me gusta. Me gusta que sean iguales al chico voluble que habló conmigo bajo las estrellas, que me ha hecho más feliz con sus encuentros y conversaciones en mi habitación.
Y que también es un idiota.
¿Cómo se le ocurre traerme de nuevo a Ghianya? ¡Joder! ¡Me voy a casar!
No se si me inquieta o me desagrada la idea de que mis planes de boda con el príncipe Hasshan sigan en pie.
Tal vez la noche anterior lo hubiese disfrutado, como cuando bailamos en el salón y me hizo reír con su galantería. Él es un sueño hecho realidad y yo le he faltado el respeto con un ser enemigo.
Ya no soy casta y estoy llevando en mi vientre los hijos de otro joven. No me han educado así, pero al parecer he pasado de mis modales desde que llegó el hermano de Drastyan a las mazmorras.
Drastyan me explicó todo lo que pasó y la razón por la que fue al palacio en primer lugar. No se había esperado encontrar en el hogar enemigo al ser que más desea en el mundo.
Es tan lindo, cuando no está sacándome de mis casillas ni colmando mi paciencia con su sarcasmo y sus comentarios burlones.
Pero ¿Qué más podría pedir?
Es un egolátra, engreído, arrogante, idiota y estúpido rubio que me hace tocar el cielo con solo mirar sus ojos grises.
Me gusta mucho. Le quiero.
— Y. . . A ustedes también — murmuro con timidez colocando una mano sobre mi vientre.
Estoy en ropa interior frente al espejo de cuerpo completo que está en mi cuarto de baño. Me sorprendo a notar que tengo una pequeña curva en el vientre. Es prominente y suave, como piel. No se nota con el vestido de capas que me toca colocarme hoy, pero en éste momento, casi desnuda frente a mi espejo, si se ve.
— ¿Alteza? — me llama una de mis doncellas de la puerta de la habitación.
— ¡Un momento! — respondo.
Me apresuro a colocarme el vestido de seda color azul cielo. Por un momento recuerdo el vestido que usó la emperatriz y frunzo el ceño.
Salgo del cuarto de baño y entro a la habitación para recibir a Lenna. Me observa con una sonrisa y procede a ayudarme a abrochar el vestido.
— Gracias — murmuro con una sonrisa amable.
Ella asiente.
— Vengo para informarle que la reina la espera en el salón de té dentro de una hora — me dice con las manos entrelazadas al frente.
— De acuerdo — asiento —. Puedes retirarte, Lenna.
Ella hace una reverencia y desaparece por el pasillo.
* * *
Recorro los pasillos del palacio observando los retratos en las paredes, en ellos están pintados generaciones y generaciones de los antecesores de mis padres.
En muchos, los reyes están con dos esposas e hijos, menos en otros, donde los reyes están solos, como el rey Digory Lamar'knory III. Nunca se casó, pero si su hermana Calé Lamar'knory y su hijo mayor, Xaid Avanot, fue el sustituto de su tío.
Después de él pasan dos generaciones cuando el apellido Lamar'knory vuelve a los retratos con el Rey Isaac Lamar'knory y sus hijos Marak, Asay y Nora.
A unos dos retratos a la derecha están los Reyes Salazar y Claire con la princesa Ignis y el príncipe Neisan. Después de ellos esta el Príncipe Neisan, ya de grande, con la princesa Alia de Allenmer.
Todos las personas en los retratos tienen el cabello castaño, ojos verdes o miel e incluso tienen las facciones parecidas.
Todos, menos Kinira Darmelle, quién era una princesa nacida en Jhausterbax antes de la invasión de los vampiros y Ashtor Whitte, un príncipe de Asir.
El cabello de ella era castaño claro, casi rubio y sus ojos eran azul celeste su expresión era metódica y parecía fría, pero no prepotente.
Y él era hermoso, de cabello negro brillante y ojos azul grisáceo, poseía la misma expresión de la princesa.
Son los únicos reyes, después de quince generaciones, que no poseen el apellido Lamar'knory y no son de Ghianya. En el retrato siguiente están dos niños castaños de ojos miel. Los dos con coronas de oro y rubíes.
Abajo del retrato rezan sus nombres:
"Los reyes Hael y Hillary de Ghianya Real"
Año 20527 — Era 3
(Después de la destrucción de las dos ciudades)Eran unos niños, no debían de tener más de seis años de edad. En la fotografía se ven asustados y la niña se esconde disimuladamente detrás de su hermano.
Son idénticos, eso es obvio, en el retrato posen los mismos rizos castaños y las mismas facciones. Lo único diferente son los ojos.
Ella tiene el ojo derecho de color miel y el izquierdo de color verde azulado, son vidriosos y tristes. Los del niño son iguales, pero invertidos. Él tiene el ojo derecho verde azulado y el izquierdo color miel, su mirada vidriosa parece imputable e inexpresiva, aunque también se puede notar el miedo en sus facciones.
Son hermosos y la pintura es nostálgica.
¿Qué les habrá pasado a los pequeños reyes para que tuviesen sobre sus hombros la responsabilidad de las naciones?
Sigo viendo generaciones de reyes y reinas mientras recorro el largo pasillo hasta el salón de té. En el camino saludo a los sirvientes que continúan quitando la decoración de mi fiesta de cumpleaños y los guardias del palacio me hacen reverencias al pasar.
Llego al salón donde me espera la reina y un guardia me abre la puerta.
Entro y allí está mi madre.
Pero no está sola.
No. Claro que no.
Junto a la ventana del salón de té está, nada más y nada menos que ella.
La Reina Azares.
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ŲłþīMœ ÆMÆŇĔ§ĔŘ.
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Último Amanecer
VampireLa guerra entre vampiros y humanos duró en la tierra aproximadamente unos 1000 años. En el transcurso de esta, cada bando defendía a su especie por razones muy diferentes las cuales se redondean a una sola : sobrevivir.