Un Álbum de Fotografías con Movimiento

13 2 2
                                    

Mevely Lamar'knory

Observo desconcertada como el rostro de Drastyan se torna pálido al colocar su mano en mi vientre.

No entiendo nada. No se por qué hablan del libro de Leyendas, yo también tengo uno, aunque Drastyan me dijo que está editado y no tiene la versión original.

Así que no comprendo nada. Ni lo que está pasando, ni el ambiente tenso que se siente en la estancia, ni mucho menos la visión de dos niños rubios en la lejanía.

- ¿Puedo alguien explicarme que rayos está pasando? - exijo con impaciencia.

La reina, quién también parece algo pálida, me observa con una sonrisa forzada.

- Te lo explicaré en un momento, te lo prometo - asegura -. Pero primero te suplico que te alejes un poco del príncipe - me apremia.

No entiendo el por qué pero todos modos hago el ademán de levantarme del regazo de Drastyan, quién parece petrificado. Aún así me apreta más contra él.

- No - se queja aferrándose a mí como un niño enfirruñado.

La reina suspira con frustración.

- Drastyan. . . - comienza.

- Cállate - le espeta con brusquedad -. Ella no se va a mover de aquí - dictamina sin hacer el ademán de soltarme.

Me aclaro la garganta, indignada.

- Que yo sepa, puedo hacer lo que quiera porque soy princesa - le recuerdo.

- Eso es Ghianya, aquí estás bajo mis órdenes y no te mueves de aquí - refunfuña.

- Eso es un poco posesivo ¿No crees? - opino con un deje de burla.

- Los estoy cuidando - se defiende mirando amenazante a sus padres.

No comprendo.

- ¿A quienes? - cuestiono confundida.

- A ti y a nuestros hijos - confiesa.

Yo lo observo con el ceño fruncido.

《¿Ha dicho hijos. . .? Pero si yo no estoy. . .》

Un trago amargo se me sube a la garganta y doy una arcada, apartándome inmediatamente de Drastyan. Vomito asqueada sobre el piso del despacho frente a todos los vampiros y otros seres mágicos.

No me importa.

Drastyan sostiene mi cabello hasta que termino de vomitar. Quedo temblorosa y él me levanta del suelo, cargándome en sus brazos como si no pesara nada.

Y tal vez sea cierto.

Estoy demasiado débil para pensar.

- ¡Lleva a la princesa para la enfermería! - escucho a alguien ordenar.

Todo a mi alrededor pasa muy rápido y cierro los ojos sintiendo como pierdo fuerza, pero me niego a cerrar los ojos.

Me enfoco en lo único que puedo ver con claridad. El hermoso rostro sin imperfecciones de mi príncipe sin nombre.

Es tan hermoso que duele. Desde su rostro de porcelana hasta sus abdominales esculpidos por los dioses de la perfección. No puedo ver nada más que su belleza. Y tampoco quiero hacerlo.

No quiero pensar en nada más que en él.

Aunque nunca me haya dicho su nombre y haya enterado a destiempo.

Aunque me haya traído al reino enemigo y ahora esté en cualquier lugar.

Aunque me haya hecho suya y ahora tenga que cargar con el peso de la caída de las naciones.

Último Amanecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora