Un latir distinto a los demás

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Drastyan Valmir:

El bosque Nehelux.

El bosque más grande de todo Jhaustender.

Ubicado en Ghianya real.

《Vaya basura de reino》

Piensa el joven príncipe mirando a sus amigos escalar la pendiente. No es muy alta, pero está cubierta de nieve, la misma cubre las rocas y las copas de los árboles de alrededor. Una ardilla salta de una rama a otra provocando que la nieve caiga sobre Killan el cual se estremece soltando un chillido. Gaen por su parte ríe escandalosamente.

《No son más idiotas, porque los años les pesan》

- ¡Oigan, par de vejestorios! - exclama llamando la atención de sus acompañantes.

Gaen lo mira indignado.

- Mire su majestad, puede que tenga unos 50 o 60 años más que usted, pero eso no le da derecho a ofenderme y . . .

Siguió dando un aburrido discurso sobre el respeto a los mayores.

Y posiblemente el príncipe lo hubiese escuchado, claro está. Pero un ruido lo entretuvo.

Un ruido similar al latir de un corazón humano.

- ¿Escuchan eso? - cuestiono desconcertado, interrumpiendo las palabras del pelinegro.

- ¡Qué falta de respeto es esa Drastyan! - exclamó Gaen aún indignado - ¿¡Es que acaso el rey Dhanel nunca te enseñó modales!?

Y momentos como estos le hacían cuestionarse sobre porque tenía amigos.

Drastyan lo miro de una manera que hubiese enfriado el infierno.

Su relación con su padre no era la más buena del mundo. El favorito del rey siempre fue Asher, su hermano mayor.

El cual estaba perdido en alguna parte de Jhaustender. Porque está más que seguro que el rey Crayrus no lo tiene en su palacio.

A menos que sea muy estúpido, claro.

— Yo no oigo nada Drash — Respondió Killan observando alrededor, ajeno a las quejas de Gaen.

— ¿Enserió? — inquirió el rubio, siguiendo el sonido.

Venía detrás de unos arbustos que estaban unos metros de ellos, bajando la colina.

— Drash no se escucha nada, solamente el ruido del viento y algunos animales — dijo Gaen sacudiendo la nieve de sus botas.

No, claro que no era eso. El ruido provenía de allí. Estaba seguro.

— Es como un latido — murmuro más para si mismo.

— Drastyan creo que es hora de seguir — señaló Killan.

— Opinó igual — le siguió Gaen.

— Yo siento que viene de allá — señaló los arbustos con insistencia.

— Y yo siento que estar bajo tanta nieve te afecto — acotó el pelinegro palmandole la espalda antes de avanzar colina arriba.

— Mira Drash — empezó a decir Killan en todo condescendiente — yo creo que es mejor seguir, mientras más tiempo perdamos, menos posibilidades tenemos de encontrar a Asher ¿Okay? . . . Parte creo que caerá una tormenta de nieve — añadió divertido.

— Okay, esta bien — asintió con una media sonrisa.

El chico castaño palmeo dos veces su hombro, antes de seguir al pelinegro cuesta arriba.

El príncipe se quedó mirándolos un instante.

No estaba conforme con esa respuesta.

¡Oh, claro que no!

Observó alrededor. Todo era extraño, inexplicable, incómodo. El ambiente se sentía pesado, como si predigese lo peor. Todo se sentía denso, cómo si estuviese bajo el agua, hasta el sonido los insectos pronosticaba peligro. Como si algo fuese a pasar, cómo si algo muy malo se avecinara.

Posiblemente sea cierta la leyenda que dice que el Nehelux es un bosque que guarda secretos de los habitantes de este lugar.

La pregunta era:

¿Por qué?

¿Por qué la atmósfera no se sentía igual?

¿Por qué cambió tan de repente?

¿Era el bosque?

¿Qué pasaba?

¿Pasaba algo?

¿Tenía qué ver con el golpeteo incesante de ese alguien?

Porque, claro está, que era una persona. Se sentía como una.  No podía ser un animal.

¿O sí?

No lo sabía. . .

.  . . Por ahora.

Porque apesar de las dudas que yacían en su mente, el tenía algo que solamente los Valmir poseen, algo que todos desean pero nunca obtienen:

Habilidades.

Habilidades que ni el propio rey de Asir tenía.

Porque sí.

Su padre era un rey.

Y por desgracia él era su hijo.

Y otra cosa que no sabía el príncipe de dos naciones era que eso que transmitía el bosque era la prediccion de una catástrofe.

Un principio y un fin.

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ŲłþīMœ ÆMÆŇĔ§ĔŘ

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