Bucles Tridimensionales

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Mevely Lamar'knory

Suelto un gruñido y apreto los labios, mirando con frustración el desolado pasillo. También está repleto de casilleros y puertas.

Desvío mi mirada hacia el príncipe con esperanza de que él pueda escuchar donde están. Pero él menea la cabeza.

— No se donde se han metido — me dice con el ceño ligeramente fruncido, su mirada está clavada en el pasillo.

Lo observo con exasperación.

— Tú puedes saber con exasperación donde está cada quien — le recuerdo frustrada —. ¡Tú diferencias con facilidad el latido de los corazones!

Se voltea hacia mi, tan repentinamente que retrocedo asustada.

— Él tuyo — me señala amenazante —. Solo puedo reconocer con tal facilidad tú corazón porque tenemos un vínculo, por si no lo recuerdas — me da en la cien con su dedo índice —. Aparte, solo nuestros corazones laten al mismo ritmo y es fácil reconocerte, incluso entre la multitud — menea la cabeza —. Pero no me pasa lo mismo con ellos porque en éste momento hay más de mil corazones latiendo y no estoy familiarizado con sus latidos pero distinguirlos entre la multitud — concluye.

Yo muerdo mi labio inferior y, sin pensarlo, recargo mi frente sobre su pecho. Él se tensa, posiblemente sorprendido por mi acción, pero lo ignoro y suspiro.

— Esto está muy mal — murmuro con preocupación —. Se supone que tenemos que detener a la emperatriz y ni siquiera la hemos mirado a la cara. . .

Siento un nudo en mi garganta y mis ojos arden con las lágrimas.

— Todo estará bien, alteza — me asegura con voz queda —. Apenas llevamos unas dos horas en la Tierra y hemos estado cerca de la emperatriz — me anima tomándome por los hombros.

Con desgana dejo que me aleje de él y fijo los ojos en su rostro. Se ve relajado y tiene una pequeña sonrisa en los labios.

— Eso es mejor de lo esperado ¿No crees? — me pregunta —. Era poco probable que el portal nos arrojará directamente al lugar donde estaba la princesa y mira donde estamos. . .

Él duda un momento y después alza una de sus manos para limpiar mis mejillas.

— Solo tenemos que encontrar a la escurridiza emperatriz y evitar que cometa una rotunda estupidez.

Yo asiento con un puchero y él entrelaza nuestras manos.

— Será mejor que los busquemos por éste pasillo. . . — hace una pausa y frunce el ceño —. No pueden estar muy lejos.

Suspiro.

Tengo el presentimiento de que esto será difícil.

* * *

Difícil es quedarse corto.

Revisamos cada una de las puertas de ése pasillo y ni rastro de la emperatriz. Ni siquiera hay más chicos con ropas extrañamente iguales.

— Es como si se los hubiese tragado un agujero negro — mascullo cuando cerramos la puerta de la última habitación con mesas.

— O desaparecido — comenta el príncipe mirándome fijamente.

Le devuelvo la mirada con el ceño fruncido.

《¿A que se refiere con "desaparecido". . .?》

Ahogo un grito al caer en cuenta.

— ¡La princesa Janasha tiene poderes! — exclamo con estupefacción.

Último Amanecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora