Capítulo 22: El Mercenario.

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     Mientras la tripulación iba de camino hacia la nave, conversaban sobre lo que harían las próximas horas.

-En cuanto lleguemos, Brian, quiero que cocines algo magnífico. Tengo hambre. –dijo Lex.
-Entendido. –dijo Brian sonriendo.
-Luego de comer, despegaremos. Aún hay un trecho largo hacia el Cinturón de Ptolomeo.
-¿Por qué no descansamos un día? –dijo Valentine. –Al fin y al cabo, estamos completos, ¿no?
-Es cierto, Lex. Nadie más nos espera, podríamos descansar. –agregó Stanley.
-Mientras más tiempo tardemos en llegar al Cinturón de Ptolomeo, más tiempo damos a que otros Piratas encuentren Saturno Dorado. –respondió Lex.
-Un día no hará esa diferencia. –dijo Valentine. –Además, no solo los piratas lo buscan. Se dice que la Alianza tiene a efectivos de la Federación Anti Pirata buscándolo también. No quieren que nadie lo encuentre, si es que existe.
-¿Por qué insistes en que no existe? –preguntó Lex.
-No insisto. –respondió Valentine. –Es lo que se dice. La Alianza ha negado el hecho de tener oficiales en la búsqueda de Saturno Dorado, ya que si lo declara, afirmarían que existe. Ellos mismos han negado su existencia para detener el nacimiento de más piratas. Lo buscan porque si existe, quieren evitar que los piratas lo encuentren.
-Pues no impedirán que yo lo haga. –dijo Lex.
-Crees mucho en ti mismo. –dijo Stefan.
-¿Es eso malo? –preguntó Lex. –Nadie en esta galaxia podrá decir que Lex Bryant se rindió, porque no lo he hecho ni lo haré.

     Mientras conversaban tranquilamente, de entre unos árboles, una flecha salió disparada al cielo.
-¿Qué es eso? –preguntó Stanley.
-Tranquilos, es una flecha. –dijo Matthew.

     La flecha venía cayendo al suelo, lejos de la tripulación, pero de repente, la flecha explotó, liberando un destello de luz enceguecedor que dejó sin vista a la tripulación.

-¡Mis ojos! –gritó Valentine.
-¡No veo nada! ¡No veo nada! –decía Stanley, desesperado.
-¡Es una flecha bengala! ¡Tranquilos! –decía Matthew tratando de estabilizar al equipo.
-¡Seguro quieren emboscarnos! –aseveró Lex.

     Entonces, su ceguera temporal terminó y pudieron ver de nuevo. Alzando la vista, observaron a un hombre parado a quince metros de ellos. En sus manos portaba un arco; en su espalda, tenía ceñido un bolso en donde llevaba numerosas flechas. Atada al cuello de su camisa llevaba una capa de lana verde grisáceo que bajaba por su espalda y se terminaba casi a sus tobillos. Era una capa de camuflaje.

-¡No se mueva nadie! –dijo el hombre. –O los volaré en pedazos.

     La tripulación se dio cuenta que en medio de ellos había una flecha clavada en el suelo. Una pequeña luz de color rojo titilaba al costado de esta.

-Un movimiento en falso y haré explotar esa flecha. Tiene la potencia de una granada térmica. No les aconsejo ser imprudentes. –recalcó el hombre misterioso.
-¿Quién eres tú? ¿Qué buscas? –preguntó Lex.
-Solo soy un simple mercenario. –dijo el hombre. –Y te busco a ti, Lex Bryant.

     Todos en ese momento guardaron silencio. Sintieron un poco de temor, ya que se encontraban indefensos. Lex no podía acercar sus manos a su pistolera; el mercenario los volaría en pedazos.

-¿Quién te envió? –preguntó Lex con gotas de sudor cayendo de su frente. -Una persona a quien no le caes para nada bien. –dijo el mercenario.
-Podría ser cualquiera. –dijo Lex. –Sé más específico.
-¿Más específico? Claro… para quién yo trabaje no es tu problema. Ahora quítate la pistolera y déjala caer. No se te ocurra hacer una locura, te garantizo que mi dedo pulgar es más rápido que tu índice.

     Lex soltó su cinturón pistolera. Cayó al suelo con sus dos pistolas de plasma y sus cargadores. El mercenario le ordenó que caminara hacia él con las manos en alto.

-¿Qué pasa si no quiero? ¿Me matarás? No podrías cobrar la recompensa. –decía Lex para ganar tiempo.
-Quién me envió no le importa si te llevo caliente, o si te llevo frío. –aseveró el mercenario. –Sé que no te importaría morir pero… ¿volarías en pedazos junto con tus amigos?

     En ese momento, Lex supo que no tenía escapatoria; así que caminó hacia el mercenario con las manos en alto. El mercenario era un hombre joven de cabello plateado, que obviamente se lo había teñido. Sus ojos eran verdes como la grama e inspiraban temor. Su tez era blanca. Se notaba el recién afeitado de su barba. Usaba una camisa negra y en el cuello, como mencioné antes, llevaba atada una capa larga de color verde grisáceo. Tenía un cinturón puesto donde llevaba granadas. Sus pantalones también eran negros y llevaba botas montañeras. En su cabeza tenía unas gafas de cazador, utilizada por francotiradores y cazadores deportivos. Dichas gafas permitían aumentar la visión, como binoculares. Por eso eran tan útiles.

-Ponte esto. –dijo el mercenario, lanzándole a Lex unas esposas.

     Lex se colocó las esposas con las manos en la espalda y quedó completamente indefenso ante el mercenario.

-Ahora camina. –dijo mientras lo apuntaba con una flecha. –Ustedes no se muevan. –le dijo a la tripulación.
-¿Cómo sabemos que no nos matarás? –preguntó Matthew.
-No lo haré. En cuanto me vaya y esté fuera del rango de la flecha, ella misma se detonará. Pero antes, hará un ruido como de un pitido. Entonces tendrán siete segundos para correr y ponerse a cubierto. Cuando eso suceda, ya yo no estaré, así que si valoran sus vidas, no nos
sigan.

     El mercenario se fue con Lex esposado y se adentró en el bosque. La tripulación quedó inmóvil junto a la flecha, hasta que esta hizo el sonido característico y todos corrieron en sentidos diferentes; y la flecha explotó. Por fortuna, no hirió a nadie. Al alzar la mirada, vieron una nave que salía de la órbita del planeta. Era el mercenario que se había llevado a Lex. El equipo quedó en súbito silencio. Nadie pronunciaba una palabra.

-¿Qué haremos ahora? –dijo Stanley rompiendo el silencio.
-¡No podemos hacer nada! ¡Se llevaron a Lex! –dijo Valentine.
-¡Cálmense! –dijo Matthew. -¿Qué no escucharon a Lex?
-¿Escuchar qué? –preguntó Stanley.
-Yo soy su Primer Oficial. Lo que significa que ahora estoy a cargo; y lo que ahora haremos será buscar a Lex y rescatarlo. –afirmó Matthew.
-¿Cómo lo haremos? –preguntó Stefan.

     Matthew volteó y lo observó con una mirada de autoridad.

-Vayamos a la nave primero. Les diré qué haremos. –dijo. Luego recogió la pistolera de Lex y se la llevó. –Vamos, muévanse.

     Valentine, Brian, Stefan y Stanley se miraron entre sí, para luego seguir a Matthew. Una vez a bordo del Valentine´s Pride, en la cabina de mando, Matthew comenzó a dar órdenes.

-Ese mercenario no ordenó a Lex soltar su teléfono. Aún lo debe de tener en su bolsillo y si no, está en la nave. Podemos rastrearlo desde nuestra computadora.
-Sé cómo hacerlo. –dijo Stefan. –Tengo algunos conocimientos de informática.
-Excelente. –dijo Matthew. –Comienza entonces.

     Stefan fue a la computadora de la nave y comenzó a ubicar el teléfono de Lex, el cual estaba vinculado al sistema de la nave.

-Valentine, a tu puesto. Igual tú, Stan. Y Brian… antes de despegar nos gustaría comer algo.

     Brian levantó su pulgar sonriendo y se dirigió a la cocina. El resto de la tripulación se dirigió a las computadoras y comenzaron a pensar cómo rescatarían a Lex de las manos del mercenario.

Saturno Dorado - Un Deseo entre las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora