RDA┋20

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Franz Ferdinand de fondo para aumentar un poquito el drama. ♡


Capítulo veinte.

[Tampo (filipino): El instante en que una persona retira su afecto y alegría hacia aquel que lo lastimó].

• N I C L A S •

Tratar de dormir con el corazón roto debía ser una de las peores torturas de la existencia.

La simple acción estaba cargada de un nauseabundo y sofocante sentimiento de vacío que Niclas deseó nunca haber conocido. No importaba cuanto lo intentara, cada vez que se recostaba en su cama y cerraba los ojos, una inminente angustia lo rodeaba.

¿Quién diría que perder un amor podía causar tanto dolor?

Pero, sobre todo, incomodidad.

Niclas se removió entre las cobijas, y las pateó fuera de su piel. Durante el fin de semana, apenas había dormido un total de nueve horas, y esa madrugada el despertador sonó en el peor momento, al igual que los ruidosos pájaros que decidieron hacer un nido afuera de su ventana. De no ser porque a Lenay le gustaba observarlos cada vez que lo visitaba, los hubiera ahuyentado a otra parte.

En medio de maldiciones susurradas y deseos de querer desaparecer, Niclas se levantó y se preparó para ir a Sheridan.

No podía faltar ese día. Se había propuesto devolverle a Astrid todas las cosas que le quedaban de ella. No veía sentido en conservarlas y había descartado la idea de tirarlas, después de comprobar que no era una opción que lo hiciera sentir orgulloso. Pero lo cierto es que, en su mente, era la excusa perfecta para hablar con ella, y averiguar si todavía le importaba.

Tal vez, solo tal vez, podría encontrar el mismo dolor en sus ojos que él veía cada mañana cuando se paraba frente al espejo.

Niclas se olvidó de su rutina y, al llegar a Sheridan, atravesó las puertas con pasos apresurados. Faltaban diecinueve minutos para entrar a clases, pero la mayoría de los estudiantes ya se encontraban en los pasillos.

—Date por muerto, Clay. —Niclas escuchó a Ulrik condenar a su amigo cuando él comenzó a acercarse a ellos. Los dos estaban recargados en los casilleros, pero Ulrik era el único que tenía la vista enfocada en él—. Me dijiste que no había tarea, y sabes que necesito cuidar mis calificaciones para estar en el equipo.

—No la hay —le respondió Clayton sin levantar la vista de su celular.

—¿Y por qué Niclas trae una caja? —dudó Ulrik con los ojos entornados hacia él—. ¿Estás seguro de que no debíamos traer material para alguna clase?

Clayton levantó su mirada hacia Niclas, y lo inspeccionó a detalle, pero él no se inmutó, ni tampoco se molestó en disuadir la preocupación de su amigo. Al contrario, la alentó:

—No te van a sacar del equipo —le dijo Niclas a Ulrik—. Tal vez te pongan como el repartidor de agua o la mascota, pero sacarte, no. No lo creo.

Ulrik palideció.

—Sabía que no debí preguntarte a ti, Clayton. A ti siempre se te olvida la bata de laboratorio.

—Ignóralo. Está jugando contigo —intervino Clayton, aunque una sonrisa tiró de sus labios.

—¿Niclas? ¿Nuestro eterno pesimista? —exclamó Ulrik—. Creí que ya había perdido la capacidad de bromear. El otro día intentó golpearme por un chiste.

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora