RDA┋15

5K 496 788
                                    

Capítulo quince.

[Eleutheromania (griego): Deseo incontrolable por la libertad; no sentirse atado a nada ni a nadie].

• L E N A Y •


Niclas Keller: "¿Lista para incendiar cosas?"

Lenay giró sobre su propia cama, asombrada ante el mensaje que iluminó su rostro. No esperaba un respuesta tan inmediata. 

Ella tardó semanas en escribir sus sentimientos por Niclas. Aunque, en parte, se debió a que no quería desprenderse de lo último que le quedaba de él.

Lenay: "¿Ahora mismo?"

Niclas Keller: "Sí. ¿Para qué esperar?"

Niclas Keller: "Claro, si puedes".

La respiración de Lenay se aceleró. No podía salir de repente de su casa, mucho menos con la última advertencia que le dio su padre sobre ello. Pero, al mismo tiempo, tampoco quería no estar ahí para Niclas.

Lenay: "Dame unos minutos".

Con el corazón dictando sus neuronas, ella se dirigió hacia la oficina personal que tenía su padre en casa, mientras trataba de contener su respiración. Los nervios y la sensación de un vacío en su estómago se acentuaron con nauseas. Hace semanas que no entraba ahí, y tenía miedo de que las cosas no salieran bien.

Habría sido mucho más sencillo decirle a Niclas que no podía, que esperaran hasta mañana, pero su conciencia se negaba a dejarlo solo, en especial, con su advertencia de embriagarse flotando entre sus recuerdos.

Lenay sabía que Niclas no era su responsabilidad, y que no le debía nada, pero en momentos así, las personas lo único que necesitaban era a alguien que creyera en ellos, y que permaneciera a su lado hasta que la oscuridad dejara de sofocarlos y pudieran levantarse. Solo eso. Un salto de fe y confianza que los hiciera ver su verdadero valor.

Y ella podía dárselo, quería dárselo.

Lenay miró por última vez el pasillo, y con sus nudillos dio un toque delicado en la puerta.

—Hola, papá —se obligó a decir con una dócil sonrisa cuando él le indicó que pasara.

El señor Howard se encontraba recargado en su escritorio, con una explosión de risas y sonrisas desbordarse en su boca al hablar por el teléfono, aunque Lenay no podía afirmar si estaba de buen humor o no. Su padre solía fingir con las demás personas su actitud, y que los gritos se desataran al colgar no iba a ser algo que la tomara desprevenida.

De hecho, lo esperaba.

—Ahora, sí. ¿Qué pasa, Lenn? —habló su padre, y ella pudo volver a respirar con normalidad. Parecía que su alegre estado de ánimo era genuino.

—Me acaban de invitar a salir, y me gustaría saber si puedes darme permiso de ir.

—¿Tan tarde? —preguntó él con una nueva expresión. Ya no había rastros de amabilidad en sus labios, y las líneas de expresión de su rostro denotaban un repentino disgusto.

—Mmm. Sí. Es que el plan es ir al mirador... Pero puedo quedarme en casa.... De cualquier forma, no tengo muchas ganas de salir —contestó apresurada, a la vez que sentía que su voz perdía fuerza.

El señor Howard la observó por un largo minuto, y ella se sintió como si estuviese siendo enfocada por distintas cámaras dedicadas a estudiar su lenguaje corporal, cada centímetro de su piel se erizó y su garganta se secó. 

Residuos de Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora